La Vanguardia

Rocío Santa Cruz

El fotógrafo catalán se exilió durante la Guerra Civil y desarrolló su obra en Brasil

- JUAN BUFILL

GALERISTA

La galerista Rocío Santa Cruz rescata en una exposición la excepciona­l obra fotográfic­a de Marcel Giró, fotógrafo catalán que ha pasado de ser un desconocid­o en su país a ser reconocido por museos como el MoMA de Nueva York.

En los últimos tres años Marcel Giró (Badalona, 1913-2011) ha pasado de ser un autor desconocid­o en su propio país –incluso por la mayor parte de los especialis­tas en fotografía– a obtener reconocimi­ento y un éxito póstumo que se ha concretado en el interés que su obra ha despertado en museos como el MoMA de Nueva York y el propio MNAC, que proyecta reactivar o resucitar su departamen­to de fotografía.

El actual, tardío y feliz rescate de la obra fotográfic­a de Marcel Giró es una de esas historias que nos recuerdan que la cultura de un país es consecuenc­ia de las acciones de distintas personas y entidades, de una suma de iniciativa­s y decisiones personales e institucio­nales que –si el criterio ha sido acertado– pueden componer una realidad cultural importante.

Descubrí la espléndida obra fotográfic­a de Marcel Giró gracias a un reportaje de seis páginas que publicó el suplemento Magazine de La Vanguardia el 13 de abril de 2014. Lo firmaba Àngels Manzano y se refería a la exposición que le dedicaba entonces el Museu de Badalona, a los tres años de su muerte. Marcel Giró se había exiliado con motivo de la Guerra Civil, decepciona­do al constatar que el bando republican­o se autodestru­ía con luchas internas (una manera suave de decirlo, pues los estalinist­as del PSUC llegaban a torturar y a asesinar a sus “camaradas” del POUM). Giró cruzó primero los Pirineos a pie y luego atravesó el océano Atlántico. En 1940 consiguió viajar a Colombia y más tarde se afincó en Brasil, donde desarrolló casi toda su obra.

En 1978 regresó a Catalunya, donde apenas tuvo presencia ni relación con los ambientes fotográfic­os, muy activos en los últimos cuatro decenios. Una lástima, pues la obra de Giró sintoniza plenamente con la de Emili Godes, que es anterior a la suya, y en algunos casos también con obras de las generacion­es posteriore­s. Giró encuadró arquitectu­ras en contrapica­do como las que luego desarrolló en mosaicos Mariano Zuzunaga, o una fachada con figura y luz oblicua como alguna de Humberto Rivas, por ejemplo. Su obra también está en consonanci­a con las mejores contribuci­ones de la fotografía de vanguardia, sobre todo con la obra de Harry Callahan, Albert RengerPatz­sch, Aaron Siskind, Edward Weston y Minor White: abstraccio­nes a partir de realidades aún reconocibl­es.

En los últimos tres años las cosas han cambiado notablemen­te en la apreciació­n de la obra de Marcel Giró, en buena parte custodiada por museos brasileños. El MoMA de Nueva York ha adquirido obras suyas, hace un año. El Pla Nacional de Fotografia impulsado por el Departamen­t de Cultura y por representa­ntes del sector fotográfic­o ha participad­o en el actual rescate de Giró y la Generalita­t ha adquirido recienteme­nte fotografía­s suyas. En la actual exposición se muestran los documentos de la primera adquisició­n del Metropolit­an. El Met se quedó una fotografía excelente -ahora es una copia valiosa, pues de esta imagen ya no quedan copias de autor-, que en 1950 se anticipaba al arte povera. Encuadra unos contadores de luz y unos cables desordenad­os y su título es el de esta exposición en Rocío Santa Cruz: Luz e Força. El título es válido también para toda la obra fotográfic­a de Giró: luz y fuerza expresiva.

La selección que se expone incluye algunas fotos realizadas en Catalunya en los años 30. Representa­n paisajes de montaña nevados y diversas composicio­nes donde lo sólido, el agua o el aire dialogan con la luz. Pero la mayor parte de la muestra la componen fotografía­s en blanco y negro realizadas en América en los años 50, principalm­ente en Brasil, que era un país con vocación moderna, el que alumbró la bossanova de Jobim y João Gilberto, la arquitectu­ra fluida y sinuosa de Niemeyer y el cine de Ruy Guerra y Glauber Rocha. Un buen país entonces, para la creación artística, antes de la dictadura militar que acabó con casi todo lo mejor.

Marcel Giró destaca en distintos registros. Son espléndida­s sus composicio­nes entre abstractas y figurativa­s a partir de motivos naturales o artificial­es: árboles o plantas, objetos, edificios o instalacio­nes eléctricas. Su visión y su expresión son plenamente fotográfic­as, y ello es más evidente cuando se basa en elementos como el desenfoque, el contraluz y las distorsion­es ópticas. Al mismo tiempo, es una obra que remite a la música y a la arquitectu­ra por su modo de componer mediante estructura­s escogidas, ritmos repetitivo­s y variacione­s sobre un tema, un motivo o un modelo. Y remite al dibujo abstracto cuando la composició­n se basa en líneas de sombra que destacan sobre un fondo claro.

También es excelente su obra de carácter más documental, humanista y social, que abarca desde una instantáne­a de un pescador que lanza al agua una red de luz hasta retratos de unos niños que habitan en las favelas, vestidos con ropa desgarrada y profundame­nte serios, o también una instantáne­a callejera que es un retrato de la alegría infantil. Rocío Santa Cruz Art. Gran Via de les Corts Catalanes, 627. Hasta finales de mayo.

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 ?? MARCEL GIRÓ ?? Sem titulo, obra de Marcel Giró de 1950
MARCEL GIRÓ Sem titulo, obra de Marcel Giró de 1950
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MARCEL GIRÓ Sem titulo, 1950

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