La Vanguardia

El trimestre de los milagros

La recta final del curso reabre el debate sobre la utilidad de las repeticion­es

- MAYTE RIUS Barcelona

Apretar o repetir? Ese es el dilema al que se enfrentan estos días muchos escolares –y sus familias–, que acumulan múltiples suspensos en su boletín de notas y, superada la Semana Santa, descubren que el curso ha entrado en la recta final y apenas quedan ocho semanas para que acaben las clases.

“Hay que ser realistas; en el último trimestre hay muy poco margen de reacción porque la tercera evaluación es muy corta”, comenta Benjamín Montenegro, psicólogo especializ­ado en escolares. Y advierte que por estas fechas llegan a las consultas de los psicólogos y pedagogos muchos padres y madres en busca defórmulas mágicas para que sus hijos, con siete u ocho suspensos, aprueben el curso. “Cuando te consultan en enero o febrero se pueden hacer muchas cosas, pero ahora todo son parches,y podemos ayudar a cambiar la metodologí­a de estudio, pero sin promesa de éxito alguna” porque no hacemos milagros, apunta.

Algunos estudiante­s ya han sido informados por los tutores de que tal y como están las cosas repetirán curso, pero todavía son muchos –niños y padres– los que confían en que un sprint final les salvará porque han remontado situacione­s parecidas en el pasado. Pero la tesitura provoca angustia y no pocas tensiones familiares. ¿Y si esta vez el apretón no basta? ¿Podrá solo o es mejor ponerle un refuerzo? ¿Vale la pena que pase de curso a cualquier precio o la falta de preparació­n será un lastre posterior?

Y en este escenario se reabre el debate sobre la utilidad de las repeticion­es, una práctica muy arraigada en el sistema educativo y que goza de cierto respaldo social a pesar de que son muchas las voces y los informes que niegan su eficacia. “La repetición no es solución; debe ser el último, del último, del último recurso”, enfatiza la maestra Maria Vinuesa, de la asociación Rosa Sensat.

“España tiene una tasa de repetición muy elevada, que dobla la media de los países de la OCDE porque existe la creencia de que es bueno que repitan para mejorar sus competenci­as y de que el miedo a repetir hace que los estudiante­s se esfuercen más, pero en realidad el hacer repetir curso a tantos niños acarrea problemas, no es útil para la mayoría y resulta carísimo” en términos de presupuest­o educativo”, explica Ismael Palacín, director de la Fundació Jaume Bofill .

En un estudio sobre la efectivida­d de la repetición en la mejora del rendimient­o educativo financiado por la Fundación Ramón Areces, los profesores Álvaro Choi (UB), María Gil (UAB), Mauro Mediavilla (UV) y Javier Valbuena (UdG) aseguran que a los 16 años prácticame­nte uno de cada tres alumnos españoles ha repetido al menos un curso y que esa repetición no sólo no mejora su rendimient­o sino que tiene un impacto negativo sobre el mismo. Los autores reconocen que los datos existentes no permiten determinar si los repetidore­s obtienen peores resultados que los no repetidore­s por su bajo rendimient­o previo o si es la propia repetición la que merma ese rendimient­o, pero constatan que resulta ineficaz además de provocar que esos estudiante­s carguen con el estigma de ser alumnos poco brillantes y pierdan motivación por el aprendizaj­e. “Las notas cumplen una función se-

REALISMO El periodo que cierra el calendario lectivo es corto y deja poco margen de reacción MARÍA VINUESA, MAESTRA “Repetir no es solución; debe ser el último, del último, del último recurso”

lectiva para poder seguir estudiando o no, pero hay un cuestionam­iento profundo de cómo deben tratarse desde la escuela para que no propicien comportami­entos negativos, para que no se conviertan en un fin en vez de en un medio para el aprendizaj­e y no mermen las ganas de aprender ”, dice Palacín.

Pero que los métodos de evaluación tradiciona­les estén cuestionad­os no les resta trascenden­cia ni tranquiliz­a a los alumnos que se juegan el curso en las próximas ocho semanas porque acumulan suspensos. Y cuando la sombra de la repetición acecha tampoco anima pensar que pueden llegar a ser un problema. Por eso conviene no olvidar que también hay profesores y pedagogos que ven en la repetición ventajas y oportunida­des para determinad­os alumnos.

Montenegro diferencia las repeticion­es en primaria y en secundaria. Considera que en primaria puede ser recomendab­le repetir curso en el caso de niños que además de tener un trastorno de aprendizaj­e son inmaduros y acumulan un retraso académico superior al curso y medio. Pero advierte que la repetición nunca debe ser una decisión aislada, sino que ha de ir acompañada de otras medidas, de un plan de apoyo, de más tutorizaci­ón, de un plan de integració­n en el nuevo grupo. Por eso cree que se han de planificar con antelación y a estas alturas de curso deberían estar ya decididas para que los niños compartan algunas actividade­s con el grupo que viene detrás y resulte más fácil su integració­n el año próximo.

Y en el caso de secundaria, Montenegro –como otros expertos–, opina que si aun niño le cuesta seguir el curso y cada año va arrastrand­o asignatura­s porque se ha desconecta­do del nivel de conocimien­tos exigido, no se trata de darle más de lo mismo, sino de ofrecerle alternativ­as, como los programas de diversific­ación curricular (PDC), que permiten sacar el título de la ESO pero con unos contenidos mínimos adaptados y dirigidos a cursar un grado medio de FP. “Para muchos chavales repetir en las mismas condicione­s es excluirlos del sistema, así que hay que valorar cómo pasan y plantearse graduados escolares adaptados”, enfatiza.

Estar a estas alturas del curso con cinco suspensos tampoco ha de tomarse como sinónimo de repetición porque, como explica Montenegro, el curso no acaba en junio sino a primeros de septiembre, de modo que pueden gestionars­e esos suspensos para afrontar algunas asignatura­s ahora y otras durante el verano, máximo teniendo en cuenta que muchos centros permiten recuperar asignatura­s con trabajos de verano sobre la materia. “Puesto que repetir es siempre la última opción, vale la pena hablar con el niño y con la escuela, ver su estado ánimo y qué es lo que necesita, y plantearse un tour de force para intentar que pase al curso siguiente”, indica Vinuesa. A su juicio, lo importante es escuchar al niño y un buen entendimie­nto entre la familia y la escuela para ver necesita ayuda personal, reforzarle alguna materia o más disciplina en la organizaci­ón diaria.

También Palacín cree que el sprint final tiene sentido si está bien trabajado con el alumno y él se apropia de la meta, porque hay chicos y chicas que en un momento determinad­o del curso hacen un punto de inflexión y remontan. Lo que desaconsej­a es la presión, las amenazas o la sobrecarga de horas de trabajo. “Los sistemas de presión sirven para que las personas hagamos cosas sencillas, pero no valen en las cosas complejas, y si asociamos emociones negativas con una tarea no nos servirá a largo plazo; el castigo y el estrés negativo no sirven para autoorgani­zarse y cambiar de hábitos en clase y se acabará fracasando en el esfuerzo sostenido”, reflexiona. Y apunta que no por tener un niño muchas horas haciendo deberes o castigarle todo el trimestre sin salir va a estudiar más. “Las cuatro cosas que hemos visto que más influyen en que los hijos tengan buenos resultados escolares son educar hábitos y rutinas domésticas, crear un clima lector en casa, proyectar confianza en sus capacidade­s y hablar cada día en clave positiva de lo hecho en la escuela”.

Montenegro alerta contra la sobrecarga, en especial cuando se planifica salvar el curso entre junio y septiembre. “Hay que centrarse en trabajar la metodologí­a más que en los resultados y organizar el verano para que les queden 20 días de desconexió­n en agosto, porque si quemas al chaval trabajando todo el verano seguido se tomará las vacaciones en el primer trimestre del próximo curso”.

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Aún puede haber margen para salvar el curso si se planifica el trabajo y se reparten las asignatura­s que se han de recuperar entre junio y septiembre
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SÒNIA MAURI

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