El plástico envuelve el Ártico
Detectados 300.000 millones de fragmentos de desechos en mares que se creían vírgenes
Los plásticos que inundan nuestra vida cotidiana también cercan el océano Ártico. Los residuos de este derivado del petróleo vertidos indiscriminadamente desde ambas orillas del Atlántico Norte están siendo arrastrados a este océano –cada vez menos helado–, donde se acumulan y ocasionan daños en la fauna salvaje. Un estudio, que publica hoy la revista Science Advances, destaca que, pese a que estos materiales vienen siendo utilizados desde hace pocas décadas, su impacto negativo ya se deja notar. En concreto, son una amenaza para algunos de los pocos ecosistemas que quedan vírgenes en el planeta.
Hasta ahora, se consideraba que el océano Ártico estaba relativamente libre de la contaminación por microplásticos, dada su ubicación remota y su escasa población. Pero no es así. Los mares de Groenlandia y Barents (en el extremo norte del Atlántico y el norte de Escandinavia) están almacenando grandes cantidades de desechos de plásticos que son arrastrados por las corrientes oceánicas. Así lo demuestra un estudio elaborado por un equipo de científicos que, a bordo del buque de investigación Tara, circunnavegó el casquete polar Ártico y muestreó los microplásticos durante cinco meses en el 2013. La mayor parte de las aguas sin hielo del círculo polar Ártico estaban ligeramente contaminadas, concluye el estudio. Pero los desechos de plástico son “abundantes y están extendidos en los mares de Groenlandia y Barents”.
“Hemos encontrado concentraciones de plástico particularmente altas en el norte del mar de Groenlandia y en la frontera nordeste del mar de Barents; con una media de 63.000 fragmentos de plástico por kilómetro cuadrado”, explica Andrés Cózar, profesor de la Universidad de Cádiz, que ha capitaneado el estudio (en el que han participado investigadores de ocho países). Andrés Cózar describe “un transporte continuo” –hacia el polo Norte– de residuos flotantes que se acumulan en los mares de Groenlandia y Barents, concretamente en un área delimitada por el casquete polar, Groenlandia y la isla de Nueva Zembla: “Una zona actúa como un callejón sin salida para esta cinta transportadora de plástico”, añade el experto.
La superficie del océano Ártico acumula unas 400 toneladas de residuos plásticos, y unos 300.000 millones de fragmentos, principalmente del tamaño de un grano de arroz. El 95% de esta carga está confinada en los mares de Groenlandia y Barents, y supone el 3% de todo el plástico flotante planetario.
¿Y cómo ha podido llegar la ba- sura producida por el hombre hasta lugares tan remotos? Los desechos llegan al Ártico a través de la corriente del Golfo, que empuja caudales cálidos desde el golfo de México hacia el norte de Europa y la costa Este de EE.UU. Es la corriente termohalina, una cinta transportadora global conocida por redistribuir el calor de la Tierra desde las latitudes cálidas hasta los polos. “La corriente termohalina no sólo redistribuye el calor, sino que también transporta los plásticos”, resume el profesor Andrés Cózar. En este punto, las aguas se hunden (y vuelven en dirección al Ecuador), aunque los plásticos permanecen flotantes.
El plástico hallado es de pequeño tamaño, “está envejecido y está fragmentado”, dice Cózar. Es poco perceptible. “Son como granos de arroz”, explica Cózar. Estos desperdicios dejan rastro cuando son recogidos por las redes, provistas de una tupida malla. “El 90% de las veces que echamos la red, los encontramos”, resalta. La larga exposición al medio ambiente hace que se degraden por el efecto de la fotodegradación y la fragmentación. Su desintegración también podría verse acelerada por los ciclos de congelación y derretimiento del agua en estas altas latitudes. Cózar y su equipo cogieron con sus redes todo tipo de plásticos, incluyendo restos de líneas de pesca y una amplia gama de películas plásticas, fragmentos y granulados.
¿Y de dónde proceden? Una fracción significativa llega desde fuentes lejanas: desde las costas industrializadas del Atlántico, aunque otra parte se relaciona con el creciente tráfico marítimo en la región, gestada en las rutas entre Escocia e Islandia, el mar del Norte o zonas más lejanas.
Para identificar el origen del plástico del Ártico y conocer su destino, el equipo utilizó los datos procedentes de unas 17.000 boyas a la deriva sobre la superficie del océano a las que se hace un segui-
La corriente del Golfo arrastra los residuos hasta confinarlos en un callejón sin salida La contaminación hace más vulnerables los ecosistemas árticos, ya muy amenazados
miento por satélite. Así reconstruyeron cómo pudo este material ir a parar hasta el Ártico.
“Esta investigación completa nuestra comprensión del destino que tienen los plásticos que entran en la circulación oceánica al demostrar que el Ártico es la estación término para estos desechos. También revela que son una fuente adicional de vulnerabilidad en el ecosistema marino del Ártico”, dice Carlos Duarte, director del Centro de Investigación del mar Rojo de la Universidad Rey Abdullah de Ciencias y Tecnología de Arabia Saudí. “Lo preocupante es que gran parte del plástico flotante encontrado en los mares de Groenlandia y Barents proviene de las costas del noroeste de Europa, Reino Unido o la costa este de Estados Unidos. Son nuestra basura”, señala Erik van Sebile, investigador del Imperial College of London, que ha colaborado en el estudio.
Esta es una nueva evidencia de la capacidad del hombre para modificar el planeta. “Aún no comprendemos bien del todo los efectos que el plástico está teniendo o tendrá en nuestros océanos. Pero sí sabemos que sus consecuencias se sentirán a gran escala, incluso en ecosistemas remotos como el Ártico”, dice Andrés Cózar.
El plástico distorsiona la vida de la fauna salvaje. Las especies marinas lo ingieren al confundirlo con comida, y resultan envenenadas o atrapadas. Es así como daña su salud hasta provocar a veces su muerte. La ingestión de plástico por parte del fulmar boreal (Fulmarus glaciales), un ave que se mueve entre los mares de Groenlandia y Barents, ya ha sido documentada. Igualmente, las concentraciones de microplásticos en la cadena trófica han sido demostradas en lobos marinos en el sudoeste del océano Pacífico. Este proceso de bioacumulación también se ha visto en peces y focas.
La expedición Malaspina, que dio la vuelta al mundo en el 2010 y el 2011, estimó por primera vez la cantidad global de plástico que flota en todos los mares de la Tierra. La cifró entre 7.000 y 35.000 toneladas, pero esa cantidad es sólo el 1% de todo el plástico que hay en los océanos. El reto al que se enfrentan ahora los expertos es saber qué pasa con el resto del plástico. La opción más plausible apuntada por Carlos Duarte es que sea ingerido por peces mesopelágicos, animales de pequeño tamaño que comen sus presas, del tamaño de estos plásticos.