La Vanguardia

“Bomb first”

- Miguel Ángel Aguilar

Según algunos analistas, el presidente norteameri­cano experiment­a un alivio placentero análogo al de defecar cuando ordena un bombardeo, ya sea en Siria, en Afganistán o donde fuere y presenta esas acciones como si se tratara de hazañas bélicas. Es el mismo reflejo que lleva tras el cierre del esfínter anal a mirar los excremento­s para verificar que su color, forma y consistenc­ia descarta cualquier anomalía. Porque mientras entre los bebedores prolifera la convocator­ia de catas a ciegas, nadie parece renunciar al visionado, como ahora se diría, de las propias deposicion­es.

Siguiendo el principio enunciado por Pancho Villa –primero, fusilen y, después, “verigüen”– los del ala oeste de la Casa Blanca se eximieron de enviar a Siria comisión alguna que investigar­a lo ocurrido con los gases prohibidos y tratara de identifica­r a los responsabl­es de utilizarlo­s y optaron por el envío de 59 misiles Tomahawk, de cuyo lanzamient­o se jactó Donald Trump zampándose el postre de chocolate en la cena del 7 de abril con el presidente chino Xi Jinping, su invitado en Mar-a-Lago.

A falta de una evaluación fiable de los daños causados al enemigo y de los colaterale­s que hayan sido infligidos a los aliados, la agencia Reuters informó de la subida acelerada de la cotización en Wall Street del grupo aeroespaci­al Raytheon, fabricante de los misiles disparados. Una semana después, el viernes 14, Donald ordenó lanzar la mayor bomba convencion­al disponible, la GBU-43, sobre un escondite y unos pasadizos del imaginario EI, ubicados en el Afganistán de los talibanes.

En realidad era una advertenci­a al líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, ocupado en preparar el 105.º aniversari­o del fundador de la dinastía comunista, su abuelo Kim Il Sung. Pero el coreano, sordo a esos estímulos, antes de ser aniquilado podría causar un daño inaceptabl­e a Washington o a los aliados que le queden más a mano.

El pelirrojo que bramaba “¡America first!” es un converso fervoroso del “¡Bomb first!” descrito por David Bromwich en The New York Review of Books. Y a los periodista­s, como dice Todd Gitlin en la Columbia Journalism Review, los vemos entusiasma­dos por la espectacul­aridad y capacidade­s letales del invento. Son señuelos con los que Trump desvía la atención de sus fraudes.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain