Fotografía realista

El Barça se fue de Europa atacando. Como se le pedía y se le presuponía. Encerrando a la Juve en su área, aseando su imagen turinesa y desplegando un ejercicio futbolístico cargado de honestidad, aplaudido emotivamente por su gente, pero insuficiente, retrato descarnado en realidad del progresivo empeoramiento del equipo azulgrana en esta tercera temporada a las órdenes de Luis Enrique.

En la atmósfera del Camp Nou flotaron mezclados sentimientos de agradecimiento por el esfuerzo y las aventuras vividas con cierta tristeza por los evidentes síntomas de agotamiento de un grupo de futbolistas que pudo hace un mes con un imposible pero ya no con dos, exprimido física y futbolísticamente, viajando de un sistema a otro con la mejor de las intenciones, pero usando a los mismos de siempre. Sólo Umtiti ha funcionado de entre los refuerzos que debían renovar la plantilla. Es ahí donde deberán concentrarse los análisis de aquí al verano, en la trastienda de la secretaría técnica, pero ojo, sin desatender todavía el presente. Llega el clásico el domingo y no es cuestión de hacerse daño: el Madrid está de subidón y el Barça de todo lo contrario, un escenario peligroso por el que sería letal dejarse llevar.

Hay que detenerse en el Juventus para no ser injustos. La eliminación tiene su explicación en el crecimiento de los italianos respecto a la final de Berlín. El ombliguismo azulgrana, ese que se recrea en resaltar las virtudes propias ninguneando las ajenas, pertenece a otra época de belleza ahora robada. No se deja al Barça sin marcar 180 minutos sin un plan trabajadísimo. En comparación con el PSG, proyecto de nuevo rico de andamiaje aparente pero a la postre prefabricado, la Juve se sostiene sobre columnas pétreas. Esta squadra no se asusta. No comete errores. Y tiene dos centrales que son puro tabique. Hablamos de la Vecchia Signora. El Barça buscó el gol que encendiera la mecha todo el tiempo, pero la señora mayor negó el ruido a la muchachada. Es tiempo de recogimiento.