Suecia
Cuando Vinçon cerró, Ferran Amat explicaba que uno de los motivos fue que la gente iba a su tienda a embelesarse con las maravillas que tenían pero que, a la hora de comprar, lo hacían en Ikea. Los muebles son de menos calidad, pero también más baratos.
Algún día, alguien tendrá que escribir un libro sobre lo que ha significado Ikea en el comportamiento sociológico de las generaciones que ahora tienen menos de cuarenta años. Con la implantación de la empresa sueca, mucha gente dejó de lado los paseos de una tienda de muebles a otra para encontrar la mesa, la cama o el sofá que necesitan para amueblar la primera casa. Van a Ikea y listos. Algo encontrarán que les complazca. Y si no les acaba de complacer, tanto da, porque, como no cuestan mucho, cuando se harten los tirarán y comprarán otros. El hábito de ir a Ikea como quien va de excursión –con el carrito del niño y la silla de ruedas de la abuela, para que no haya manera de caminar con tranquilidad– ha hecho que poco a poco los europeos del sur se hayan ido acostumbrando a comer en los restaurantes que tienen. Productos de cocina escandinava simplificada que la mayoría de personas no habían probado nunca. Y cuando salen para irse a casa pasan por la tienda que hay más allá de las cajas y se llevan salmón, albóndigas, mostaza, pepinos, rollos de canela, panes suecos, vodka, bolsas de cebolla frita a punto para añadir al hot dog...
El éxito es tan espectacular que ahora Ikea se plantea abrir restaurantes y cafeterías independientes de sus tiendas de muebles.
–¿Quieres que hoy vayamos a cenar al restaurante Ikea? No pongas esa cara. Al restaurante Ikea, no a una cafetería de una tienda Ikea. –Siempre me sorprendes, cariño. Ya nadie recuerda el escándalo que hubo, hace unos años, cuando en las
köttbullar, las albóndigas suecas, apareció carne de caballo. ¡Ningún problema con la carne de caballo, sólo faltaría! El problema es que, oficialmente, las köttbullar se hacen con carne de ternera picada, a la cual a veces se le añade de cerdo. Nunca de caballo. Superado aquel pequeño aprieto, ahora la perspectiva de abrir restaurantes en el centro de las ciudades a los que puedas ir a comer o a cenar es cada vez más clara; supongo que las horas de apertura se alargarán más que las de los Ikea de muebles. De momento han hecho pruebas en París, Milán, Oslo y Londres.
Si deciden abrir una en Barcelona, sé el lugar ideal para hacerlo. En 1998, en Berga reprodujeron el Pabellón de Suecia que los escandinavos construyeron en Barcelona para la Exposición de 1929. Ahora, la torre que inauguraron enfrente en el 2008 ha perdido parte del sombrero. La asociación Amics de la Torre de Suècia dice que la reproducción es una chapuza, porque no la hicieron con la madera de las construcciones de 1929. Por eso piden que –ya que no es ningún patrimonio bergadán– se edifique ahora en Barcelona “hecha por los suecos y fiel al original”. Sería el lugar ideal para instalar el restaurante Ikea de Barcelona. Cerraría perfectamente el círculo de construcción maderera sueco.
Ikea se plantea abrir restaurantes y cafeterías independientes de sus tiendas de muebles