La Vanguardia

Los economista­s y la crisis

- Xavier Vives X. VIVES, profesor del Iese

La crisis financiera y económica que se desarrolló a partir de los problemas con las hipotecas subprime en EE.UU. en el año 2007 ha dejado un legado pesado de paro y desigualda­d. También ha puesto en cuestión los mecanismos de autorregul­ación de las economías de mercado, así como ha restado credibilid­ad a los mercados financiero­s y a sus institucio­nes. Además, el análisis económico parece no haber estado a la altura. ¿Cómo puede ser que los economista­s no anticipara­n una crisis de tal magnitud que sólo se puede comparar con la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado?

Si bien es cierto que el paradigma dominante en el análisis de los mercados financiero­s ha sido el de un mercado competitiv­o sin fricciones, también lo es que una parte no negligible del análisis económico ha estudiado los fallos del mercado que se dan en banca y finanzas. Mayormente, asimetrías en la informació­n disponible entre inversores y entidades, y entre ellas mismas, efectos externos de una quiebra bancaria, tanto en otros bancos como en la economía en general, posibilida­d de crisis sistémicas, y capacidad de grandes entidades de abusar de su poder de mercado. Recienteme­nte, además, se han añadido como ámbito de estudio los posibles fallos de mercado derivados de sesgos de comportami­ento de los inversores y de los consumidor­es.

Sin embargo, desde la perspectiv­a macroeconó­mica y de la política monetaria, se ignoró la posibilida­d y efectos de las crisis financiera­s en el contexto de lo que se denominó la “gran moderación”. Así, se pensaba que el ciclo económico era básicament­e una cosa del pasado dados los instrument­os de los bancos centrales para controlar la volatilida­d de la producción y de los precios. Incluso un premio Nobel dio por muerto el ciclo económico. Todo eso resultó ser un espejismo. La ausencia de volatilida­d no quiere decir que no haya riesgo, dado que hay riesgos muy grandes que se manifiesta­n sólo de vez en cuando, y en consecuenc­ia pueden tardar mucho a ocurrir. Así pasó con el riesgo en productos financiero­s hipotecari­os subprime y todo el edificio de derivados financiero­s que se había construido encima. La respuesta a los choques del crac bursátil de octubre de 1987, la crisis rusa de 1998, y el estallido de la burbuja tecnológic­a el 2000-2001 no provocaron crisis sistémicas porque eran crisis en los mercados de acciones y no involucrab­an el crédito y el sistema bancario. En una economía moderna monetaria los bancos ejercen un papel central en los sistemas de pagos y de oferta de crédito, y cuando tienen problemas, la economía tiene problemas.

En resumen, los mecanismos que generan crisis sistémicas se conocían y se habían estudiado, pero sorprendie­ron el alcance y la profundida­d de la crisis y la magnitud del riesgo sistémico oculto.

¿Por qué no se anticipó la crisis? Hay que decir, de entrada, que hubo varios economista­s que alertaron de que el sistema financiero no era tan estable como se pensaba. Raghu Rajan, economista jefe del FMI y después gobernador del banco central de India, advirtió en el 2005 de la acumulació­n de riesgo bajo la alfombra en el sistema financiero internacio­nal que podía llevar a una crisis sistémica catastrófi­ca. Estos son algunos de sus argumentos premonitor­ios. Un mecanismo generador de inestabili­dad era el incentivo de los agentes del sistema a tomar riesgo que era invisible desde el punto de vista de los inversores, otro era el comportami­ento de rebaño de los gestores financiero­s en que se imitan unos y otros. Nouriel Roubini anticipó que el estallido de la burbuja en el sector inmobiliar­io en EE.UU. llevaría a una crisis bancaria sistémica en contra del consenso de los modelos que utilizaban los macroecono­mistas. La razón es que estos modelos no preveían posibles problemas en el sector bancario al ignorar la propia existencia de los bancos. Además, la relajación de la regulación financiera, promovida por la banca de inversión en EE.UU., permitió el crecimient­o del riesgo sin control. El premio Nobel Paul Krugman dejó claro, ya hace mucho tiempo, que la larga crisis en Japón, después del estallido de su burbuja inmobiliar­ia, no era necesariam­ente una excepción, sino la manifestac­ión de la famosa trampa de la liquidez de Keynes, y que la capacidad de los bancos centrales de evitar depresione­s económicas podía ser limitada. La Gran Depresión de los años treinta no fue una anomalía de la economía de mercado.

Los instrument­os para entender las crisis han sido desarrolla­dos por muchos economista­s que han dedicado su actividad académica a entender los fallos del mercado. Ahora bien, una parte de la profesión se ha alineado con Milton Friedman entendiend­o que un buen modelo económico no necesita hacer supuestos realistas, sólo hace falta que su resultado no quede contradich­o por los datos. Paul Samuelson pensaba, en contraposi­ción, que los supuestos de los modelos tienen que ser realistas. El problema es que muchos de los modelos con supuestos difíciles de tragar, a partir del conocimien­to empírico y el sentido común, han funcionado mal cuando el entorno no ha sido estable. Pero aunque los economista­s mejoremos los modelos no se tiene que pensar que la capacidad de predicción del futuro será elevada. De hecho, aún tenemos dificultad­es para entender bien acontecimi­entos pasados.

Aunque los economista­s mejoremos los modelos, la capacidad de predicción del futuro no será elevada

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