¡Pedroooo!
Es probable que, al constatar la fuerza territorial de Pedro Sánchez, rotunda a pesar de ser un proscrito, la sultana del sur haya emulado el grito huracanado de Penélope Cruz, en sus tiempos oscarizados. ¡Pedroooo!, y el grito rebota por las esquinas del socialismo español, tan quebrado como la propia España. Ciertamente, el análisis con lupa que hizo ayer Jaume Pi en La
Vanguardia envía algunos mensajes y el primero es envenenado: este decapitado tiene la cabeza en su sitio y, desde luego, es un muerto muy vivo. Tanto que la posibilidad de que retorne a la secretaría general ha pasado de ser una quimera a ser una posibilidad real, aceptada incluso por los que no imaginaban que el poderoso aparatnik socialista pudiera perder alguna batalla. Y aunque está por ver…, que en las entrañas del mal pensar siempre cuecen hipótesis perversas.
Sea como sea, pierda o gane, lo cierto es que Pedro Sánchez habrá demostrado ser un político correoso, de músculo fuerte y con unos principios inasequibles al desaliento. Y a pesar de las campañas del sistema en su contra –que, ante Sánchez, ha actuado cual Fuenteovejuna descarnado–, lo cierto es que ha crecido como líder moral, en unos tiempos de fuerte descrédito político. Alguien extrañamente honesto. Fue el hombre que mantuvo una posición de compromiso con sus electores, incluso cuando su cabeza dependía de ello. Y así fue como se instaló la guillotina en la calle Génova. Después cedió su escaño para poder trabajar en las entrañas del partido y su recorrido territorial tuvo algo de paso de Semana Santa. No tanto por mártir como por cruzado. Y en todas las ocasiones mantuvo su discurso central con una coherencia tozuda, que resulta extraña en la sinuosa, olvidadiza y traicionera tierra de la política. En lo territorial, es lo más comprensivo que corre por esos andurriales. En lo político, es un tipo de convicciones. En lo social, es un hombre de izquierdas a la antigua usanza, esa que hace décadas que no gasta el socialismo. Quizás por todo ello es el enemigo del poder al unísono, desde el PP hasta su propio PSOE, pasando por los vitriólicos poderes fácticos. Nadie de los de la pomada quiere que gane Pedro Sánchez. Por eso soy de los que creen que la dirección socialista no le dejará ganar, aunque nunca se sabe, porque también las previsiones resultan imprevistas en estos tiempos.
Un apunte final sobre el tercero en discordia, a quien Sánchez ha enviado un cariño. Personalmente creo que forma parte del complot felipista, y perdonen el palabro. ¿O es impensable que esté ahí, sin opción alguna, sólo para restar votos al sanchismo? No lo es, como tampoco imaginar que, al final, se sume a doña Susana, con toda la parafernalia mediática pertinente. En cualquier caso, gane o pierda, Pedro Sánchez ha demostrado altura moral y valentía política, lo cual es mucho en estos tiempos de tanta bajura.