Sí abrumador del Parlamento al adelanto electoral de Theresa May
La premier quiere una campaña centrada en ella misma, más que en el Brexit
Con 522 votos a favor y sólo 13 en contra, Theresa May vio refrendado ayer en el Parlamento su adelanto electoral. La primera ministra aspira a ganar un poder casi absoluto para negociar sin cortapisas con Bruselas un Brexit duro.
Los británicos van a tener, al fin y al cabo, un segundo referéndum, después de que la Cámara de los Comunes aceptara por 522 votos a 13 la automoción de censura presentada por el propio Gobierno contra sí mismo para justificar las elecciones anticipadas del 8 de junio. El tipo de mayoría aplastante con que solían ganar Hosni Mubarak en Egipto, Hafez el Asad en Siria y Sadam Husein en Irak. O que habría parecido un resultado aceptable al exlíder norcoreano Kim Il Sung si en su diccionario hubiera figurado la palabra democracia.
La cuestión es sobre qué será este referéndum. Si sobre la interpretación del Brexit, como desean los liberaldemócratas, Verdes y nacionalistas escoceses y galeses, un sector del Labour y el sector disidente
tory, o sobre el liderazgo de Theresa May, como pretende la primera ministra, cuyo llamamiento a las urnas es en realidad una solicitud de poder absoluto para negociar con Bruselas y Berlín en los términos que ella quiera, con un cheque en blanco de los votantes. Su objetivo es ser la reina sol en el Reino Unido del siglo XXI.
En principio, tras el previsible respaldo legislativo a unas elecciones anticipadas (nadie podía dar la impresión de tener miedo a los votantes), May no ha ofrecido ningún indicio de que en las próximas siete semanas concretará los términos de su propuesta para salir de la Unión Europea. De que explicará a la ciudadanía los términos comerciales que espera obtener (más allá de una generalidad como “los mejores posibles”), sus planes para controlar la inmigración, el destino que prevé para los europeos que residen en el Reino Unido, las medidas para combatir la inflación que se les viene encima y la falta de trabajadores en sectores como la agricultura, la medicina, la hostelería, la restauración y la atención social.
A pesar del incumplimiento por May de su promesa de no adelantar elecciones, y de las críticas de oportunismo político, tan sólo nueve laboristas, tres independientes y un socialdemócrata del Ulster tuvieron las agallas de votar en contra de la convocatoria improvisada por la primera ministra durante sus paseos por las colinas del País de Gales durante la Semana Santa.
“Por mucho que me haya resistido –insistió en un debate de hora y media en la Cámara de los Comunes previo a la votación–, llegué a la inevitable conclusión de que el país necesita un gobierno fuerte y una clara mayoría parlamentaria para las difíciles negociaciones que se avecinan con la Unión Europea. De otro modo, Bruselas se habría aprovechado de nuestras divisiones internas, y la oposición habría obstaculizado cada paso del proceso”.
La líder conservadora no puede decirlo, pero en realidad, con el Labour reducido a cenizas, el principal objetivo de las elecciones es reforzarse dentro de su propio partido, tanto ante el pequeño grupo de eurófilos que pide un Brexit blando como –sobre todo– ante los brexiteros duros que quieren marcharse dando un portazo en cuanto Michel Barnier –el negociador jefe de la UE– les presente una factura de divorcio estimada en 60.000 millones de euros. Que no quieren saber nada del mercado único ni la unión aduanera, que viven en una especie de versión política de La La Land.
Las réplicas del terremoto político desencadenado por May empezaron a notarse en seguida. Tony Blair pidió una “coalición progresista proeuropea” para frenar el Brexit duro; el exministro de Economía George Osborne (nuevo director del periódico Evening Standard) renunció a su escaño parlamentario; diputados laboristas contrarios a Corbyn anunciaron que no se presentarán a la reelección, y una encuesta del Times confirmó el pronóstico de que los conservadores obtendrán una mayoría absoluta de más de cien escaños.
May, una nacionalista inglesa autoritaria, descartó en seguida su presencia en debates televisados con el argumento de que “todo está ya dicho”, y sólo se trata de reforzar o no su liderazgo. Como si las elecciones fueran sólo sobre ella, una cuestión de confianza en su persona, por y para el Brexit, y no hubiera que hablar también aunque sólo fuera un poco de la economía, el déficit, la falta de vivienda, la austeridad, el lugar en el mundo de un país nostálgico afectado por una crisis existencial.
Los conservadores tienen grandes expectativas sobre la cita del 8 de junio, incluso cuentan con superar la mayoría de 144 escaños de la que llegó a disfrutar Margaret Thatcher en su mejor momento. Pero las elecciones no son matemáticas, los tories son una tribu de caníbales políticos que no duda en comerse a sus propios líderes y los votantes son impredecibles. Si los 21 puntos de ventaja que les dan las encuestas se quedaran reducidos a la mitad, eso sí que sería una remuntada del Labour.
La premier no quiere que los comicios sean un referéndum sobre el Brexit, sino sobre ella La primera ministra descarta debates televisados y tiene una agenda minimalista