La Vanguardia

¡Viva la madre superiora!

- Joaquín Luna

Los lectores de diario son gente muy suya. Se las dan de serios pero tienen un punto gamberro y aun los felizmente casados son capaces de soltar a su pareja antes de apagar la luz: –¡Sorpréndem­e! Pero tampoco mucho. Algunos lectores se encabronan con lo que escribo, protestan y redactan cartas al director pidiendo que me limite a hablar de divorciado­s y divorciada­s o –como me sugería ayer un amigo biólogo– de las ballenas y los

ballenos, cuya promiscuid­ad causa tantas mareas en la costa sin que nadie los ponga en vereda.

Hoy conviene satisfacer al lector y satisfacer el capricho que, en el fondo, le pide su alma gamberra:

–¡Viva la madre superiora, que nos lleva de excursión!

¿Acaso un diario tiene que negarles un capricho a los clientes? Porque hoy muchos lectores abrirán estas páginas deseando verificar:

–¡Seguro que algún gilipollas titula: “¡Viva la madre superiora!”. Servidor de ustedes. El lector se llevaría un disgusto si todos los que publicamos hoy miramos a otra parte y al final, unos por otros, nadie vitorea a la “madre superiora”, figura vintage, con fama de mala leche y buen corazón porque un día nos lleva de excursión y nadie se extraña si es a Andorra, ese principado con el que todos hemos tenido algo.

Sacar punta a la “madre superiora” es obvio y poco original –como lo fue en su día titular “Crónica de una derrota anunciada”–, pero no hacerlo sería un fallo y aquí les brindo y no al sol este artículo. Brindar al sol es propio de toreros con ambición y pocas luces porque los tendidos de sol tienden al entusiasmo sin criterio, al vino barato y todo lo dan por bueno, cuando a quien hay que brindar es a la plaza en su conjunto, a la novia o al tendido de sombra, donde toman asiento los que mandan y cortan el bacalao.

Catalunya ya tiene una “madre superiora” y aunque no lo parezca el asunto es muy saludable, porque da para chistes, recuerdos de juventud católica y esas fotos en las redes donde aparecen los nuevos cajeros automático del Principado de Andorra que tienen forma de confesiona­rios.

El caso es reírse un poco de todo antes de que no nos riamos de nada y pasar el estío sin percances, riesgo inherente a los toreros que hacen brindis al sol y en lugar de orejas suelen llevarse revolcones.

La “madre superiora” dejó buenos recuerdos entre quienes la acompañaro­n de excursión muchos años y tantas votaciones y hoy sería injusto hablar mal de ella en lugar de vitorearla como siempre se hizo, al modo del “¡Viva yo!” “¡Viva la Virgen!” o “¡Viva Cartagena!” de las mejores tardes del Congreso y las peores noches de copas.

¿Que el tabaco de Andorra es barato pero rasca mucho? ¡Abajo la madre superiora! Y, de paso, le endosamos todos nuestros pecados...

El lector tiene un capricho y hay que dárselo: “Seguro que algún gilipollas escribe: ‘¡Viva la madre superiora!’”

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