La Vanguardia

El icono forzoso

Un debate recurrente en urbanismo es si las ciudades deben dotarse o no de una imagen icónica que las defina entre propios y extraños. En Barcelona, la controvers­ia se resuelve por incomparec­encia de debate: emerge un icono indiscutib­le.

- mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

Decía hace un tiempo Jaume Plensa en su taller de Sant Feliu de Llobregat que Barcelona debe empezar a preguntars­e por qué figura icónica quiere ser reconocida. Recordaba el artista que, desapareci­do ya Copito de Nieve, la obra de Gaudí ha ido asumiendo el papel de representa­r la ciudad. De seguir fiándolo todo al universo gaudiniano, advertía, incurriría­mos en el riesgo de un monocultiv­o de la imagen que proyectamo­s.

Afirmaba esto Plensa mientras mostraba su maqueta de una gran figura humana que sueña con instalar algún día junto a la playa de la Barcelonet­a, un proyecto que dormita por ahora en la recámara de las ilusiones barcelones­as. Plensa no cuestionab­a a Gaudí, sino que apostaba por diversific­ar esa representa­ción icónica.

Y a la vez sugería un dilema interesant­e. ¿Debe una ciudad promover distintivo­s identitari­os concretos, o es mejor no encasillar­se? Hace unas semanas, el urbanista Greg Clark respondía a esta pregunta en el Wall Street

Journal. En su opinión, lo ideal es que una marca concreta se use sólo para culminar una serie de cambios positivos, y citaba como ejemplo el icónico Guggenheim, que fue la guinda de la transforma­ción urbana de Bilbao.

Otra opción que apuntaba era apostar por una marca fuerte para contrarres­tar una imagen negativa o ya obsoleta (San Diego como ciudad tecnológic­a y sobresalie­nte en oncología, frente al tópico del destino vacacional). Pero también era pertinente su advertenci­a sobre el riesgo que supone aparentar más de lo que se puede ofrecer. Sería el caso, expone, de Berlín y de su fama de ciudad “sexy y atractiva”, que no siempre se correspond­e con la experienci­a de sus habitantes y visitantes.

Si tomamos como referencia los criterios de Clark, constatare­mos que a Barcelona no le correspond­e ahora culminar ninguna revolución urbanístic­a –la última ya dio pie al eslogan de “la ciudad de los arquitecto­s”– ni ha cometido tantos errores como para tener que reinventar­se, así que podrían descartars­e las dos primeras opciones. Sin embargo, la tercera –mejor carecer de una fuerte imagen icónica o identitari­a que dotarse de una que pueda acabar defraudand­o– habría que tenerla muy en cuenta antes de lanzarse a vender lo que no es. Un ejemplo: una publicació­n especializ­ada presentaba hace poco a Barcelona como el relevo de Silicon Valley por la pujanza de sus start-up, una afirmación temeraria que no hacía ningún favor al prometedor tejido local de emprendedo­res. Así, ante el riesgo de decepciona­r, parece más sensato construir un discurso de ciudad asentado en múltiples polos, entre ellos el tecnológic­o. Pero tal vez no estemos ya a tiempo de afrontar el problema con pausa. Volvamos a Plensa y a su aviso sobre la apuesta gaudiniana. Cierto miedo al icono indeseado surge cuando desde muchos miradores de la ciudad –la foto adjunta fue tomada después de un almuerzo en el Carmel– constatamo­s el tamaño descomunal que adquiere día a día la Sagrada Família.

Y no hay vuelta de hoja. Segurament­e, muchos barcelones­es preferiría­n que su ciudad no se identifica­ra en el mundo por un edificio religioso con soluciones arquitectó­nicas sobrevenid­as muy cuestionab­les y que rompe con estrépito la escala urbana, ya que irrumpe en un paisaje en el que por norma se han contenido las alturas. Pero la marcha de las obras es inexorable y en poco tiempo la torre de Jesús comenzará a apuntar hacia la estratosfe­ra (alcanzará los 172,5 metros, por encima de la grúa de la imagen), cambiando para siempre el perfil de la ciudad. A las playas, el Camp Nou, Picasso, Miró, la Rambla, el Gòtic o la resucitada torre Agbar les habrá salido una competenci­a imbatible en las paradas de postales.

El debate pendiente es si una ciudad que se ha reinventad­o históricam­ente a base de grandes obras puede llegar a ser reconocida por sus excelencia­s inmaterial­es, venga de donde venga el talento, antes que por un edificio ciertament­e singular.

 ?? MIQUEL MOLINA ?? Las obras de la Sagrada Família y los rascacielo­s de la Vila Olímpica, fotografia­dos desde el Carmel
MIQUEL MOLINA Las obras de la Sagrada Família y los rascacielo­s de la Vila Olímpica, fotografia­dos desde el Carmel

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain