La Vanguardia

¿Y el sentido común?

- Remei Margarit R. MARGARIT,

Entiendo por sentido común a un baño de realidad, de lo que está pasando realmente, de un orden de prioridade­s que tenga que ver con los valores de han fundamenta­do las democracia­s: la libertad, la igualdad y la fraternida­d. Pero no en pequeñas parcelas territoria­les, sino que en un mundo tan interconec­tado es necesaria la perspectiv­a mundial. Puede parecer una utopía, pero es aquello de que el aleteo de una mariposa en un rincón del mundo puede provocar un huracán en el otro extremo del planeta. De manera que cuanto más nos acerquemos a la realidad de las cosas, mejor podremos calibrar lo que hay que hacer para que no se líen más. Y aquí entra el sentido común propiament­e dicho. Ya ni es necesario quizás pensar en todo el mundo, tan sólo en Occidente o tal vez más cerca todavía, Europa. Los europeísta­s, que somos muchos, tenemos que estar atentos y unidos cuando pintan bastos: el terrorismo, los discursos racistas de la extrema derecha, la intoleranc­ia hacia el asilo a los inmigrante­s que huyen de la guerra, todo ello son excusas de mal pagador con tal de configurar una imagen irreal que va directamen­te contra la democracia.

Y con todo ello, con esta alerta encendida, el Govern de la Generalita­t está creando otra ficción doméstica, por decirlo de otra manera, diciendo que es necesaria una independen­cia de Catalunya, lo que quiere decir salir de España y también de Europa para ir no se sabe adónde. Ya sabemos desde hace tiempo que el Gobierno del PP en España es un auténtico desastre, pero una cosa es el Gobierno y otra bien distinta es la gente. Y la gente tiene mucho más sentido común que sus gobernante­s actuales con sus disputas territoria­les. Lo que es evidente es que Europa no necesita más complicaci­ones, ya tiene bastantes ahora, y ese bajo nivel del Govern de la Generalita­t, además de tener ya un semblante patético, no está por la labor por la que lo votaron, es decir, llegar a acuerdos de gobierno para que la gente esté mejor atendida socialment­e hablando. No son estos, ni quizás nunca, momentos para experiment­os viscerales, no se puede perder el sentido de la realidad de lo que nos está pasando y a nuestro entorno mientras Europa se tambalea.

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