La Vanguardia

Hemos tirado los precios

- Clara Sanchis Mira

El presidente de España, sea eso lo que sea, agradece en un simpático tuit nuestra contribuci­ón a su recuperaci­ón económica, el día del Trabajo. La bonita loa concluye versando que el Gobierno trabaja para lograr más y mejor empleo. Arde Twitter. “A ver si un día podemos agradecert­e algo a ti, majete”, dice el tuitero más amable. Pero vayamos por partes. Nuestra contribuci­ón, sin duda, es impagable. Gracias. Contribuim­os a ciegas con nuestros impuestos a que el dinero público se desvíe hacia cuentas privadas de su lista interminab­le de altos cargos encarcelad­os o investigad­os. Así pagan luego divinament­e sus fianzas para salir del trullo. Ahora el agua de Madrid también apesta. Da miedo abrir el grifo y que te salga una rata. Gracias. Da miedo dar un trago y sufrir alucinacio­nes. Su contribuci­ón y la mía, amable lector, resulta que han estado involucrad­as en asuntos tan turbios como el regadío de un campo de golf en pleno secano, o el exótico proyecto de privatizar la sanidad pública en Egipto. Como lo oye.

Sí, la nuestra es una contribuci­ón impagable, y también profundame­nte impagada. Ya saben, hemos tirado los precios. Está el kilo de trabajador a precio de saldo. Para los que tenemos la suerte de trabajar, cada día de trabajo es un clavo ardiendo al que nos agarramos, cualquiera lo suelta, así se nos chamusquen los dedos con horarios ilimitados. Trabajamos gratis muchas horas. Si es que trabajar gratis se puede considerar trabajar. Pero cualquiera reclama un derecho volado, denuncia un abuso, se rebela ante un sueldo irrisorio o le tose a un jefe. Aquí estamos, a cuatro patas, para lo que haga falta. Gracias.

La recuperaci­ón del PIB nacional, a la que suponemos que se refiere nuestro presidente, es una medalla europea a la macroecono­mía que, al parecer y precisamen­te, se nutre de dejar por los suelos la economía de a pie. Y viceversa. Un mecanismo estructura­l subterráne­o –dicho de otro modo: la reforma laboral– que, sumado al saqueo de las arcas públicas, provoca una evidente relación entre el aumento de la macroecono­mía y el descenso de las bragas del trabajador. Lo mismo que ya denunciaba­n Eduardo Galeano y otros, sobre el supuesto crecimient­o económico latinoamer­icano de los años ochenta. Hemos caído en un bucle, en barrena. O en una túrmix. De algún modo tendremos que salir de este cilindro. Los expertos sabrán si la moción de censura de Podemos es una exageració­n o no. Pero a mí me ha llamado un despistado que vive en Alemania, germánicam­ente convencido de que los nuevos escándalos de corrupción están haciendo que, por fuerza, se desmorone el chiringuit­o. ¿Es verdad que va a haber un cambio de Gobierno?, ¿qué está pasando?, pregunta excitado, iluso, con visión de alemán concienzud­o. Más de lo mismo, me temo que nada, mascullo con flema ibérica.

Trabajamos gratis muchas horas; si es que trabajar gratis se puede considerar trabajar

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