Negociaciones de asociación Andorra UE, geometría variable y Brexit
El proceso de acercamiento de Andorra a la UE viene de lejos y es gradual. La primera etapa tuvo un carácter principalmente comercial y se concretó en el Acuerdo de Unión Aduanera de 1990. En la segunda etapa se firmaron acuerdos sobre cooperación y fiscalidad del ahorro (2004) y asuntos monetarios (2011). Actualmente, nos encontramos en plena tercera fase de acercamiento a la UE, dentro de la cual ya se ha firmado un nuevo acuerdo fiscal sobre intercambio automático de información (2016), que ha puesto punto y final al secreto bancario en el Principado, y desde 2015 se está negociando un acuerdo de asociación que permitiría el acceso al mercado interior europeo. En cada una de estas etapas, Andorra ha tenido como interlocutora a una UE situada en un momento determinado de su proceso integrador. De este modo, el eurooptimismo fue la tónica imperante durante las dos primeras etapas, mientras que en la etapa actual nos vemos confrontados con una UE que desde hace años está atravesando crisis internas muy importantes –como la del euro, los refugiados o el Brexit– y graves amenazas externas –como las ambiciones de Putin, el Estado Islámico, el terrorismo yihadista o los planteamientos antieuropeos de Donald Trump–. Todo eso ha hecho que, por ejemplo, el presidente de la Comisión Europea haya podido declarar que la UE se encuentra en medio de una verdadera “crisis existencial”. Todos los Estados miembros de la UE menos el Reino Unido, que quiere abandonar el club comunitario después del triunfo en referéndum del Brexit, en junio del año pasado, acaban de reunirse en Roma para celebrar el 60º aniversario de los tratados de Roma (CEE y EURATOM), realizar un balance de la situación y proceder al relanzamiento del proceso integrador. Con esta intención, han adoptado la denominada Declaración de Roma. Este documento abre la puerta a una Europa de varias velocidades o, dicho de otra forma, de geometría variable. La integración diferenciada, que, de hecho, ya existe en determinados campos (euro, Schengen, etc.), se convertiría en la norma y no en la excepción del nuevo modelo de integración. Es probable que las múltiples velocidades se complementen con niveles de integración flexibles y diferenciados. Todo eso indica que la UE podría dirigirse hacia una nueva arquitectura legal e institucional mucho más variada e imaginativa que la actual, con un núcleo duro formado, probablemente, por los países del euro, y a su alrededor un conjunto de círculos exteriores formados por países con diferentes niveles de compromiso, dentro de los que podrían caber todos los países europeos, incluso el Reino Unido, Turquía o Ucrania. Este nuevo marco parece favorable a Andorra, ya que para ella es vital el reconocimiento de especificidades y la obtención de tratos diferenciados y flexibles por parte de sus interlocutores comunitarios. Vendría a apoyar lo que ya está previsto en la declaración 3 del artículo 8 del Tratado de Lisboa: la UE tendrá en cuenta la situación particular de los Estados de pequeña dimensión territorial que mantienen con ella relaciones específicas de proximidad. En cambio, la apertura de las negociaciones de salida del Reino Unido como consecuencia del Brexit, que requerirá la máxima atención y un trato prioritario por parte de las instituciones europeas, podría suponer un retraso de las negociaciones andorranas de asociación. En este sentido se ha manifestado el excomisario europeo Günter Verheugen, de nacionalidad alemana, cuando ha declarado textualmente en una visita reciente a Andorra que “habrá que esperar a ver qué pasa con el Brexit”. Sin embargo, también ha dicho que Andorra no tiene mejor opción de futuro que un nuevo acercamiento a la UE y que el acuerdo de asociación, con la condición de que acabe incorporando las justas aspiraciones de los andorranos en materia de especificidades, permitirá contar con un marco estable a largo plazo que favorecerá el desarrollo del Principado.