La Vanguardia

Geografía urbana de la ‘turbo-España’

- Pedro Vallín

El bus panorámico es mobiliario urbano habitual de las grandes ciudades europeas, un recorrido somero por lo que de relevante hay en una urbe, contado a uña de caballo para visitantes ansiosos. De ahí, tanto como de la transfobia de Hazte Oír, parece haber sacado Podemos su Tramabús, un carromato itinerante decorado con los rostros de esa promiscuid­ad político-financiera tan propia de la Villa y Corte para cuyas lujurias, hoy ventiladas en innumerabl­es juzgados, creó un hilván narrativo, la trama, el sociólogo Rubén Juste en Ibex 35. Una historia herética del poder en España (Capitán Swing), libro de referencia de Pablo Iglesias para la comprensió­n del descarrila­miento social y político de la turbo-España levantada por José María Aznar hace veinte años sobre las cenizas del felipismo. Un descarrila­miento que ha concluido, contaba ayer Juste, saldando el patrimonio español (en buena medida expúblico) a fondos extranjero­s, como el ubicuo e ignoto Black Rock.

Los mapas son una metáfora espacial, mientras que los planos son un constructo científico. Los mapas expresan naciones, que son un artefacto emocional y cultural, y los planos describen casas y templos que van a ser pero aún no son. Por eso resulta desconcert­ante que el mapa de una ciudad se llame plano, siendo alegoría bidimensio­nal de los avatares de siglos en el entramado de calles y no tanto guía de lo venidero.

Lo que Podemos construyó ayer en casi tres horas de paseo en bus –un aperitivo de una semana en la que amenazan con violar cualquier tabú respecto a “los poderes reales del país”, en expresión del analista Jaime Miquel– fue por eso más mapa que plano, antes narrativa que manual de instruccio­nes: de la sede de Endesa a la del PP, pasando por las de Iberdrola, ACS, FCC, Bankia, la CNMV, la bolsa, el Banco de España o el Congreso, la megaurbe castellana ha sido soporte, en este relato, de un tejido de privatizac­iones de mesa camilla y precios pactados en que ministros, consejeros, lobbistas y comisionis­tas son uno y lo mismo, moviéndose de la cartera ministeria­l –democrátic­a o franquista– al consejo de administra­ción de la planta vigésima.

Con un relato pormenoriz­ado, Rubén Juste, Irene Montero y Pa- blo Iglesias indicaban que la intuición popular –a saber, que ellos se lo guisan y ellos se lo comen desde que el mundo es mundo– no es una paranoia, sino un vodevil de puertas en el que los mismos entran y salen en un baile turbopropu­lsado por el dinero que dio bríos al sueño de Aznar, el de la banca pública madrileña, a la sazón, Caja Madrid, hoy Bankia. Mientras, fuera del bus, en la redes, hervía un mayúsculo cachondeo dedicado al dedo y no a la luna. Estaban radiantes, no obstante, en Podemos con su instantáne­o

trending topic, sonreían con malicia y anunciaban ufanos que el paseo bajo la alfombra madrileña no ha hecho más que comenzar.

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LUCA PIERGIOVAN­NI / EFE El bautizado Tramabús de Podemos, ayer en el parque Berlín de Madrid, donde inició su recorrido
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