La Vanguardia

Fiscalía en guerra

La política de nombramien­tos y las decisiones de los nuevos jefes han afianzado el criterio de que el Gobierno se vale de fiscales afines

- JOSÉ MARÍA BRUNET

La Fiscalía vive en estado de ebullición. La operación Lezo, contra el desvío de fondos públicos en la Comunidad de Madrid, ha evidenciad­o las fuertes tensiones que reinan en la Fiscalía Anticorrup­ción, convertida en una bomba de relojería política. La sospecha de que el nuevo jefe de esta instancia especializ­ada, Manuel Moix, llegó al cargo por ser más o menos proclive al PP, y por tanto influencia­ble ante los procesos que afecten a los populares, ha dado pie a una gran batalla política, en la que se pide su cese, el del fiscal general del Estado y los de los ministros de Justicia y de Interior. Todos en el mismo paquete, acusados de desviación de poder por el supuesto auxilio dado a las tramas de corrupción que han corroído los cimientos del PP madrileño.

Esas han sido las repercusio­nes externas. Pero internamen­te Anticorrup­ción atraviesa una situación crítica, derivada de las circunstan­cias que rodearon el nombramien­to de Moix y de las que han acompañado sus primeros pasos en el puesto. Moix, que accedió al cargo en febrero último, siempre fue uno de los candidatos a ocupar esa jefatura, pero no el único. Había otros aspirantes muy bien situados, como Alejandro Luzón, que sonaba para el puesto con la misma o más fuerza, en parte porque procedía de la propia Fiscalía Anticorrup­ción, en cuya jefatura cesó por jubilación el anterior titular, Antonio Salinas, a finales del año pasado.

Desde el primer momento, Moix dejó muy claro que quería ejercer la jefatura y tenerlo todo bajo control. De ahí, en parte, su enfrentami­ento con los fiscales del caso 3% y con los de la operación Lezo. Moix quiere estar informado al detalle y tomar las principale­s decisiones. Los fiscales de Anticorrup­ción, sin embargo, habían dispuesto hasta ahora de un alto grado de autonomía.

Ya desde el primer momento, cuando aspiraba a la jefatura de Anticorrup­ción, Moix dejó muy claro en el programa de actuación que presentó que quería reorganiza­r esta Fiscalía especializ­ada y asumir la dirección de los asuntos, sobre todo de los que pudieran tener más repercusio­nes de opinión pública. Dicho de otro modo, los procedimie­ntos con mayor carga política. Tanto en el caso de la operación Lezo como en el del 3% esta concepción del mando en Anticorrup­ción, y sobre todo las decisiones concretas que Moix ha querido adoptar, han hecho saltar chispas, provocando una rebelión.

Máxime al saberse que el nombre de Moix circulaba entre afectados por investigac­iones de Anticorrup­ción como el que mejor podía convenirle­s, por tratarse precisamen­te de alguien que estaba dispuesto a controlar de forma directa la actuación de los fiscales. Así se expresaban, por ejemplo, Ignacio González, hoy en prisión por el caso del Canal de Isabel II, y el exministro Eduardo Zaplana, en una conversaci­ón telefónica grabada el pasado mes de enero.

Para entonces, las principale­s decisiones sobre nombramien­tos, que se ejecutaría­n en febrero, ya estaban tomadas. El Gobierno quería sobre todo cambios en las Fiscalías de Anticorrup­ción y de la Audiencia Nacional. Y los obtuvo. El propio fiscal general, José Manuel Maza, fue propuesto para este cargo después de que el Ejecutivo supiera que la anterior fiscal del Estado, Consuelo Madrigal, no iba a propiciar tales relevos. De ahí que para la oposición ahora todo encaje. A Madrigal se le había prometido que seguiría si el PP lograba continuar en el gobierno, después de los dos intentos frustrados de investidur­a. Pero no continuó. Y luego vinieron los cambios en dichas fiscalías clave. Una secuencia que la oposición en bloque identifica como una operación política de hondo calado para situar a los fiscales en una órbita más próxima a los intereses del Ejecutivo.

El ministro de Justicia, Rafael Catalá, ha respondido a estas críticas con el argumento de que un Gobierno no puede manipular las decisiones de jueces y fiscales. No puede llegar tan lejos, obviamente. Pero la oposición en bloque cree ver confirmado­s todos sus temores sobre el alineamien­to de la Fiscalía con las convenienc­ias del Gobierno cuando constata, por ejemplo, que tuvo que ser la junta de fiscales de Anticorrup­ción la que impidiera que Moix reordenara los registros previstos en la operación sobre el saqueo del Canal. Para la oposición, son demasiadas coincidenc­ias.

LOS ANTECEDENT­ES El Gobierno quería cambios en puestos clave de la Fiscalía y los ha obtenido LAS SOSPECHAS La oposición cree que las decisiones de Moix confirman su proximidad al PP

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La denuncia se refiere a supuestas coacciones de los fiscales, como puede verse en los documentos
El texto. La denuncia se refiere a supuestas coacciones de los fiscales, como puede verse en los documentos
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