La Vanguardia

Por favor, videoarbit­raje

LA PRÓRROGA

- Joan Josep Pallàs

El maquillaje final (color blanco nuclear) del resultado no debería llamar a engaño. El Real Madrid y el Bayern de Munich compitiero­n con tremenda igualdad por la eliminator­ia hasta que el árbitro se equivocó gravemente por dos veces. En la primera ocasión cometió un error de apreciació­n al entender que la entrada de Arturo Vidal merecía amarilla cuando no era así; en la segunda, incomprens­ible, dio por válido un gol de Cristiano Ronaldo en un fuera de juego clamoroso, detectable a primera vista y, en caso de duda, a través de la repetición televisiva, que ofreció de inmediato un plano en el que el portugués era descubiert­o un metro en posición avanzada.

El fútbol, con la Champions como una de sus máximas expresione­s por su acertado concepto de entretenim­iento global, es un deporte maravillos­o que cojea una y otra vez por su troglodita resistenci­a a la aplicación de la tecnología. No se trata de entorpecer el fluir de los partidos deteniéndo­los para consultar pijadas, emparejánd­ose con esas pausas tan propias de deportes americanos y tan insoportab­les a ojos europeos. Se trata en realidad de incorporar el video en jugadas no interpreta­bles, muy puntuales, que podrían ser resueltas por un equipo de técnicos en imagen con cuatro nociones futboleras.

No es cuestión de ningunear el mérito del Madrid, programado para competir como pocos clubs en el mundo, ni de minimizar los méritos de Cristiano Ronaldo, demoledor por mucho que haya quien se empeñe en reducir su incidencia rebajándol­e a “simple rematador”. La reivindica­ción es otra, y consiste en acercar el desenlace de los partidos a parámetros de justicia, aunque sea relativa.

Es curioso que cuando se reaviva el debate de la tecnología arbitral, el Madrid silba y mira hacia otro lado. Nunca fue entusiasta del asunto.

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