La Vanguardia

El peso del ‘bullying’

- Susana Quadrado

Este artículo no tiene música. Tampoco es un documento sonoro. Pero le pido al lector que, por favor, lo lea en voz alta, o mejor a gritos, que es así como lo estoy escribiend­o. Las letras resultan armónicas pero son mudas. Y lo peor: que a veces no bastan. Es entonces cuando a los periodista­s de los diarios nos falta la gramática y nos falla la sintaxis.

Por eso hoy, con permiso de Jordi Basté, Miriam Ballber, Margarita Ortuño y Jordi Ramos, aprovecho el silencio de las páginas de un diario para que se oiga, qué paradoja, a tanta gente que el pasado miércoles llamó a RAC1 para contar que ellos salieron a flote, que sí, aunque años después carguen con el peso del recuerdo amarrado al cuello. Lo hicieron de forma espontánea, como bebiéndose la vida de un trago. Nadie puede guardar un secreto para siempre. Hacia el fondo de las emociones caminó casi una hora de radio en directo que nos dejó sin palabras. Hay que romper el silencio. A todos cuantos dieron de repente ese paso, les invito a que, con más quietud, escriban también a este diario, que es suyo. (...) Núria: “Mi hijo, que ahora tiene 30 años, sufrió bullying en el colegio cuando sus compañeros descubrier­on que era gay. Lo querían meter en un contenedor, le cogían la cartera, le insultaban... Hablé con el director. No me dio ninguna solución, así que lo cambiamos de centro a los 16 años. El niño cayó en una depresión y tardó tres años en superarlo. Llegó a plantearse el suicidio”.

Lídia: “Mi hijo sufrió acoso a los 14. La escuela no expulsó al acosador hasta que la víctima fue la hija de un maestro”.

Adriana: “Tengo 32 años y todavía no lo he superado. Lo que padecí en la escuela me ha marcado. El dolor no acaba de irse en la universida­d. Años después, una voz que te recuerde la del acosador te encoge como un animal asustado”.

Marta: Un pueblo pequeño. Todo empezó en primero de EGB. Una pesadilla de seis años. Insultos, desprecios, risas, amenazas en el buzón de casa... Los profesores no hicieron nada (...). La soledad en la infancia es un horror, siete años sin amigos, sin jugar, sin reír..., sólo tristeza, angustia y soledad. Ahora tengo 30 años. Nadie me ha pedido perdón. Sigues adelante como puedes.

Gemma: “Es terrible ver pasar a mi hija por esto. Y cuando consigues salir del agujero tienes la sensación de haber pasado por el mismo infierno. La escuela lo minimizaba, siempre estaba ‘en vías de solución’. El acosador era el sobrino de la propietari­a del colegio”.

Júlia, Albert, Marta, Óscar, Maria, Jaume...

La historia siempre comienza (y sigue) igual. Un colegio, un niño y un dolor interminab­le encerrado en el estómago. Golpes psicológic­os, el desprecio, la burla que siempre llegan desde los mismos pupitres. No son “cosas de niños”, qué va. La víctima vuelve a la escuela porque tiene que volver. Hasta que dice basta.

Núria, Lídia, Adriana, Marta, Gemma, Júlia, Albert, Marta, Óscar, Maria, Jaume... Las víctimas hablan

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