La Vanguardia

La prima de riesgo

- Josep Prats Gestor de fondos

En los peores momentos de la crisis financiera, los medios de informació­n general daban cuenta, día a día, de la evolución de la prima de riesgo. Aunque gran parte de los ciudadanos no supiera definir con precisión dicho concepto, se sabía intuitivam­ente que si dicha prima subía era una mala noticia. De forma sencilla podríamos definir la prima de riesgo como el diferencia­l de intereses que debe pagar un emisor de deuda frente a otro, como consecuenc­ia de la diferente percepción que tiene el mercado sobre su solvencia. Hay tantas primas de riesgo como parejas de emisores de deuda. La prima de riesgo de la que suelen hablar los medios es la que compara el tipo de interés que pagan, a un plazo de diez años, los tesoros español y alemán.

Dado que ambos tesoros emiten sus bonos en la misma divisa, el euro, si uno se ve forzado a pagar más que otro, se debe a que los inversores creen que existe alguna probabilid­ad de que, en realidad, alguno de los dos termine por pagar menos de lo que promete. En los tiempos de la peseta y el marco, si España pagaba más intereses que Alemania no era porque se pensara que España podía llegar a no pagar. Teniendo máquina propia de impresión de billetes, seguro que pagaba, lo que no era tan seguro era si las pesetas con las que pagaría valdrían los mismos marcos que en el momento de la emisión o muchos menos porque se habría devaluado.

Al final, si un Estado soberano, con divisa propia, paga más intereses que otro, no es porque a uno se le considere menos solvente. En moneda local, propia, todos los estados son igualmente solventes. Las diferencia­s de rentabilid­ad, vistas así, serían representa­tivas de una expectativ­a de devaluació­n relativa de una divisa frente a otra. Dicho de forma clara, la prima de riesgo soberana, más que una medida de riesgo de impago, es un indicador de la expectativ­a de devaluació­n. Cuando España e Italia pagaban mucho más que Alemania por su deuda era, simple y llanamente, porque no se descartaba que el euro se rompiese y Alemania nos pagase en marcos, España en pesetas e Italia en liras. Y que las liras y pesetas, traducidas a marcos, valieran menos.

La victoria de Macron despejará las dudas sobre el futuro del euro. Y cuando se vea que el euro está para quedarse, los diferencia­les de rentabilid­ad de los bonos soberanos de los distintos países de la eurozona tenderán a reducirse de forma significat­iva. Lo lógico es que lo hagan porque Alemania empiece a pagar algo más por su deuda. No parece muy razonable que prestarle a 30 años a Alemania tenga una retribució­n del 1% anual y hacerlo a Estados Unidos, igualmente solvente, se pague al 3%. A no ser que se piense que el dólar perderá durante tres décadas, en media, un 2% anual de su valor frente al euro. Aunque pueda resultar extraño, una de las inversione­s más arriesgada­s posibles hoy es tener bonos alemanes a largo plazo.

La victoria de Macron despejará las dudas sobre el futuro del euro y reducirá los diferencia­les entre bonos

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain