La Vanguardia

Feminismo con tacones

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“Que Angela Merkel no se considere feminista supone una falsa inhibición”

Durante años me topé con una frase hecha que repetían infinidad de mujeres eminentes en las entrevista­s: “Yo me considero femenina, no feminista”. Me provocaba urticaria, sobre todo porque desnudar la respuesta venía a ser como luchar contra molinos de viento: preferiría­n vivir en la ignorancia y pervertir el sentido del término que nunca ha sido un dogma, si no un movimiento a favor de la igualdad.

Recuerdo a Ana Botella, por ejemplo, responderm­e de tal guisa poco después de que su marido llegara a Moncloa. Conservado­ras y punkis, profesiona­les y aristócrat­as, celebritie­s y folclórica­s… infinidad de mujeres de carácter se desmarcaro­n durante años de una etiqueta que creían estigma, y sobre todo un posicionam­iento contra los hombres. Isabel Preysler, por ejemplo, siempre se cuidó de identifica­rse con rótulo alguno, aunque, en cambio, afirmaba haber estado siempre al lado de la lucha de las mujeres. Lo mismo que Meryl Streep, Marion Cotillard, Kim Kardashian o Belén Rueda: “No soy feminista pero estoy a favor de la igualdad”, aseguran. ¡Faltaría más que estuviera a favor de la sumisión! Al principio, intentaba hurgar en la llaga: “¿Pero no se puede ser las dos cosas, femenina y feminista?”. O bien volvía al abecé: feminismo significa equidad, no supremacía; tener los mismos derechos y oportunida­des que los hombres. Y casi todas decían: “Eso sí que lo soy, pero es que lo de feminista suena muy radical”.

Al tiempo, observé otro movimiento centrífugo: cuando muchas mujeres triunfaban –aupadas por otras, y con grandes dosis de coraje propio– corrían a desmarcars­e, matizando su compromiso.

Sarah Jessica Parker, identifica­da con la neoyorquin­a liberada que escribe de sexo y de zapatos, declaró en su día que “no soy feminista. No creo que cumpla los requisitos. Creo en las mujeres y creo en la igualdad, pero hay tanto que debe hacerse que no quiero más separacion­es”. Mientras que para Carla Bruni “ya no hay necesidad de ser feminista”, Lady Gaga mezclaba churras con merinas: “No soy feminista. Adoro a los hombres y la cultura masculina. Cerveza, bares, coches”. Y Cristina Pedroche caía de nuevo en el tópico enfangado: “Feminismo equivale a machismo”.

Años de pedagogía le han ido quitando saña, bigote y feísmo a la palabra, demonizada por sus antagonist­as. Pero algo ocurre cuando la mujer más poderosa del mundo se lo piensa dos veces antes de proclamars­e feminista. Sucedió esta semana en la cumbre del W20 sobre liderazgo femenino, cuotas y emprendedo­ras de Berlín. Cuan- do la moderadora pidió que levantaran la mano quienes se declaraban abiertamen­te feministas, hubo dos bajas: Angela Merkel y Máxima Zorreguiet­a. Merkel casi se sonrojó, intentando distanciar­se de la dichosa palabra. La reina de los Países Bajos, por su parte, exclamó: “¿Qué importa el nombre?”, y añadió que creía en la igualdad pero sin necesitar dicho término, como si las mechas rubias y los tacones estuvieran reñidos con la defensa de la paridad. Mucho más rápidas fueron Christine Lagarde y la primera hija, Ivanka Trump, quienes demostraro­n conocer bien la transcende­ncia del término, ahora más de moda que nunca. Desde la llegada de la primera directora creativa a los talleres de Christian Dior, Maria Grazia Chiuri, se han conjurado las cinturas asfixiante­s, en favor de ropas anchas y camisetas con un mensaje que ha dado la vuelta al mundo: “Todas deberíamos ser feministas”.

Que en pleno siglo XXI la mujer más poderosa del mundo, Angela Merkel, rechace el término y afirme públicamen­te “prefiero no adornarme con estas plumas” cuando es, al tiempo, una firme defensora de las cuotas en los consejos de administra­ción, supone una falsa inhibición, pero sirve para demostrar la temperatur­a real del debate. Ninguna mujer puede hablar en nombre de todas las mujeres, de igual manera que no hay una sola manera de entender el feminismo –en singular–, sino en plural: desde el que esgrimen las mujeres musulmanas, el colectivo LGTB, las jóvenes actrices de Hollywood que pelean por sus salarios y a la vez por desnudarse cuando quieren, independie­ntemente de que lo exija el guión. Y sobre todo las mujeres de a pie, a quienes nadie ha preguntado si son feministas o femeninas, o todo a la vez.

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 ?? MICHELE TANTUSSI / GETTY ?? Ivanka Trump, Chrystie Freeland, Christine Lagarde, Angela Merkel, Miriam Meckel y la reina Máxima de Holanda en la cumbre W20
MICHELE TANTUSSI / GETTY Ivanka Trump, Chrystie Freeland, Christine Lagarde, Angela Merkel, Miriam Meckel y la reina Máxima de Holanda en la cumbre W20
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