Fervor insuficiente
Quim Monzó se hace eco de la controversia surgida en Francia a raíz de la expulsión de tres asistentes a un mitin de François Fillon en Tolouse: “El padre de uno de los expulsados, que también estaba en el mitin, confirma la versión e, indignado, ha enviado a sus conocidos mensajes donde explica la afrenta. El equipo tolosano de Fillon ha dado consigna de no hacerse eco del asunto y esperar a ver qué decide el ‘equipo nacional’”.
EL último presidente de Gobierno de España que hizo una visita de carácter bilateral a Cuba fue Felipe González... en 1986. Nada más ni nada menos que hace 31 años, un plazo desproporcionado e impropio de dos estados que, más allá de sus diferencias políticas, tienen un patrimonio común y unos vínculos afectivos singulares.
La visita a España del canciller cubano, Bruno Rodríguez, ha concluido con una invitación oficial de Raúl Castro al rey Felipe y al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para que visiten Cuba antes de que concluya el mandato del líder comunista, en febrero del 2018, aunque dadas las peculiaridades del sistema no hay riesgo de que pierda los cargos. Tanto en el palacio de la Zarzuela como en la Moncloa, la invitación ha sido acogida muy positivamente, lo que hace prever que bien conjuntamente, bien por separado, las máximas autoridades de España pisarán Cuba este 2017, al margen de cumbres iberoamericanas.
La Habana y Madrid están de acuerdo en cerrar la hostilidad creada por la iniciativa del presidente Aznar para que la Unión Europea adoptase la llamada Posición Común, aprobada en 1996. Aquella política tenía su lógica –condicionar la ayuda e intercambios europeos a los avances en cuestión de derechos humanos en la isla–, pero provocó la previsible reacción airada y ultranacionalista de Fidel Castro, un líder al que no le importaron tanto las privaciones que suponía para su pueblo el enfrentamiento con Estados Unidos como izar la bandera del orgullo, la soberanía... y el aislamiento (es significativo que La Habana no quisiera profundizar las relaciones con China tras el derrumbamiento de la Unión Soviética, pese a las penurias que supuso el fin de la ayuda rusa y todo por el miedo al contagio del comunismo reformista de Deng Xiaoping). Para Fidel Castro, la exitosa iniciativa española en el seno de la UE representaba una traición especialmente dolorosa habida cuenta de los lazos históricos, aunque tampoco las relaciones con el gobierno socialista de Felipe González fueron tan idílicas como parecía en sus principios. El propio Fidel Castro llegó a participar en algunas manifestaciones espontáneas frente a las sedes diplomáticas de España.
El Gobierno de Mariano Rajoy ha dado por superada la Posición Común de José María Aznar y ha sido uno de los motores del acuerdo de cooperación firmado por Cuba y la UE el pasado diciembre, pendiente ahora de ser ratificado por los parlamentos de los estados miembros. España trata de ser el primer país europeo en rubricar el texto y todo apunta a una nueva era en las relaciones bilaterales.
Es significativo que España mantuviese plenas relaciones diplomáticas durante el franquismo con la Cuba castrista, una dictadura comunista, y con los gobiernos democráticos no haya encontrado el modo de mantener unas relaciones que no deberían basarse en motivos de política interna. Este error en la política exterior tiene un consuelo: para los españoles, todo lo que acontece en Cuba es percibido como algo propio y familiar. Cerca de 140.000 españoles viven en la isla –en su mayoría cubanos nacionalizados– y hay una corriente genuina de afecto, que no se da con otros estados latinoamericanos. Sería un despropósito que España y Cuba no se beneficien de la nueva coyuntura abierta tras el establecimiento de relaciones entre EE.UU. y Cuba y la transición pendiente del castrismo.