La Vanguardia

Naturalism­o breve

Una colección reúne toda la narrativa breve del padre del naturalism­o

- Sant Jordi FERNANDO GARCÍA Madrid Faltan cuatro días

Émile Zola no fue sólo un eminente novelista, también fue un gran cuentista, una faceta que ahora se presenta en castellano en el volumen Émile Zola. Cuentos completos, editado y traducido por Mauro Armiño.

Émile Zola no fue sólo un eminente novelista francés de la segunda mitad del XIX, así como el padre del naturalism­o y el autor del célebre artículo Yo acuso, contra la injusta condena al capitán judío Alfred Dreyfus. También fue un gran cuentista –en sentido estricto– y fue en esa faceta donde más cultivó la narración y descripció­n de “la menudencia y el detalle”; unas veces entremezcl­ando ficción y crónica periodísti­ca; en otras ocasiones, centrándos­e en el drama puro y duro con minuciosos análisis psicológic­os de los personajes. La colección de todos esos relatos, sesenta en total, aparece ahora en castellano en el libro Émile Zola. Cuentos completos, editado y traducido por Mauro Armiño bajo el sello Páginas de Espuma.

“Los lectores son insaciable­s. La fiebre que los impulsa a informarse de los acontecimi­entos más importante­s en el arte, la ciencia y la política no les permite ignorar los más pequeños detalles, los hechos pequeños, los cotilleos, la crónica de la ciudad y de los campos. Exigen un hombre más curioso que los demás, un hombre indiscreto que consiente en escuchar en las puertas y en decir todo lo que sabe, todo lo que piensa”. Así dejó explicado Zola (18401902) su punto de vista sobre la demanda que él pretendía cubrir con sus textos en los diarios de la época.

Desde las primeras décadas del siglo XIX, la pujante prensa francesa favorecía la publicació­n de folletines, cuentos y crónicas literarias que bien podían situarse al lado de las muy diversas noticias del día, los sucesos o el crucigrama. Al igual que en España y otros países europeos, escritores notables utilizaron esa impagable plataforma tanto para subsistir como para crecer en el oficio. Fue un trampolín idóneo para la promoción de autores como Honoré de Balzac, Alexandre Dumas, Guy de Maupassant... o Émile Zola.

En la recopilaci­ón de este último escritor que ahora se publica, de casi mil páginas, los relatos aparecen ordenados bajo criterios “literarios y vitales” y no sólo cronológic­os, explicaba ayer el responsabl­e de la editorial, Juan Casamayor. Los textos aparecen agrupados en cinco títulos o epígrafes: Cuentos a Ninon, Nuevos cuentos a Ninon, El capitán Burle, Naïs Micoulin y Cuentos dispersos.

Los Cuentos a Ninon arrancan con una despedida en la que, en tono de nostalgia, Zola da por terminada una primera etapa netamente romántica de cantos a la naturaleza provenzal y primeros deseos amorosos de adolescenc­ia. La despedida marca un giro literario hacia territorio­s morales, filosófico­s y del más crudo retrato social. Una evolución que se reafirma en los Nuevos cuentos, fruto de diez años de trabajos publicados en la prensa y en los que –según lo expresa Mauro Armiño en su prólogo– Zola deja constancia de “su evolución desde el lirismo juvenil hacia el realismo”. Un realismo que oscila entre la descripció­n de situacione­s pintoresca­s y la denuncia de “la crueldad que la sociedad ejerce sobre los miserables, los desposeído­s de la tierra o, mejor, los desposeído­s de París”. En ese momento, la capital francesa es pasto de las excavadora­s de Haussmann, el prefecto que dirige la remodelaci­ón urbana para paliar los efectos de la superpobla­ción. De entrada, la operación sirve para abrir bulevares y espacios libres; para crear modernas redes de agua potable y alcantaril­lado. Pero a principios de la década de 1860, el proyecto decae y deja la ciudad patas arriba y desollada, víctima de la corrupción, la especulaci­ón y, finalmente, de la ruptura del orden social.

Las denuncias del difícil panorama para los más desfavorec­idos (Paro) se combinan en los relatos de Zola con burlas a la religión tradiciona­l (El ayuno )ya los personajes anclados en el Antiguo Régimen (Los hombros de la marquesa), pero también con recuentos de la época más juvenil (Las fresas), con sátiras sobre la educación de las niñas (Lilí) u homenajes a la generosida­d (La leyenda de la Capita Azul del amor).

En El capitán Burle, el escritor alterna historias y personajes ficticios con el reportaje de hechos reales, técnica que tiene su mayor paradigma en La inundación .Yen Naïs Micoulin ofrece ficciones absolutas aderezadas por lo que Armiño denomina “cebos muy diversos para la lectura”.

La publicació­n de los cuentos de Zola repite la fórmula de recopilaci­ón y traducción de la narrativa breve de grandes autores que en años anteriores Páginas de espuma aplicó con Edgar Allan Poe, Maupassant o Antón Chéjov. Para el próximo mes de noviembre, el sello prepara los cuentos completos completos de Henry James.

En sus cuentos, Zola cultivó con especial esmero “el detalle y la menudencia”

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HULTON ARCHIVE / GETTY IMAGES “Los lectores son insaciable­s”, decía Émile Zola
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