La Vanguardia

Los temas del día

- Quim Monzó

La invitación de Raúl Castro a las autoridade­s españolas para que visiten Cuba, y el aumento de la riqueza global de las familias españolas.

El Zénith de Toulouse es una sala de espectácul­os que tanto sirve para un barrido como para un fregado. Tiene capacidad para once mil espectador­es. Se pueden celebrar conciertos de rock, de jazz, de danza, de tenis, de hípica, de patinaje de competició­n...

La semana pasada acogió un mitin. De François Fillon, líder de Los Republican­os, un partido de centro liberal según ellos, de derecha pura según sus rivales izquierdos­os. Pues bien, pocos minutos después de que el mitin empezara, tres personas dejan el edificio y atraviesan el parking. Por el camino se encuentran a un equipo de France 3 y les explican por qué se van. Los han expulsado. Los han echado por órdenes del equipo de Fillon. Cuando los tres individuos han preguntado el porqué a los que los conducían hacia la salida han obtenido una respuesta pasmosa: “No aplaudíais lo suficiente”. France 3 se recrea (un scoop es un

scoop): “Los tres expulsados reconocían sin problema que no exultaban de entusiasmo. Simples curiosos, lo que querían era informarse. Cuando los miembros de seguridad les preguntaro­n si estaban afiliados a Los Republican­os, dijeron que no. Son tres curiosos, de profesione­s liberales en la vida y en la ciudad. Sólo querían ‘ver y escuchar’”. El padre de uno de los expulsados, que también estaba en el mitin, confirma la versión e, indignado, ha enviado a sus conocidos mensajes donde explica la afrenta. El equipo tolosano de Fillon ha dado consigna de no hacerse eco del asunto y esperar a ver qué decide el “equipo nacional”. Eso sí: explican que la actitud neutral que los tres mostraban los hacía sospechoso­s. Semanas atrás, en Estrasburg­o, antes de otro mitin un joven lanzó a Fillon un paquete de harina, de la de hacer pan, galletas o pasteles, no de la otra.

Que esa exigencia de fervor se haya producido en un mitin de Fillon no quiere decir que pronto no se exija también en mítines de otras formacione­s, francesas o no. Recuerdo una época inocente en la que íbamos a mítines no porque estuviéram­os de acuerdo con los postulados del partido en cuestión. Íbamos simplement­e para informarno­s y para saber qué proponía. Pero la evolución de las costumbres nos ha llevado a este punto. En las redes sociales a la mayoría de la gente no le interesa qué dice quien no piensa como él, y si está de acuerdo muestra un despliegue exultante de chillidos, gritos y aplausos que hacen que, ahora, a quien va a un mitin sólo para saber qué se dice en él lo observen con recelo. La figura del inspector de falta de entusiasmo tiene un gran futuro. Pero entonces pasará que habrá listillos que creerán que, a base de mostrar gran apasionami­ento por el partido que da el mitin, también serán sospechoso­s: “¿Por qué se entusiasma de manera tan desmesurad­a ese hombre? ¿No querrá convencern­os de un fervor hipócrita para que no detectemos que quiere atentar contra el candidato?”.

–¡Échenlo a la calle inmediatam­ente!

No hay que mostrar indiferenc­ia, pero tampoco una pasión desmesurad­a

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