¿Un nuevo modelo?
Una vez publicadas las cifras del 2016, Guindos reitera declaraciones triunfalistas la semana pasada en el Círculo Financiero. Los mensajes son tres: que la recuperación española sería la más enérgica de nuestro entorno, que estaría motivada por las reformas implementadas por el gobierno del PP (en particular, la reforma laboral), y, finalmente, que gracias a ellas, España habría cambiado su “modelo de crecimiento”, que ya no estaría basado en la construcción sino en las exportaciones. ¿Qué hay de cierto en estas tres proposiciones?
La primera es bastante verdad, aunque, como siempre, nos gane Irlanda. En concreto, la producción española (el PIB en términos reales) ha aumentado un 8% desde el 2013, el año más bajo del ciclo contractivo, mientras que la irlandesa lo ha hecho en un impresionante 44%.
En cuanto al impacto de las políticas públicas, lo razonable es pensar que la recuperación española es fuerte porque venimos de muy abajo: cuando se tiene más de un 20% de paro, es posible crecer muy rápidamente a base de que una parte de los parados se pongan a trabajar. En Alemania, por ejemplo, donde la tasa de desempleo en el 2013 era del 5%, esto era imposible. Por otra parte, la recuperación española no es excepcional comparada con las anteriores: en los tres primeros años de cada recuperación después de los años 1985 y 1993 (con la tasa de paro también por encima del 20%), la producción española creció respectivamente un 15% y un 9%, más que el 8% actual.
Visto de otro modo: en los últimos treinta años España ha tenido tres fiebres agudas que han tratado tres médicos diferentes (Boyer, Solbes y Guindos) y que han dado lugar a recuperaciones rápidas. Cada médico se ha apuntado el mérito, pero cabe pensar que la causa de la espectacularidad de cada una de ellas no es sino la profundidad de cada crisis.
¿Qué decir de la afirmación de que España, finalmente, habría cambiado de “modelo de crecimiento”? En primer lugar, que hay que celebrar que finalmente se reconozca que es la exportación –y no el consumo, el turismo o la construcción– lo que sustenta nuestra prosperidad: el aumento de las exportaciones en estos tres últimos años ha tenido un impacto sobre la producción que triplica el del crecimiento espectacular del turismo.
Ahora bien, esto no significa que las cosas estén yendo suficientemente bien. El gran problema de España es la productividad. Sin ella nos veremos obligados, una y otra vez, a recuperar competitividad vía reducción de salarios: una perspectiva lamentable. Pues bien, en los primeros tres años de las dos anteriores recuperaciones, la productividad aumentó en un 4%. En esta ocasión, la productividad no ha aumentado nada. La flexibilidad laboral es una buena cosa, pero la gran contribución de la reforma laboral del PP ha sido la reducción de los salarios bajos, y esto es sólo un remedio aparente a nuestros males.
La gran contribución de la reforma laboral del PP ha sido la reducción de los salarios bajos