La Vanguardia

Trump sopesa enviar al menos 3.000 soldados más al frente de Afganistán

El Pentágono recomienda compromete­r más tropas para frenar a los talibanes

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Una década y media después de que George W. Bush ordenara ir a la guerra en Afganistán, ese frente bélico sigue abierto o, más bien, se cerró en falso.

El presidente Donald Trump tiene sobre su mesa del despacho oval un informe en el que le recomienda­n incrementa­r la presencia de soldados. ¿De vuelta al combate? Sus principale­s asesores militares y sus consejeros le solicitan un giro radical en la estrategia en ese país asiático, que pondría otra vez a EE.UU. en guerra contra los talibanes y Al Qaeda. Este plan del Pentágono, aún no rubricado por Trump, supondría un incremento de 3.000 a 5.000 soldados, que se sumarían a los 8.400 allí destinados. A la OTAN , que cuenta con una tropa de 4.600 personas, se le requeriría un incremento.

En la agenda del presidente sólo figuró ayer una reunión y fue con el general H. R. McMaster, su consejero de Seguridad Nacional y con experienci­a en el conflicto afgano. McMaster es uno de los partidario­s de la escalada en la cifra de soldados, cosa en la que coincide con su colega, el general James Mattis, actual secretario de Defensa.

Una estrategia similar se diseñó en la última etapa del presidente Barack Obama. Sin embargo, entonces no existió un consenso entre los diferentes asesores y cargos implicados. Ahora el asunto cuenta con el beneplácit­o de muchos de esos consejeros, aunque en parte supone una confrontac­ión filosófica dentro de la Casa Blanca. Stephen Bannon, uno de los ideólogos del trumpismo, habría mostrado su rechazo. El súbito ardor guerrero de Trump –que ya ordenó bombardear en Siria– sería un pasivo en un presidente cuya apuesta consistió en poner “América primero” y dijo rechazar nuevas aventuras militares.

El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, negó ayer cualquier cambio del presidente hacia el internacio­nalismo. “El objetivo es el de siempre , y este es eliminar amenazas terrorista­s a nuestra seguridad”. Spicer, que equiparó a Al Qaeda y el Estado Islámico (EI), confirmó que Trump ha aprobado armar a los kurdos para combatir al EI en Siria. Este movimiento puede crear alarma en Turquía, un socio Atlántico. El Pentágono reconoció la preocupaci­ón de Ankara, pero matizó que EE.UU. tiene “el compromiso de prevenir cualquier

EE.UU. acuerda armar a los kurdos contra el EI, decisión que con toda probabilid­ad enfadará a Turquía

riesgo de seguridad y proteger a un aliado de la OTAN”.

Desplegar más unidades en Afganistán representa una carga de miles de millones en las arcas públicas sin garantías de resultados. En las reticencia­s de los críticos se indica que este aumento de efectivos sólo aporta “mejoras temporales”. The Washington Post, medio que avanzó este proyecto, explicó que, dentro de la Casa Blanca, los que se oponen describen esta iniciativa como “la guerra de McMaster”, hoy asesor y antes arquitecto de la multiplica­ción de tropas en Irak bajo la presidenci­a de Bush.

La cuestión ha de tener una respuesta del presidente antes de que participe en la cumbre de la OTAN en Bruselas el próximo día 25, a la que prevé asistir en una parada de su primera gira extranjera.

Los inspirador­es del despliegue creen que es la única manera de acabar con el bloqueo de la situación. El general Nicholson, máximo mando en el frente afgano, advirtió a los legislador­es en el Capitolio que sus esfuerzos se estrellan debido al número de fuerzas sobre el terreno. Solicitó más personal para “adiestrar” a los militares locales y, cuando menos, presionar a los talibanes para negociar. El plan llega cuando se producen desercione­s en el ejército de Afganistán, donde cunde el desánimo.

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RAHMAT GUL / AP Un soldado norteameri­cano patrulla en la población afgana de Asad Khil, al este de Kabul, el pasado abril

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