Preguntar hasta el final
La investigación del periódico de un instituto de Kansas fuerza la dimisión de su nueva directora
No han ganado ningún Pulitzer de los que se anunciaron la semana pasada, pero la persistencia de estos jóvenes periodistas merecería uno. En una investigación digna del departamento Spotlight del Boston
Globe, un artículo en un diario mensual dirigido por un grupo de estudiantes de un instituto de Kansas ha forzado la dimisión de su directora por las incoherencias en su currículum.
Todo empezó el pasado 6 de marzo, cuando el comité escolar del instituto de Pittsburg, de 20.000 habitantes, anunció la contratación de Amy Robertson como nueva directora por 93.000 dólares anuales. No iba a empezar hasta julio, pero en The Booster Redux –así se llama el periódico escolar– empezaron a preparar un perfil, como siempre hacen ante una incorporación. La profesora encargada del diario desde hace siete años –una asignatura optativa–, Emily Smith, estuvo presente en una entrevista telefónica con Robertson, que iba a trasladarse a Kansas tras vivir en Dubái durante 20 años. Allí era la directora ejecutiva de una consultora educativa y el comité escolar del instituto de Pittsburg la había descrito como una profesional cuya “diversa y extensa experiencia impresionó a los empleados y al liderazgo del distrito”. A Smith, sin embargo, le llamó la atención cómo respondía a los alumnos “con evasivas e inexactitudes a preguntas muy directas”, contó a La Vanguardia. Y les invitó a investigar.
Dos semanas de llamadas y rastreo por internet después, seis alumnos de entre 16 y 18 años consiguieron demostrar que buena parte del currículum que había proporcionado al centro era falso. Los medios locales se hicieron eco y al centro educativo no le quedó más remedio que aceptar su dimisión. Según cuentan, hubo personas que intentaron parar la publicación pero no pudieron gracias a una ley de Kansas de hace 25 años que protege la libertad de prensa en los periódicos de estudiantes.
Entre otras cosas, a Robertson le chirriaban sus estudios en la “Corllins University”, una institución bajo la lupa por falta de legitimidad y que no tiene dirección postal. En la entrevista con The Booster Redux, la directora dijo que estudió online porque en ese momento (1994) vivía en España, pero que a menudo y durante un verano entero viajaba al campus en Stockton, en California. El joven equipo consiguió contactar con las autoridades de Stockton, que confirmaron que allí jamás ha habido un centro con licencia con este nombre. También descubrieron que la universidad de Tulsa nunca ha ofrecido el grado en artes teatrales que ella decía tener. Según Smith, el último centro que ella dirigió, un instituto americano de Dubái, “fue clausurado por las autoridades locales por violar sus normas”, como cobrar más de las cuotas permitidas o no penalizar repetidas faltas de asistencia. El 31 de marzo la edición de
The Booster Redux, impresa y on line, abría con un titular que recordarán para siempre: “El distrito contrata una nueva directora. Su pasado suscita dudas después de generar discrepancias”. La investigación ha sido aplaudida por destacados periodistas de EE.UU. y ya cuenta con más lectores que habitantes tiene esta pequeña población de la América profunda. “Acabamos de tener un encuentro nacional de diarios de instituto en Dallas y nadie recordaba un artículo con tanta atención mediática”, cuenta Eric Thomas, profesor en la Universidad de Kansas, que les asesoró a través de su asociación para periódicos estudiantiles. Varias facultades ya han invitado a los jóvenes a perseguir una carrera de periodismo pero, de momento, sólo dos de ellos tienen claro que quieren dedicarse a este oficio.
Según Thomas, los periódicos de instituto en EE.UU. están asumiendo un papel cada vez más importante en la información local porque los diarios pequeños sufren recortes en páginas y recursos. Por eso, “son los estudiantes los que realmente ven lo que afecta a la comunidad”. The Morning Sun, el diario local del sureste de Kansas, recibió una carta anónima alertando sobre Robertson pero no investigó el asunto. “Han aprendido que si hay algo que ven que está mal, aunque un adulto les diga que no se metan, no han de dejar de buscar una respuesta”, concluye Smith.
Los alumnos, de entre 16 y 18 años, probaron las falsedades del currículum