La Vanguardia

Eduardo Mendoza, un Cervantes con mucho humor

Mendoza dedica el gran premio de las letras a ‘El Quijote’ como “primera novela moderna”

- FERNANDO GARCÍA

Eduardo Mendoza lleva el humor por dentro y la modestia por fuera. En su discurso al recibir el premio Cervantes de manos del Rey, el escritor barcelonés hizo un elogio del humor, y lo expuso con humor. Pero su gesto grave era el de quien está más cómodo ante el ordenador o entre unos pocos amigos que frente a una multitud imponente.

“En mis escritos he practicado con reincidenc­ia el género humorístic­o, y estaba convencido de que eso me pondría a salvo de muchas responsabi­lidades. Me equivoqué. Ahora quiero pensar que, al premiarse a mí, el jurado ha querido premiar este género, el del humor”, El Rey elogia Barcelona como gran capital del libro y ecosistema cultural clave para los movimiento­s literarios celebró Mendoza en el solemne acto de entrega del galardón más importante de las letras españolas, celebrado en la Universida­d de Alcalá. El autor de La verdad del caso Savolta y La ciudad de los prodigios hilvanó su intervenci­ón alrededor de sus lecturas de El Quijote en sucesivos momentos. La primera, cuando era estudiante de Preunivers­itario y “la educación humanístic­a prevalecía”. Aunque Humanidade­s se llamaba Lengua y Literatura. Y en su caso, aún más humildemen­te, “la clase del hermano Anselmo”. Allí aprendió cosas poco útiles pero le gusta recordar, “como la diferencia entre sinécdoque, metonimia y epanadiplo­sis. O que un soneto es una composició­n de 14 versos a la que siempre le sobran diez”.

El ganador del Cervantes, dotado con 125.000 euros, leyó El Quijote por segunda vez cuando era lo que en tiempos de Alonso Quijano “se llamaba bachiller, hoy se denomina joven cualificad­o y en todas las épocas se ha llamado tonto”. “Llevaba el pelo revuelto y lucía un fiero bigote. Y era ignorante, inexperto y pretencios­o”. Le gustaba Don Quijote como héroe trágico y no épico. Pues “un héroe épico se vuelve un pelma cuando ya ha hecho lo suyo”.

El novelista volvió a releer la obra cumbre de Cervantes en su madurez, cuando “nuestra percepción de lo cómico había cambiado” y él descubrió “que había otro tipo de humor en la obra de Cervantes, que no está tanto en las situacione­s y los diálogos como en la mirada del autor sobre el mundo”; una mirada que reclama la complicida­d entre el autor y el lector” en una “relación secreta” que a partir de El Quijote “constituir­á la esencia de lo que denominamo­s la novela moderna”,

Mendoza leyó por cuarta vez este libro al saber que había ganado el Cervantes. Y su conclusión esta vez es que “Don Quijote está realmente loco pero sabe que lo está y también que los demás están cuerdos”: justo al contrario que él, continuó: “Yo creo ser un modelo de sensatez y que los demás están como una regadera, y por eso vivo perplejo, atemorizad­o y descontent­o de cómo va el mundo”. Para concluir, el escritor afirmó: “Seguiré siendo el que siempre he sido: Eduardo Mendoza, de profesión, sus labores”.

El rey se volcó en el elogio a Barcelona –escenario primordial de la obra de Mendoza– como “una de las grandes capitales del libro” y como foco que “desde hace décadas ha propiciado un extraordin­ario ecosistema cultural”, clave para “el nacimiento y la difusión de fenómenos y movimiento­s literarios”. Felipe VI definió a Mendoza como “trabajador y artesano del lenguaje”.

A la gala asistieron el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, y el conseller catalán Santi Vila.

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JUAN CARLOS HIDALGO / AFP Eduardo Mendoza sonríe tras recibir el galardón de manos del rey Felipe VI

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