El trauma psicológico de Enrique
El príncipe habla por primera vez del enorme impacto que tuvo para él la muerte de su madr
Hasta ahora hablar de depresión y problemas psicológicos en las altas esferas de la familia real británica era tabú. Pero el príncipe Enrique lo ha roto así por las buenas, hablando por primera vez del trauma de la muerte de su madre hace ya casi veinte años, de su reacción de intentar comportarse como si no hubiera pasado nada, y del precio que ello se cobró en su salud mental.
Ansiedad, negación de la realidad y agresividad han sido las tres principales manifestaciones de la depresión de Enrique, quien a los 32 años se reconoce “finalmente en condiciones de empezar una familia”. Después de relaciones truncadas con Chelsy Davy y Cressida Bonas, lleva nueve meses saliendo con la actriz norteamericana Meghan Markle, a la que ya ha presentado a su padre, Carlos; a su madrastra, Camilla, y a su abuela la reina Isabel, y de todos ellos ha obtenido el beneplácito para una chica que según las apariencias tiene un efecto balsámico en su explosivo carácter.
El príncipe, en una entrevista concedida al Daily Telegraph, reconoce haber ido “en unas cuantas ocasiones al psicólogo” y dice lo bien que le ha sentado. Y atribuye el crédito a su hermano mayor, Guillermo, “por insistir en que no era ni saludable ni normal pretender ignorar la muerte de mi madre y seguir viviendo a tope como si no hubiera pasado nada, en vez de afrontar y analizar el problema”.
“Durante mucho tiempo, hasta bien entrado en la veintena, creí
Durante casi veinte años ignoró sus problemas emocionales y ello le volvió ansioso y agresivo con los demás
que pensar en el trágico accidente de París y darle vueltas sólo serviría para ponerme triste, así que adopté la táctica del avestruz y escondí la cabeza, dedicándome a divertirme y vivir la vida al máximo –explica en sus declaraciones–. Sólo hace relativamente poco, tres o cuatro años, empecé a tener unas cuantas conversaciones al respecto, y a dar rienda suelta a las emociones y el dolor que había tenido reprimido durante casi dos décadas”.
Enrique cuenta cómo la punta del iceberg fue alguna que otra ocasión en la que estuvo a punto de pegar un puñetazo a alguien (¿tal vez un fotógrafo?). A raíz de ello decidió reconsiderar su estado psicológico y empezó a boxear para canalizar su agresividad. El príncipe niega en redondo las especulaciones de que su cambio de actitud esté relacionado con su experiencia en Afganistán como oficial del ejército. “Por fortuna –dice–, no he sido de los que padecen la terrible experiencia de ver cómo una bomba destroza a su compañero, y de tener que ponerle un torniquete para que no se desangre”.
“Perder a mi madre cuando tenía doce años afectó profundamente no sólo a mi vida personal, sino también a mi trabajo, y en varias oportunidades he estado a punto de venirme totalmente abajo –señala en la cándida entrevista–. Ahora que puedo volcar mi pena y mis sentimientos en otras personas, me siento mucho mejor y mucho más fuerte. Callarse y guardarse las cosas dentro no sirve para nada, es contraproducente”.
El príncipe, dicho todo esto, reconoce que se siente privilegiado por la vida que lleva, el trabajo que tiene, la sensación de seguridad y de no tener que preocuparse por el dinero y un techo bajo el que dormir. Y se ofrece a ayudar a quienes, como él, han sido víctimas de experiencias traumáticas que se resisten a afrontar.