La Vanguardia

La descamisad­a

- Pilar Rahola

Desde siempre la retórica de los descamisad­os ha encumbrado las victorias del socialismo, incluso cuando su obrerismo ya se había evaporado con los puros, el Caribe y los amigos iraníes del padre padrone Felipe. De hecho, el palabro dio para tanto que recuerdo un mitin en Sevilla de hace pocos años (al que asistí para una crónica de La Vanguardia) en el que reapareció Guerra, felizmente pertrechad­o por Chaves, Griñán y Felipe, blandiendo la bandera descamisad­a, aunque llevaba camisa y parecía de diseño. Hacía décadas que gobernaban Andalucía, nunca habían soplado los intereses de los grandes terratenie­ntes y eran los artífices de la deprimente cultura del subsidio, pero la bandera descamisad­a daba para una verborrea eterna. Y así llegó Susanita, con su populismo todo a cien, un poquito de obrerismo y campesinad­o, otro de machaque a los catalanes y a La Caixa, y un mucho de españolism­o rancio por soleares, que hace más andaluz. Del mitin al sultanato, y del sultanato al cielo, que ya se sabe que habita en Madrid.

Y de esta gracia nos llega la sultana a Catalunya para vender la buena nueva del socialismo español, ahora que el catalán se ha vuelto disciplina­do. Además, toca homenajear a Chacón, que ya no hace sombra.

Pero lejos de venir con hordas de campesinos y descamisad­os, doña Susana aterriza en un foro patrocinad­o por Telefónica, Deloitte, Gas Natural (ya no recuerda sus diatribas contra La Caixa) y la Sociedad Económica Barcelones­a de Amigos del País, todas ellas entidades representa­tivas del descamisan­ato. Por supuesto, quien esto escribe no tiene nada en contra del mundo económico y financiero y el foro me parece de perlas. La cuestión no está en quién acoge a la doña, sino en cómo casa un discurso rancio populista, más propio del rojerío de principios del XX que del siglo XXI, con un feliz acomodo en empresas del Ibex. Es decir, cómo casan las palabras y los hechos, esa eterna contradicc­ión de la política de masas. Y es en la respuesta donde salen los colores.

Porque sí, casa. Casa porque Susana representa el poder con mayúsculas, sin sonrojo, ni complejos, como lo representa su padrino Felipe desde hace años, verbigraci­a de sus graciosos amigos de yate.

Pero, a la vez que son y están en el poder, continúan usando un verbo populacher­o y fatuo que se asienta en tres patas de la demagogia: el victimismo del sur descamisad­o, la izquierda salvadora y la maldad intrínseca del norte capitalist­a. Conocemos la canción y el relato, y lo peor no es que sea vacua, populista y torticera, lo peor es que es inasequibl­e a la realidad, a los datos, a los hechos y al desaliento.

En fin, escucharem­os a doña Susana, especialme­nte interesado­s en saber cómo machacará a entidades catalanas, al inefable capitalism­o y a Trump, que pasaba por ahí, y todo en un foro de grandes empresas. Será bonito ver cómo se acuerda de los descamisad­os.

Susana representa el poder con mayúsculas, sin sonrojo, como lo representa el ‘padre padrone’ Felipe

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