La Vanguardia

La sordidez que no cesa

- Enric Juliana

Ignacio González fue uno de los más feroces adversario­s de Mariano Rajoy en la primavera del 2008. Después de perder por segunda vez ante José Luis Rodríguez Zapatero, a Rajoy le querían echar. Coaguló durante unos meses en Madrid un frente de rechazo capitanead­o por Esperanza Aguirre, tutelado por José María Aznar, jaleado por Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos, asistido espiritual­mente por el cardenal Rouco Varela. En ese mejunje estaba Ignacio González, entonces número dos de la Comunidad de Madrid. Fue él quién más se encaró con Rajoy en algunas reuniones del comité ejecutivo del partido. González ya era entonces un hombre poderoso en Madrid. Tenía en sus manos resortes acaudalado­s. Tenía en sus manos el Canal de Isabel II, la ubérrima sociedad de aguas de Madrid. Rajoy logró resistir. Resistir, resistir, resistir. La crisis económica puso el Gobierno de España en sus manos y las tornas cambiaron. Rajoy había ganado la partida a la derecha castiza de Madrid.

En otro momento, la detención del siniestro González habría significad­o un alivio para el presidente del Gobierno. Ahora, le complica la vida. El resistente Rajoy ha mejorado su posición en la Unión Europea, tiene el pleno apoyo de alemanes y franceses, la economía crece en las estadístic­as, la aprobación del presupuest­o del 2017 parece posible, el PSOE sigue noqueado y el soberanism­o catalán podría llegar a perderse en el interior de su propio laberinto. El lunes de Pascua, cuando Madrid volvió a ponerse en marcha, la única oposición era el autobús de Podemos.

En tres días la dirección del viento ha cambiado. Los jueces deciden que Rajoy preste declaració­n como testigo del caso Gürtel y el cadáver político de Ignacio González irrumpe con estrépito. El relato del Partido Popular está arruinado. El PP no logra salir del marco de la corrupción. Sus agarradero­s son la demanda de estabilida­d que viene de Europa, la inanidad del PSOE y el laberíntic­o jaleo de Catalunya. Madrid olía ayer a azufre, como en otoño del 2014, cuando se destaparon las tarjetas black. Un enfado cósmico recorre de nuevo España, sin que nadie esté en condicione­s de articular una moción de censura en el Congreso. El autobús de Podemos domina el paisaje y la candidatur­a de Pedro Sánchez no es una broma.

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