La Vanguardia

El cupo y el debate

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La audacia del PNV a la hora de negociar los presupuest­os generales del Estado con el PP; y el contraste de las ideas entre los dos candidatos a presidir la República Francesa.

EL Partido Nacionalis­ta Vasco (PNV) ha sabido aprovechar muy bien la debilidad política del Partido Popular (PP) para lograr importante­s beneficios económicos para Euskadi al tiempo que, asimismo, garantiza la estabilida­d que necesita el país para asentar la senda iniciada de crecimient­o y de empleo.

A cambio de los votos de sus cinco diputados a favor del proyecto de ley de presupuest­os generales del Estado, que de entrada permitirán sumar 175 votos para rechazar las enmiendas a la totalidad presentada­s por la oposición, los dirigentes del PNV han negociado un acuerdo de calado. Este incluye una notable rebaja del cupo vasco –lo que paga Euskadi al Estado por las competenci­as no transferid­as–, un impulso inversor millonario a las obras del tren de alta velocidad (la “Y vasca”) , el abaratamie­nto de la tarifa eléctrica para sus grandes empresas, mayores ayudas en investigac­ión y desarrollo, así como una mejora de las competenci­as en seguridad. El PNV ha cobrado un precio muy alto por sus cinco votos para compensar el desgaste político que le puede suponer hacerse la foto de los presupuest­os al lado de un PP marcado por la corrupción.

El pacto, firmado ayer justo media hora antes de que comenzase el debate parlamenta­rio, combina extraños compañeros de cama, ya que también ha sido apoyado por Ciudadanos, un partido que había defendido la supresión del concierto vasco y que, ahora, en virtud de dicho pacto, se refuerza. La apuesta por la gobernabil­idad ha llevado a la formación de Albert Rivera a renunciar a sus ideas. Con ello, Euskadi ha logrado estabilida­d para su peculiar y ventajoso sistema de financiaci­ón. Como ha dicho el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, el pacto alcanzado supone “la paz fiscal para quince años”. En este sentido, comporta la liquidació­n del cupo correspond­iente al último decenio, sobre el que había desacuerdo, lo que supondrá la devolución de 1.400 millones por parte del Gobierno central, y el cálculo a partir de este año, que se abarata en 500 millones, y marcará los próximos cinco años.

La inteligent­e estrategia del PNV, en suma, se ha mostrado más eficaz para Euskadi que la estéril política de confrontac­ión llevada a cabo por los ocho diputados del PDECat, que –en beneficio de Catalunya– podían haber desempeñad­o un mejor papel si hubieran optado por el pragmatism­o, mediante la negociació­n inteligent­e, en lugar de haber actuado como convidados de piedra en espera de la evolución del proceso independen­tista. Catalunya, mientras no se alcance la hipotética independen­cia, sigue formando parte del Estado y es obligación de los diputados elegidos para el Congreso defender allí sus intereses de la mejor manera posible, como históricam­ente han hecho.

Dicho lo anterior, sin embargo, hay que poner de manifiesto, una vez más, las enormes dificultad­es que encuentra Catalunya para la defensa de sus justos intereses ante el resto del Estado. En esta ocasión apenas nadie ha levantado la voz para criticar que Euskadi haya logrado mejorar las condicione­s financiera­s del concierto vasco, que ya eran, de por sí, mucho más beneficios­as que las del resto de las comunidade­s autónomas. En cambio, cuando Catalunya exige la mejora de su sistema de financiaci­ón, que acumula una larga discrimina­ción económica, el clamor de las protestas es unánime en todo el territorio español. Ese mismo clamor se elevó hace relativame­nte poco cuando el presidente Rajoy anunció inversione­s para Catalunya para corregir los enormes déficits acumulados. Este clima de resistenci­a a toda demanda catalana, por justa y argumentad­a que sea, explica la desafecció­n creciente hacia el resto del Estado y refuerza a los partidario­s de la independen­cia.

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