La Vanguardia

No hay tres sin uno

Nadie se fue hasta el final por si la grada tenía que marcar el segundo gol, pero faltó el primero del equipo

- CARLES RUIPÉREZ Barcelona

Quizás en la vida no hay dos sin tres, pero en el fútbol no hay tres sin uno. El Camp Nou marcó el segundo gol, como imaginó Luis Enrique. El problema es que el Barça no llegó a hacer el primero, y así sí es imposible. O mejor dicho el Juventus no lo concedió. No dejó que el Barcelona se metiese en la eliminator­ia ni un minuto. Aunque por momentos parecía por el ambiente y las prisas en el césped que sólo faltaba un gol y estaba cerca, la realidad es que se requerían tres y siempre estuvo lejos.

Nadie se movió de su asiento hasta después del pitido final, por si acaso, y todos en la grada reconocier­on el esfuerzo y la voluntad de los blaugrana, que murieron con las botas puestas. Sin embargo, querer no fue poder. Doce córners sin rematar. Más de veinte disparos pero sólo dos paradas de Buffon. El Juventus se fue sólo con rasguños a semifinale­s. Cualquier ataque e intentona parecían caricias para el campeón italiano, al que Messi, Suárez y Neymar sólo le hacían cosquillas.

El Barça había marcado tres goles al PSG en siete minutos y celebrado otras tres dianas contra el Sevilla en nueve minutos pero ayer no pudo ser ni uno en 90 minutos. Y los barcelonis­tas se quedaron a cero en casa en la Champions, lo que no sucedía desde 2013 en el 0-3 del Bayern.

Cuando el Juventus entró en la caseta del vestuario después de la primera parte se miró de arriba a abajo para poder hacer balance de daños. Se observó en el espejo y se sorprendió al no verse la ropa agujereada, hecho un coladero.

Porque el Barcelona disparó a diestro y siniestro pero sin pausa ni apuntar. Descargó casi todo el cargador y no dio nunca en la diana. Gastó toda la munición y no hizo pupa. Los turineses no necesitaro­n ni una tirita de todas las vendas que habían traído de casa para tapar las más que presumible­s heridas.

Chiellini y Bonucci estaban cómodos. Se sentían los intocables de Eliot Ness en el Camp Nou. Y qué decir de Buffon, que después de toda la artillería utilizada por el Barcelona sólo tuvo que intervenir en una ocasión, cuando rechazó un disparo de Messi. El resto de los intentos, algunos desde posiciones o en posturas forzadas, de Rakitic, Alba, Leo, Neymar, Sergi Roberto, Iniesta o Luis Suárez se fueron desviados. La pólvora estaba mojada. Las pistolas eran de agua.

Desde el minuto uno de la segunda mitad, Luis Enrique mandó calentar a Alcácer. Pero mientras llegaba el cuarto delantero Piqué hizo de Alexanko. Como hace siete años contra el Inter de Mourinho el plan B sigue siendo que el defensa con alma de delantero se ponga de ariete.

Pero niente. Y más cuando Barzagli se unió a la fiesta –o a la muralla– y vino a hacer compañía a sus inseparabl­es Bonucci y Chiellini. Este último le quitaba el caramelo de la cabeza a Suárez. Y los que más cerca lo tuvieron fueron Mascherano, que aún no ha marcado, y de nuevo Sergi Roberto. A Messi no le salió nada. Pero mientras el Bernabeu silbó a Cristiano contra el Bayern, el Camp Nou coreó a Messi cada vez que se equivocó. Cuánto más decisivo era el error, más afecto recibía el héroe en su misión fallida.

“¡Que salgan los toreros!”, solía cantar La Demencia, en el pabellón Rodrigo de Maeztu, para que los jugadores del Estudiante­s de baloncesto volvieran a la pista a saludar. Ayer los únicos “olés” fueron de los italianos. Pese a la decepción, el Camp Nou, enorme, agitó las banderas cuando ya no quedaba esperanza y estaba perdido. Cantaba la afición mientras lloraba Neymar.

El Juventus se fue sólo con rasguños. Cada intento de arañar fueron caricias para Bonucci, Chiellini y Buffon El Barça disparó a diestro y siniestro pero con prisas y sin apuntar y quedó seco como en el 0-3 ante el Bayern

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Neymar, que lo intentó todo sin acierto, lloró al concluir el partido y su excompañer­o Alves acudió en su busca para abrazarlo
ÀLEX GARCIA Neymar, que lo intentó todo sin acierto, lloró al concluir el partido y su excompañer­o Alves acudió en su busca para abrazarlo

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