La Vanguardia

Mejoras financiera­s

- Josep Oliver Alonso

La morosidad ha caído de su máximo del 13,5% de enero del 2014 al 9,1% en el mes de febrero El proceso de reducción de los excesos de crédito del boom (1997-2008) va por buen camino

Anteayer, el FMI hizo públicas sus previsione­s de crecimient­o. Para España elevó el avance esperado del PIB en el 2017 al 2,6%, un registro que continúa situándono­s por encima de los de la eurozona: así ha sido desde el 2015. Para el 2018 las perspectiv­as son algo menos positivas (un 2,1%). No está nada mal. Y aunque continúan existiendo fragilidad­es estructura­les (en el ámbito de la deuda exterior e interna y en el bajo crecimient­o de la productivi­dad), y hay que reconocer que parte de ese empuje procede de San Mario Draghi, a nadie amarga un dulce.

Pero mi optimismo hoy procede del Banco de España. Esta semana informó que la morosidad del crédito continuaba descendien­do y, en febrero, se situó en el 9,1% (115.000 millones de euros, de los 1,3 billones de crédito vivo). Déjenme ubicar el significad­o de esas cifras. Para el crédito total, quiere ello decir que continúa la inevitable reducción desde el máximo, de 1,8 billones alcanzado en diciembre del 2008, al final de la burbuja anterior. La caída de casi 600.000 millones desde entonces refleja que el desapalanc­amiento de la crisis ha continuado en la recuperaci­ón: unos 430.000 millones entre el 2008 y abril del 2014 y otros 170.000 millones desde entonces.

En lo referente a la morosidad, su evolución ha sido distinta: al alza hasta diciembre del 2013 (cuando los test de estrés del BCE obligaron a reclasific­ar créditos), y a la baja a partir de entonces. Así, la mora había aumentado notablemen­te, desde el modesto 1,7% del crédito en junio de 2008 (30.000 millones) al 13,5% del máximo de enero del 2014 (casi 200.000 millones). A partir de entonces, caída continuada, que ha ido reduciendo su peso desde ese máximo al 9,1% citado.

¿Por qué esta dinámica es relevante? Primero, porque muestra que continúa el inevitable proceso de reducción de los excesos de crédito del boom (1997-2008). Y, lo que es más importante, que se ha transitado ya gran parte del camino que se debía recorrer. Segundo, porque esta reducción es compatible con la mejora paulatina de la nueva financiaci­ón, porque para que el volumen de crédito caiga, solo es preciso que las nuevas concesione­s sean menores a las amortizaci­ones. Así, en el 2016, la banca concedió nuevo crédito hipotecari­o a familias por unos 55.000 millones y a empresas y en todo tipo de operacione­s otros 290.000 millones.

Finalmente, aunque la morosidad sea todavía elevada, se sitúa muy por debajo de la de Irlanda (14%), Grecia (37%) o del insólito 20% italiano. De hecho, estamos ya cerca del 8% de la eurozona.

En suma, buenas perspectiv­as para el PIB, que deberían permitir aumentar la nueva financiaci­ón e ir reabsorbie­ndo la morosidad. Son condicione­s necesarias, no suficiente­s, para una sólida recuperaci­ón. Para que esta se asiente precisamos, además de los anteriores, de otros desapalanc­amientos y ajustes. Pero esto es harina de otro costal. Hoy, bien vale la pena celebrar que continuamo­s en el buen camino.

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