Jordi Raventós
Sale en edición bilingüe catalán-latín ‘Satíricon’, la primera gran novela de Occidente
EDITOR DE ADESIARA
La editorial catalana Adesiara celebra sus diez años con una edición ejemplar del Satíricon, la primera gran novela de Occidente, con una influencia que llega a El gran Gatsby, Fellini e incluso a la serie Juego de tronos.
El Satiricón de Petronio es la primera gran novela propiamente dicha de Occidente, escrita por un personaje de la Roma de Nerón a mediados del siglo I de nuestra era, y, sin embargo, demuestra que hace 2.000 años los motivos de sátira del ser humano no se distinguen de los actuales. El comportamiento de los nuevos ricos, los celos amorosos, las trampas del deseo, la amoralidad, los prejuicios sociales, la hipocresía, el humor, la infidelidad, cierto sadismo, la obsesión por cómo vestirse o sobre la alta cocina, la parodia de otras obras literarias... están ya en el Satíricon, traducida al catalán en la editorial Adesiara por Sebastià Giralt, en edición bilingüe, y sin rebajar ni grado la crudeza del lenguaje de la Roma pagana.
Hay expertos que sostienen que Las Aventuras de Quéreas y Calírroes, escrita en griego por Caritón de Afrodisias, es más antigua, por unos pocos años, pero Petronio cita a Nerón, con lo que despeja cualquier duda sobre los años de su escritura.
El Satiricón, desde que el texto fue recuperado en el siglo XV, ha ejercido y sigue ejerciendo una influencia inabarcable, sobre todo la escena mejor conservada, El banquete de Trimalción. La novela picaresca, Quevedo, Cervantes, Tony Richardson, la literatura libertina, la novela gay, Sade, Baudelaire, Flaubert, Oscar Wilde, James Joyce, Fellini, Pasolini, Te- renci Moix e incluso Juego de tronos... Quien quiera saber cómo era la vida en la Roma antigua tiene que leer a Petronio, como hicieron Graves para escribir Yo, Claudio o Henryk Sienkiewicz para su Quo vadis.
Si Joyce trasplantó la Odisea de Homero al Dublín de 1900, Scott Fitzgerald quiso llevar el Satiricón a la Nueva York de los años veinte y por eso su manuscrito de El gran Gatsby llevaba como título Trimalchio o Trimalchio in the West Egg para dejar claro de dónde salía su personaje y el objetivo satírico del libro, pero su editor lo encontró poco comercial.
Antes que Scott Fitzgerald, J.-K. Huysmans se sirvió de Petronio como modelo para describir el mundo decadente de París del siglo XIX en su novela Al reves (À rebours). Y hoy en día novelas como Los enamoramientos de Marías no existirían sin uno de los paun
sajes más famosos del Satiricón. La historia de una mujer tan honesta que era la admiración de toda la ciudad de Éfeso y de las poblaciones vecinas y a la que se muere su marido. Lo amaba tanto que, afligida por la pena, quería morir también ella, inapetente y consumida por el llanto. Ni los familiares ni los amigos la podían apartar del hipogeo en el que velaba a su amor muerto. Al mismo tiempo, el gobernador de la provincia mandó crucificar a unos ladrones al lado de la tumba donde la enamorada pasaba los días sin consuelo. Uno de los soldados que vigilaban los cuerpos de los ajusticiados para que sus familiares no los bajaran de la cruz y les dieran sepultura oyó de noche los llantos y vio la luz que salía de la tumba... A partir de aquí, el lector que no ha leído la obra puede imaginarse cómo prosigue la narración, pero es muy poco probable que adivine el inesperado final del relato. Una prueba de que las buenas obras son imprevisibles.
La novela critica con una crudeza y mordacidad inhabituales hoy una sociedad en la que el valor del dinero se ha impuesto como norma de conducta de los seres humanos, y se ceba especialmente en Cayo Pompeyo Trimalción Maecenatianus. El traductor de la obra, Sebastià Giralt, sostiene que el autor fue Petronio, procónsul citado por Tácito, llamado Arbiter, es decir, árbitro de la elegancia, hoy diríamos un dandi, que aconsejaba a Nerón en el lujo y en los placeres. Era un personaje poco convencional, que dormía de día y que de noche se entregaba a sus deberes o al ocio, lo que le dio fama de indolente. Conocía, pues, de primera mano la vida de las clases altas de Roma.
Uno de los síntomas con los que detecta la decadencia y la corrupción de la sociedad romana es precisamente la corrupción del lenguaje, la pérdida de cuerpo de la palabra. Sonidos ligeros, vacíos, bromas ilusorias: “Ustedes –dice– hicieron que el cuerpo del discurso se debilitara y sucumbiera” y lo vincula, en cambio, a la obsesión culinaria, “confites melosos de palabras”. Quienes se crían en medio de esto no pueden juzgar con inteligencia, “como tampoco huelen bien quienes viven en la cocina”.
Giralt dice que “la narración alterna sabiamente la conversación de los comensales con la descripción de los platos y los golpes de efecto teatrales que los acompañan, con música incluida. Toda la cena es un espectáculo, todo pasa ante los ojos irónicamente maravillados del espectador-narrador que, desde su discreto segundo plano, registra la vulgaridad, el mal gusto, la superstición, la extravagante ostentación de riqueza, las absurdas pretensiones de lujos imposibles y de culturización superficial y mal digerida de Trimalción”.
Junto a la degradación del lenguaje y los tejemanejes para conseguir poder y dinero fraudulento, está la exhibición del deseo, desenfrenado, y aunque cuando se escribió la obra, el cristianismo era aún una religión naciente, los paganos también tenían su moralidad sexual y una virtud cívica. En la narración interviene muy directamente el dios Príapo.
Otro de los rasgos que dan modernidad al Satiricón es cómo Peronio incluye la parodia de otras obras y otros géneros, convirtiéndolos en grotescos. No es otra cosa lo que hizo Cervantes en Don Quijote.
La editorial Adesiara, ademas de la obra atribuida a Petronio, publica otros dos textos clásicos. Sam Abrams se ha cuidado de revisar los sonetos de Shakespeare traducidos en 1993 por Gerard Vergés. “Es la mejor traducción al catalán de los sonetos de amor de Shakespeare”, dice el poeta y ensayista norteamericano.
La tercera novedad de Adesiara el año en que cumple su décimo aniversario son Els anti-evangelis jueus, traducidos del hebreo y el arameo por Manuel Forcano.
Los textos documentan las fábulas que los criptojudíos perseguidos se contaban entre ellos para desprestigiar los evangelios cristianos e impedir conversiones. Los editores publican el texto sin ánimo de ofender el sentir religioso de nadie, sino como documento de una época que muestra cómo se defendían los judíos estigmatizados, perseguidos, arruinados y humillados. “Los textos –dice Forcano– demuestran que sus autores no habían leído los evangelios canónicos y aún hoy hay rabinos que prohíben la lectura de los Evangelios oficiales”. “Su publicación es fruto de la madurez de una sociedad que, a diferencia de otra cultura, acepta la alteridad”, dijo Sam Abrams.
Petronio era un dandi de la época, que dormía de día y vivía de noche
La novela se ceba en el mundo del nuevo rico, la obsesión culinaria y la sexual