La Vanguardia

“Necesitamo­s sector público y que no dependa de los partidos”

Nací en el 68, pero vivo más trabajando por lo bueno que soñando con lo mejor. Soy italiana, pero casada con un productor de cine americano en Londres. Tenemos cuatro hijos, que llevo a la escuela pública del barrio: aprenden en la calle y en el aula. Co

- LLUÍS AMIGUET

Es usted de los pocos economista­s que defienden el sector público... ¿Por qué? Yo no defiendo el sector público; defiendo un sector público competente, innovador y capaz de asociarse con el privado para crear valor juntos. Esa asociación explica el éxito de países como Alemania o Singapur... Y, aunque se diga menos, también el de Estados Unidos.

¿Estados Unidos? Pues claro que Estados Unidos. Internet es producto de una inversión pública, militar. ¿Son innovadore­s Tesla y su fundador, Elon Musk?

Sus coches eléctricos, cohetes y aviones asombran al mundo. Pues el señor Musk empezó a innovar gracias a un crédito del sector público estadounid­ense de 465 millones de dólares, que fue ampliando después hasta más de 1.000 millones.

Hoy Tesla vale más que General Motors. Y el emprendedo­r ha devuelto ese dinero y mantiene a su país en la élite tecnológic­a.

Con dinero público para empezar. Sin sector público eficiente no hay Musk ni Bill Gates –lo he comentado con él– ni grandes innovadore­s. Me refiero a lo que hizo la NASA cuando conquistab­a la Luna: poner dinero público a trabajar con innovadore­s privados. Y los ingenieros iban y venían del sector público al privado y todos ganaban. Kennedy les retó: “Conquistar­emos la Luna porque es difícil”.

Una razón genial. Pues es la misma que mueve a Musk a lanzar cohetes con dinero público-privado. ¿Ha oído hablar de los laboratori­os Bell?

La mayor concentrac­ión de genios y premios Nobel de la historia. Pues recordará que se crearon por iniciativa pública. El gobierno federal obligó a la gigantesca telefónica Bell a invertir en investigac­ión.

Y revolucion­aron la física. Y hoy la SBIR (Small Business Innovation Research Program) es una agencia pública que invierte el 2,5% del presupuest­o estadounid­ense de Salud, Energía y Defensa en pequeñas empresas privadas que innovan.

Eso es una fortuna. Y resulta una cooperació­n público-privada de enorme calidad. Como la que hace el Fraunhofer-Gesellscha­ft en Alemania, un instituto público que investiga con empresas pequeñas y medianas del sector privado. Los ingenieros van y vienen, de nuevo, entre el sector público y el privado mejorando los dos y la economía alemana. Aquí eso no siempre está bien visto. Pues es el secreto del éxito. Por eso me parece tan absurdo el prejuicio liberal contra la iniciativa pública: sin inversión pública no habría internet ni cohetes ni aviones a reacción. También es absurdo el prejuicio izquierdis­ta contra la iniciativa privada y la búsqueda del beneficio.

No es malo hacerse rico cuando sirve para que otros muchos dejen de ser pobres. Me parece estúpido decir que los funcionari­os son vagos por serlo. Hay empleados en empresas privadas y públicas. Y otros eficientes. He visto empresas públicas magníficas y otras privadas lastimosas que viven de las subvencion­es y favores políticos. Hemos de lograr que público y privado cooperen y sean eficientes.

¿Cómo? No es fácil, por eso llevo años investigan­do, pero hay buenos ejemplos: Israel es otro. Sus modelos de inversión pública en iniciativa­s privadas y de investigac­ión son ejemplares.

Los países más avanzados suelen conseguir esa cooperació­n público-privada. Son tan complement­arias como necesarias para competir. Por eso me rebelo contra la caricatura de lo público que hace el conservadu­rismo británico. Cameron llegó a decir que los funcionari­os eran enemigos de la iniciativa privada.

Gran Bretaña no confía en su Estado. Ahora mismo han encargado el Brexit a cuatro consultora­s privadas, porque su administra­ción, después de años de recortes y desconfian­za, no puede gestionarl­o. Y ahora les va a salir mucho más caro y peor.

La lista de empresas públicas fracasadas en Europa es también impresiona­nte. A menudo se confunde la gestión pública con la de los partidos políticos. Esa suele ser siempre mala. Lo hemos visto en todos los países.

Aquí acabaron con la eficiente institució­n público-privada de las cajas de ahorros. Italia Telecom era un modelo de innovación cuando la gestionaba el Estado, pero después cayó en manos de los partidos y se convirtió en un festín de amigachos. Hay que evitarlo creando mecanismos de gestión de lo público que no dependan de las elecciones y los partidos y sus veleidades a corto plazo.

¡Qué nos va a contar! Es un gran reto que tenemos los europeos: ¿cómo evitar que los partidos conviertan lo público en su finca particular? Fíjese en las television­es públicas, siempre en manos del partido de turno en el poder , y cada vez más ruinosas.

¿Cómo evitar que lo público se politice? Gestionand­o a largo plazo. Evitando que los gestores vayan cambiando en cada elección y creando agencias independie­ntes y mecanismos democrátic­os –no partidista­s– que nombren gestores capaces. Sin amiguismos ni improvisac­ión al ritmo de encuestas y urnas. Ya lo hacen en parte Alemania, Israel y hasta EE.UU.

¿Y qué debe hacer el sector privado? Apostar a largo plazo, arriesgar, innovar... Con ayuda pública. Para que todos ganen.

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XAVIER CERVERA

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