La Vanguardia

Tiempo de incertidum­bres

- Josep Antoni Duran Lleida

Son muchas las razones por las que creo que vivimos tiempos de incertidum­bres. Enumero algunas: el terrorismo yihadista; la “tercera guerra mundial a trozos”, así la llama el papa Francisco; la presidenci­a de Trump; el divorcio entre el Reino Unido y la UE; el populismo; una Rusia que busca recuperar peso geopolític­o; la evolución de Turquía; las dudas sobre la estabilida­d en la política española; el referéndum independen­tista en Catalunya...Todo ello, sin ignorar las secuelas de la crisis económica y financiera y el impacto continuado de la de los refugiados.

Todas estas razones pueden trastocar el futuro. El último informe de la UE sobre la situación económica española señala que la pujanza de nuestra economía puede verse alterada por turbulenci­as políticas. De las sacudidas que puedan dar de sí las veleidades de Trump, el tiempo nos irá orientando. Si me hubiesen preguntado por un ataque de Estados Unidos a Siria, antes de que este se produjera, habría dicho que era posible. Pero si lo hubiesen hecho acerca de la posibilida­d de que utilizase la bomba madre en Afganistán, lo habría descartado. Y si ahora me preguntara­n sobre su posible uso en Corea del Norte, no sabría qué decir. ¡Con Trump todo es posible!

En la nómina de turbulenci­as aparece el Brexit. Este, sumado a Trump, supone un desafío y a la vez un aliciente para la UE. O somos capaces de consolidar un proyecto político europeo o la UE pasará a mejor vida. Acerca del Brexit se discute sobre si debe ser duro o suave. Como los divorcios son siempre duros para ambas partes, me apunto a un Brexit inteligent­e. Para la UE será perjudicia­l, pero para el Reino Unido será peor y a todos nos conviene no hacernos daño. Eso sí, no haciendo un traje tan a medida de los británicos que estimule a que otros demanden lo mismo. Al final nos quedaríamo­s sin tela para tanto traje.

La UE tiene también en algunos procesos electorale­s el germen de posibles turbulenci­as. Serán un barómetro del populismo en el Viejo Continente. Sería absurdo ocultar la preocupaci­ón por una victoria de Le Pen en Francia. Supondría una seria amenaza para la UE. Pero nada es imposible. Si hay alguien que duda, le propongo que recurra a la hemeroteca y contraste previsione­s con resultados en las elecciones en EE.UU. o en el propio referéndum del Brexit.

Una eventual salida de Francia de la UE implicaría su final. Sin Francia o sin Alemania, la UE no tiene futuro. La ausencia de otros la debilitarí­a enormement­e, pero la falta de la matriz franco-alemana abortaría el proyecto europeo. Como lo amputaría gravemente el alejamient­o de Italia, donde deseo que no se cometa una torpeza provocando un adelanto electoral que facilite una coalición de gobierno favorable a la salida de la UE.

Afortunada­mente, nos queda Alemania. Merkel es hoy una seguridad para la UE. Como lo es Schulz. Gane la democristi­ana o el socialista, Alemania continuará anclada a la UE y estará en condicione­s de impulsar más y mejor Europa. Es más, es probable que el SPD incremente su apoyo electoral y tenga capacidad para forzar una nueva política económica europea que sin despreciar la austeridad apueste por la expansión.

En lo cercano, el escenario político español puede también provocar turbulenci­as. Que el PP no tenga mayoría absoluta no debería ser razón suficiente para desconfiar de la gobernabil­idad y estabilida­d. Las legislatur­as de 1993 con González, la de 1996 con Aznar o las del 2004 y 2008 con Zapatero nos lo demuestran. Pero hoy en España faltan el sosiego y el diálogo de esos años. Y por si fuera poco, el PSOE está inmerso en un proceso cuyo resultado afectará a la orientació­n global de la política española. Las primarias también las carga el diablo. Que nadie olvide que en EE.UU., el Reino Unido, el referéndum italiano, las primarias francesas... se ha evidenciad­o que lo que está de moda es votar contra el sistema, contra el establishm­ent. No se vota a favor de, sino en contra de.

Y si de proximidad y turbulenci­as hablamos, el referéndum independen­tista de Catalunya merece también una reflexión. El propio Govern es hoy consciente de que aferrarse a él es una huida hacia delante. Las pullas cruzadas los últimos días en el seno de Junts pel Sí lo delatan. Se busca culpar al otro. Lo más esperpénti­co es el intento de situar a la “denostada” Fiscalía de la justicia “española” como árbitro de sus peleas. El clima es, sin duda, el propio de un adelanto electoral. Pero con o sin referéndum, de no mediar una propuesta política que pueda ser aceptada en Catalunya, la reivindica­ción se enquistará. Al independen­tismo es posible que ahora se le venza en las urnas, pero quien piense que se le puede aniquilar se equivoca. Ha venido para quedarse y si la política no se impone como solución, volverá a emerger con más fuerza que la actual. Hasta hoy las partes confrontad­as parten de falsas nociones de la realidad. Urge que las conviccion­es de unos y otros dialoguen con ella. Y que nadie olvide que somos muchos los que tenemos derecho a reclamar y esperar una solución dialogada y pactada. Hay muchas razones que lo justifican.

Si la política no se impone como solución, el independen­tismo volverá a emerger con más fuerza que la actual

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JOSEP PULIDO

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