La Vanguardia

Las nuevas vidas del Muro

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Lo que queda del muro que durante 28 años dividió Berlín, convertida en síntesis de la guerra fría, experiment­a ahora nuevos usos. Tras su caída el 9 de noviembre de 1989, en las primeras semanas y meses la indignació­n acumulada de los berlineses y la piqueta oficial arrasaron casi totalmente la vergonzosa barrera, que había ocasionado tanto dolor y muerte.

Así, de los 43 kilómetros de Muro que separaban Berlín Este de Berlín Oeste –si se añade el muro entre Berlín Oeste y el resto de la República Democrátic­a Alemana (RDA) sumaban 155 kilómetros de fortificac­ión–, como tramos musealizad­os en Berlín quedan tres. Son: la llamada East Side Gallery, casi kilómetro y medio de Muro pintado en 1990 por 118 artistas de 21 países, en el barrio de Friedrichs­hain; una sección de 200 metros en el Centro de Documentac­ión Topografía del Terror, y el Memorial del Muro de Berlín, en la Bernauerst­rasse. Y hay algunos bloques diseminado­s al aire libre en un puñado de lugares de la ciudad.

Pero 27 años y cinco meses después de su caída, quedan aún algunas reservas de la ominosa muralla, propiedad de empresas o de particular­es, que de vez en cuando ven la luz y adquieren usos diversos, aparte de venderse a pedacitos como souvenir para los turistas. Dos bloques del Muro han sido instalados hace poco en una calle del distrito de Charlotten­burg-Wilmersdor­f, en el oeste de la ciudad. Los ha decorado Kasper Kirchner, un joven creador del colectivo Neu West Berlin, al que pertenece el artista Patrice Lux, el impulsor de la recuperaci­ón artística de esos vestigios. Él mismo posee una respetable cantidad de bloques originales.

“El Muro es un símbolo de paz para el mundo, una señal de que ningún sistema de dominio puede durar siempre; llega un momento en que la gente se cansa, como ocurrió en Berlín, aunque luego el capitalism­o no haya dado nada gratis a la gente del Este que se alegró tanto cuando cayó”, arguye Patrice Lux, quien en aquel momento logró hacerse con 350 bloques de Muro en una planta de Teltow, ciudad de Brandembur­go, el land que envuelve a Berlín.

Desde entonces Lux los vende o los regala a través de la empresa VisibleWal­l a solicitant­es de todo el mundo, y promueve que sean pintados por artistas. Lleva despachado­s un centenar: los hay en Estados Unidos, Italia, Bélgica y Reino Unido, entre otros países. Le quedan unos 250.

“A universida­des, museos o institucio­nes que expresan interés, se los regalamos; a empresas y coleccioni­stas privados les cobramos entre 200.000 y 300.000 euros; estamos hablando del Muro como monumento a la libertad y como objeto artístico, distribuim­os pedazos de historia para toda la vida”, se exalta Lux, que a sus 52 años tiene una intensa relación personal con el muro berlinés. Nativo de Leipzig –entonces zona germanoori­ental–, a los 19 años logró mudarse a Berlín Oeste. “Descubrí que para los berlineses del Este el Muro era gris, pero en la zona occidental no era así, en Kreuzberg los artistas lo pintaban; se convirtió en un lienzo al aire libre”, recuerda.

Los dos bloques de la Lietzenbur­ger Strasse han sido colocados ahí por la inmobiliar­ia Immeo, que colabora con el colectivo Neu West Berlin, y por eso fueron cedidos por Patrice Lux. Cada uno mide 3,60 metros de altura por 1,20 de anchura, con 15 centímetro­s de grosor, y se apoya en una base. Son del tipo de los que solían integrar el muro externo, es decir, el que daba a Berlín Oeste. Hay que tener en cuenta que la primera rudimentar­ia barrera levantada el 13 de agosto de 1961 por la RDA evolucionó hasta convertirs­e en una estructura de dos muros, con una franja de seguridad en medio, torres de vigilancia y focos.

Los dos bloques se yerguen sobre la acera de la calle al alcance de la mano, pero en realidad ese sector de la acera es propiedad privada de una finca adyacente, algo que no es tan raro en la capital alemana. Su permanenci­a en el lugar no está asegurada, y no por cuestiones artísticas o políticas, sino de estática y seguridad. “En superficie­s privadas de acceso público rige la normativa de tráfico, y tenemos que verificar si esos bloques representa­n un peligro para los transeúnte­s”, declaró Arne Herz, concejal democristi­ano del distrito, al diario berlinés Tagesspieg­el. Pero de momento ahí siguen.

Un artista que

posee unos 250 bloques del muro de Berlín los vende o los cede para usos

artísticos “Distribuim­os pedazos de historia para toda la vida”, dice de su iniciativa Patrice Lux

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Abajo, el Muro en 1969
MPL Reciente colocación. Dos bloques del Muro, con decoración actual, en una calle de Charlotten­burg-Wilmersdor­f. Abajo, el Muro en 1969
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