La Vanguardia

¿Un nuevo modelo?

- Miquel Puig

Una vez publicadas las cifras del 2016, Guindos reitera declaracio­nes triunfalis­tas la semana pasada en el Círculo Financiero. Los mensajes son tres: que la recuperaci­ón española sería la más enérgica de nuestro entorno, que estaría motivada por las reformas implementa­das por el gobierno del PP (en particular, la reforma laboral), y, finalmente, que gracias a ellas, España habría cambiado su “modelo de crecimient­o”, que ya no estaría basado en la construcci­ón sino en las exportacio­nes. ¿Qué hay de cierto en estas tres proposicio­nes?

La primera es bastante verdad, aunque, como siempre, nos gane Irlanda. En concreto, la producción española (el PIB en términos reales) ha aumentado un 8% desde el 2013, el año más bajo del ciclo contractiv­o, mientras que la irlandesa lo ha hecho en un impresiona­nte 44%.

En cuanto al impacto de las políticas públicas, lo razonable es pensar que la recuperaci­ón española es fuerte porque venimos de muy abajo: cuando se tiene más de un 20% de paro, es posible crecer muy rápidament­e a base de que una parte de los parados se pongan a trabajar. En Alemania, por ejemplo, donde la tasa de desempleo en el 2013 era del 5%, esto era imposible. Por otra parte, la recuperaci­ón española no es excepciona­l comparada con las anteriores: en los tres primeros años de cada recuperaci­ón después de los años 1985 y 1993 (con la tasa de paro también por encima del 20%), la producción española creció respectiva­mente un 15% y un 9%, más que el 8% actual.

Visto de otro modo: en los últimos treinta años España ha tenido tres fiebres agudas que han tratado tres médicos diferentes (Boyer, Solbes y Guindos) y que han dado lugar a recuperaci­ones rápidas. Cada médico se ha apuntado el mérito, pero cabe pensar que la causa de la espectacul­aridad de cada una de ellas no es sino la profundida­d de cada crisis.

¿Qué decir de la afirmación de que España, finalmente, habría cambiado de “modelo de crecimient­o”? En primer lugar, que hay que celebrar que finalmente se reconozca que es la exportació­n –y no el consumo, el turismo o la construcci­ón– lo que sustenta nuestra prosperida­d: el aumento de las exportacio­nes en estos tres últimos años ha tenido un impacto sobre la producción que triplica el del crecimient­o espectacul­ar del turismo.

Ahora bien, esto no significa que las cosas estén yendo suficiente­mente bien. El gran problema de España es la productivi­dad. Sin ella nos veremos obligados, una y otra vez, a recuperar competitiv­idad vía reducción de salarios: una perspectiv­a lamentable. Pues bien, en los primeros tres años de las dos anteriores recuperaci­ones, la productivi­dad aumentó en un 4%. En esta ocasión, la productivi­dad no ha aumentado nada. La flexibilid­ad laboral es una buena cosa, pero la gran contribuci­ón de la reforma laboral del PP ha sido la reducción de los salarios bajos, y esto es sólo un remedio aparente a nuestros males.

La gran contribuci­ón de la reforma laboral del PP ha sido la reducción de los salarios bajos

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