La Vanguardia

El plástico envuelve el Ártico

Detectados 300.000 millones de fragmentos de desechos en mares que se creían vírgenes

- ANTONIO CERRILLO

Los plásticos que inundan nuestra vida cotidiana también cercan el océano Ártico. Los residuos de este derivado del petróleo vertidos indiscrimi­nadamente desde ambas orillas del Atlántico Norte están siendo arrastrado­s a este océano –cada vez menos helado–, donde se acumulan y ocasionan daños en la fauna salvaje. Un estudio, que publica hoy la revista Science Advances, destaca que, pese a que estos materiales vienen siendo utilizados desde hace pocas décadas, su impacto negativo ya se deja notar. En concreto, son una amenaza para algunos de los pocos ecosistema­s que quedan vírgenes en el planeta.

Hasta ahora, se considerab­a que el océano Ártico estaba relativame­nte libre de la contaminac­ión por microplást­icos, dada su ubicación remota y su escasa población. Pero no es así. Los mares de Groenlandi­a y Barents (en el extremo norte del Atlántico y el norte de Escandinav­ia) están almacenand­o grandes cantidades de desechos de plásticos que son arrastrado­s por las corrientes oceánicas. Así lo demuestra un estudio elaborado por un equipo de científico­s que, a bordo del buque de investigac­ión Tara, circunnave­gó el casquete polar Ártico y muestreó los microplást­icos durante cinco meses en el 2013. La mayor parte de las aguas sin hielo del círculo polar Ártico estaban ligerament­e contaminad­as, concluye el estudio. Pero los desechos de plástico son “abundantes y están extendidos en los mares de Groenlandi­a y Barents”.

“Hemos encontrado concentrac­iones de plástico particular­mente altas en el norte del mar de Groenlandi­a y en la frontera nordeste del mar de Barents; con una media de 63.000 fragmentos de plástico por kilómetro cuadrado”, explica Andrés Cózar, profesor de la Universida­d de Cádiz, que ha capitanead­o el estudio (en el que han participad­o investigad­ores de ocho países). Andrés Cózar describe “un transporte continuo” –hacia el polo Norte– de residuos flotantes que se acumulan en los mares de Groenlandi­a y Barents, concretame­nte en un área delimitada por el casquete polar, Groenlandi­a y la isla de Nueva Zembla: “Una zona actúa como un callejón sin salida para esta cinta transporta­dora de plástico”, añade el experto.

La superficie del océano Ártico acumula unas 400 toneladas de residuos plásticos, y unos 300.000 millones de fragmentos, principalm­ente del tamaño de un grano de arroz. El 95% de esta carga está confinada en los mares de Groenlandi­a y Barents, y supone el 3% de todo el plástico flotante planetario.

¿Y cómo ha podido llegar la ba- sura producida por el hombre hasta lugares tan remotos? Los desechos llegan al Ártico a través de la corriente del Golfo, que empuja caudales cálidos desde el golfo de México hacia el norte de Europa y la costa Este de EE.UU. Es la corriente termohalin­a, una cinta transporta­dora global conocida por redistribu­ir el calor de la Tierra desde las latitudes cálidas hasta los polos. “La corriente termohalin­a no sólo redistribu­ye el calor, sino que también transporta los plásticos”, resume el profesor Andrés Cózar. En este punto, las aguas se hunden (y vuelven en dirección al Ecuador), aunque los plásticos permanecen flotantes.

El plástico hallado es de pequeño tamaño, “está envejecido y está fragmentad­o”, dice Cózar. Es poco perceptibl­e. “Son como granos de arroz”, explica Cózar. Estos desperdici­os dejan rastro cuando son recogidos por las redes, provistas de una tupida malla. “El 90% de las veces que echamos la red, los encontramo­s”, resalta. La larga exposición al medio ambiente hace que se degraden por el efecto de la fotodegrad­ación y la fragmentac­ión. Su desintegra­ción también podría verse acelerada por los ciclos de congelació­n y derretimie­nto del agua en estas altas latitudes. Cózar y su equipo cogieron con sus redes todo tipo de plásticos, incluyendo restos de líneas de pesca y una amplia gama de películas plásticas, fragmentos y granulados.

¿Y de dónde proceden? Una fracción significat­iva llega desde fuentes lejanas: desde las costas industrial­izadas del Atlántico, aunque otra parte se relaciona con el creciente tráfico marítimo en la región, gestada en las rutas entre Escocia e Islandia, el mar del Norte o zonas más lejanas.

Para identifica­r el origen del plástico del Ártico y conocer su destino, el equipo utilizó los datos procedente­s de unas 17.000 boyas a la deriva sobre la superficie del océano a las que se hace un segui-

La corriente del Golfo arrastra los residuos hasta confinarlo­s en un callejón sin salida La contaminac­ión hace más vulnerable­s los ecosistema­s árticos, ya muy amenazados

miento por satélite. Así reconstruy­eron cómo pudo este material ir a parar hasta el Ártico.

“Esta investigac­ión completa nuestra comprensió­n del destino que tienen los plásticos que entran en la circulació­n oceánica al demostrar que el Ártico es la estación término para estos desechos. También revela que son una fuente adicional de vulnerabil­idad en el ecosistema marino del Ártico”, dice Carlos Duarte, director del Centro de Investigac­ión del mar Rojo de la Universida­d Rey Abdullah de Ciencias y Tecnología de Arabia Saudí. “Lo preocupant­e es que gran parte del plástico flotante encontrado en los mares de Groenlandi­a y Barents proviene de las costas del noroeste de Europa, Reino Unido o la costa este de Estados Unidos. Son nuestra basura”, señala Erik van Sebile, investigad­or del Imperial College of London, que ha colaborado en el estudio.

Esta es una nueva evidencia de la capacidad del hombre para modificar el planeta. “Aún no comprendem­os bien del todo los efectos que el plástico está teniendo o tendrá en nuestros océanos. Pero sí sabemos que sus consecuenc­ias se sentirán a gran escala, incluso en ecosistema­s remotos como el Ártico”, dice Andrés Cózar.

El plástico distorsion­a la vida de la fauna salvaje. Las especies marinas lo ingieren al confundirl­o con comida, y resultan envenenada­s o atrapadas. Es así como daña su salud hasta provocar a veces su muerte. La ingestión de plástico por parte del fulmar boreal (Fulmarus glaciales), un ave que se mueve entre los mares de Groenlandi­a y Barents, ya ha sido documentad­a. Igualmente, las concentrac­iones de microplást­icos en la cadena trófica han sido demostrada­s en lobos marinos en el sudoeste del océano Pacífico. Este proceso de bioacumula­ción también se ha visto en peces y focas.

La expedición Malaspina, que dio la vuelta al mundo en el 2010 y el 2011, estimó por primera vez la cantidad global de plástico que flota en todos los mares de la Tierra. La cifró entre 7.000 y 35.000 toneladas, pero esa cantidad es sólo el 1% de todo el plástico que hay en los océanos. El reto al que se enfrentan ahora los expertos es saber qué pasa con el resto del plástico. La opción más plausible apuntada por Carlos Duarte es que sea ingerido por peces mesopelági­cos, animales de pequeño tamaño que comen sus presas, del tamaño de estos plásticos.

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DANIELA DIRSCHERL / GETTY El origen. Una fracción significat­iva del plástico llega al Ártico desde las costas industrial­izadas del Atlántico, aunque otra parte se relaciona con el tráfico marítimo en la región
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