Bonanza imprevista
Antón Costas analiza la primavera económica: “Por primera vez en más de media década, todos los organismos están revisando al alza sus previsiones. En febrero el FMI estimaba que la economía mundial crecería un 3,4% en el 2017. En las previsiones de primavera que conoceremos los próximos días seguro que la acercará al 4%. Su directora general, Christine Lagarde, afirmó la semana pasada que, ‘después de seis años de un crecimiento decepcionante, la economía mundial está viviendo su despegue’”.
Mi profesión últimamente no da una en el clavo a la hora de hacer pronósticos. Los meteorólogos lo hacen mejor. Aunque hay que recordar que ese espíritu fino y burlón que era el economista norteamericano John K. Galbraith dijo que la única razón que tienen los economistas para hacer pronósticos es mejorar la reputación de los astrólogos.
No fuimos capaces de anticipar la que se venía encima en los años previos a la gran catástrofe financiera del 2008. Y ahora tampoco hemos sabido anticipar la primavera que vive la economía internacional, incluida la europea.
Por primera vez en más de media década todos los organismos están revisando al alza sus previsiones. En febrero el FMI estimaba que la economía mundial crecería un 3,4% en el 2017. En las previsiones de primavera que conoceremos los próximos días seguro que la acercará al 4%. Su directora general, Christine Lagarde, afirmó la semana pasada que, “después de seis años de un crecimiento decepcionante, la economía mundial está viviendo su despegue”.
Esta primavera económica global tiene algo de inesperado. Como saben, el otoño-invierno pasado trajo un fuerte aumento de la incertidumbre política. El Brexit, Trump, los populismos europeos, el proceso independentista en Catalunya. Los modelos macroeconómicos que utilizan los economistas para predecir la evolución de la economía dicen que la incertidumbre política daña la confianza de los consumidores e inversores en el futuro y reduce el crecimiento. No ha sido así. El sol primaveral brilla en toda la economía mundial. Los expertos se han vuelto a equivocar.
El caso más intrigante es el de la economía británica. Todos los análisis e informes, incluidos los del Banco de Inglaterra y el del Tesoro británico, señalaban que después del Brexit la economía reduciría su crecimiento en el 2017. La elevada incertidumbre política haría que la confianza de los consumidores se viniera abajo, que el comercio y la inversión se redujesen y que el crecimiento disminuyese. Seis meses después, la situación es la contraria. El consumo se ha disparado y las nuevas previsiones apuntan a un crecimiento del 2% para el 2017.
¿Qué falla? ¿Por qué la incertidumbre política no afecta a la confianza económica? ¿Cómo explicar que cuanto mayor es el sentimiento populista, mayor parece ser la confianza de los consumidores? Hay dos explicaciones.
Una es que el populismo que está detrás del Brexit o de Trump tenga un efecto no previsto de mayor confianza de los ciudadanos en el futuro. Frente a la incertidumbre que para la vida de muchas personas significaba el cosmopolitismo de la globalización, el populismo nacionalista les traería más seguridad en el empleo y en los ingresos. Esto aumentaría su confianza en el futuro y su disposición a consumir y a endeudarse. El resultado sería el aumento del crecimiento que estamos viendo.
Otra explicación es que los incentivos monetarios y fiscales de los bancos centrales y los gobiernos en los últimos años están teniendo finalmente efectos positivos. La política monetaria laxa ha aumentado el crédito y ha reducido la carga de intereses de familias y empresas. Esto ha aumentado el consumo y la inversión. El Banco Central Europeo, después de su inicial ambigüedad, y del clamoroso error de la austeridad fiscal, se ha unido a esa corriente. En el Reino Unido el Banco de Inglaterra ha flexibilizado su política monetaria. Y el Gobierno de Theresa May ha anunciado un programa de crecimiento. El efecto a corto plazo habría sido un fuerte estímulo al consumo y al crecimiento. ¿Cuál de estas dos explicaciones es más verosímil? Yo me apunto a la segunda. El populismo no ha traído la primavera económica. Fueron los incentivos de las autoridades monetarias y económicas, que finalmente han hecho lo que se espera de ellas en una crisis de demanda.
¿Qué sucederá a largo plazo? Muchos expertos sostienen que una vez desaparezcan los incentivos monetarios, el mar de fondo de la incertidumbre política acabará por agitar las aguas calmas económicas de la superficie. Pero ¿y si los efectos de un nacionalismo soft, compatible con una globalización e integración europea razonable, fuesen una mejora de la productividad que compense los efectos negativos sobre el comercio?
Sólo una cosa es clara. Sabemos poco. Esto me hace recordar que el gran economista inglés del siglo veinte, John Maynard Keynes, en circunstancias similares de los años 30 del siglo pasado, recomendaba a los economistas ser “gente educada”. Es decir, además de estadística y matemáticas, saber algo de ética, sociología, política e historia para comprender las conductas de los consumidores e inversores en situaciones de elevada incertidumbre política.
Los incentivos monetarios y fiscales de los bancos centrales y los gobiernos están teniendo finalmente efectos positivos