El señor y la señora May
Los rumores de un Brexit duro estaban completamente infundados. El Reino Unido va a salir de la Unión Europea, del mercado único y de la unión aduanera, pero no del festival de Eurovisión. “Aunque en las actuales circunstancias –reconoció la primera ministra Theresa May– no somos el país más popular, y no sé cuántos votos nos llevaremos”.
La señora May se ha negado en redondo a los debates televisivos en la campaña electoral, pero en cambio dio su bendición a comparecer en un magazine vespertino de la BBC junto a su marido, con el que convive desde hace 37 años. Si Emmanuel Macron y Brigitte Trogneux, o Donald y Melania Trump pueden ser parejas estrella, ¿por qué no ella y su consorte? Sólo hubo un problema, y es que la primera ministra dio la sensación de estar casada no con Philip, sino más bien con el Brexit.
May, mujer autoritaria pero insegura, raramente concede entrevistas y todas sus apariciones ante los medios de comunicación son en escenarios controlados. Dice lo que le recomienda su gurú australiano, Lynton Crosby, y
raramente se sale del guión. Por eso, aunque el programa
The One Show de la BBC fuera una oportunidad para humanizar su imagen, May optó por difundir los eslóganes de la campaña electoral. ¿Quién saca la basura en casa? Somos un matrimonio fuerte y estable. ¿Cómo se conocieron?
Tenemos una relación fuerte y estable... Sus aficiones son las mismas: el cricket, pasear e ir a la iglesia (ella es hija de un vicario).
Al contrario que en los Estados Unidos, hacer campaña en pareja no es tradición en Gran Bretaña, y Dennis Thatcher solía decir que la clave de un buen consorte es “estar siempre presente, pero nunca ahí”. Los británicos nunca supieron gran cosa de Norma Major, Cherie Blair adoptó un papel secundario respecto a Tony a pesar de ser una abogada de prestigio, la señora Brown brilló por su ausencia, y Samantha Cameron sólo salió al escenario para hablar con discreción del hijo que murió de pequeño. Pero Theresa May es de la nueva generación de políticos populistas que se está apoderando del mundo, y ante la oportunidad de arañar un puñado más de votos saliendo en la tele con su marido, no ha podido decir que no.
La audiencia británica, sin embargo, ha descubierto muy pocas intimidades del matrimonio May, excepto que parecen bien avenidos y uno termina las frases que empieza el otro, y que ella es quien lleva la voz cantante (estadística de posesión de la palabra, como del balón en el fútbol, 75% a favor de ella). Uno colecciona corbatas, la otra zapatos. Philip saca la basura, pero Theresa decide quién la saca. “Hay tareas que son de chicos y tareas que son de chicas”, dijo la primera ministra en un comentario un poco rancio que no le va a generar votos entre las mujeres jóvenes. Paro tampoco los espera. Su mercado son los jubilados.
Lo más emocionante en el matrimonio May es que fueron presentados por la ex primera ministra de Pakistán Benazir Bhutto cuando eran estudiantes en un baile de la universidad de Oxford, y según cuentan fue amor a primera vista. Conservadores ambos, él –hijo de un vendedor de zapatos y una profesora de francés– llegó a presidente del prestigioso Sindicato de Estudiantes, pero luego se dedicó a las finanzas y desde hace cuatro décadas es un reputado especialista en el terreno de los fondos de pensiones (que en el fondo encaja con la audiencia política de su esposa) y controla más de un billón y medio de euros en inversiones. Ella pronto le cogió el gusto a las intrigas políticas de Westminster, y mira lo alto que ha subido. “Sólo contempló la posibilidad de ser primera ministra una vez que llegó al gabinete”, dijo Philip, la discreción personificada, en un desliz. De eso hace 15 años, y mira lo callado que se lo tenía...
Theresa May, en su esfuerzo por parecerse lo más posible a Margaret Thatcher, presume de que va a ser “una mujer muy difícil” en las negociaciones del Brexit. Pero en casa, según Philip, no lo es particularmente. Tal vez porque ella decide a dónde van de vacaciones, quién saca la basura, para quién son los armarios y a qué hora se sirve el té, si es que se sirve. Ah, si Jean-Claude Juncker, Donald Tusk y Michel Barnier fueran tan complacientes...
En casa de la
primera ministra ella decide quién saca la basura y a dónde se va de vacaciones La premier salió en un show de la BBC para humanizar su imagen de cara a la campaña electoral