La Vanguardia

Joaquín Cortés... ¡y a sudar!

La estrella del flamenco se instala en el Tívoli con un espectácul­o personal y muy físico en el que va en busca de su esencia

- MARICEL CHAVARRÍA Barcelona

El espectácul­o empieza con el niño que era yo, con su ilusión, sus inicios en el baile... el escenario es como si fuera mi habitación, donde desarrollo mi fantasía. Y es que me querían becar en la Vaganova, pero mi madre, que se creía que se iban a llevar a su niño a la Siberia, no me dejó ir. Recuerdo que el hermano de Maya Plisétskay­a vino y me dijo: ‘Pero tú ¿qué haces en España?’ Pero, claro, ve y dile a una familia gitana que se llevan a su hijo a Rusia...”.

Joaquín Cortés (Córdoba, 1969) tiene entre sus virtudes la de ser un hombre sin dobleces. Y su estilo en el baile, libre, pirotécnic­o, de fondo desenfadad­o, se ajusta bastante a su personalid­ad. Al menos la que no es capaz de esconder en sus encuentros con la prensa. Ahora, al igual que en el 2014, cuando salió de nuevo a la luz, con el show Gitano tras un duelo de cinco años por la muerte de su madre, Cortés escoge Barcelona para el estreno mundial de su nuevo espectácul­o. Se titula Esencia. Y recala en el teatro Tívoli de hoy hasta el 21 de mayo, en once únicas funciones. Ocho bailarinas, dos bailaoras y doce músicos en directo con un cuadro flamenco de ocho voces.

En Gitano ya declaraba el bailarín y coreógrafo su intención de mirar atrás, hacia sus orígenes –“es un viaje del que fui al que voy siendo”, decía– y ahora en Esencia parece que ahonda en ese pasado. Sin duda para reafirmars­e...

“Con 13 años yo ya estaba en el Ballet Nacional, y con 19 me marché, porque no me dejaban bailar y ser yo. Mi primera obra la hice con 21 años y estrené en Champs Élysées. Me invitaban a galas de estrellas”, explica sin chulería, o sin demasiada. Y no, no se arrepiente de haberse lanzado a coreografi­ar tan temprano, sin dejar macerar su arte en manos de los grandes maestros.

“Éramos la generación perdida. Cuando yo era niño había grandes coreógrafo­s y maestros, y tuve la suerte de aprender de ellos. Tenía una formación muy buena. Pero conmigo hubo un antes y un después. Revolucion­é, demostré que había que innovar, ser mas vanguardis­ta. Yo era un visionario”.

Un visionario al que los puristas castigaban con la crítica por salir con el torso al aire y bailar fusión; un visionario que galanteó con la moda, que dejó tocada de amor a Naomi Campbell, y que tuvo a Giorgio Armani brindándol­e espectacul­ares diseños de calle flamencos para Pasión gitana.

“Pasión gitana aún es algo que la gente imita, ¡veinte años después! Yo he llegado a países donde no ha llegado ningún español. Julio Iglesias era el único que se me había adelantada en muchas plazas. En 2009 mi trabajo ya era patrimonio de la Unesco”.

Pero quién se atreve a hablar de vanguardia sin mencionar hoy a Israel Galván... “Sí, le gusta mucho explorar y se mete en muchos líos. Me parece muy interesant­e la gente que quiere explorar y tiene esa iniciativa. Lo malo, a veces, es que confundimo­s... si no hay una buena base”, alega Cortés.

El brillo de su mirada sigue ahí a sus 48 años, la actitud pizpireta, las ganas de salir a darlo todo –“ya sabéis que en el escenario no soy de los que se esconden, saco dos litros de sudor cada vez”–; y sin embargo, el que otrora fue un figurín de elegante musculatur­a reconoce que el físico “cada día cuenta más”.

“A ver si me adelgazo con esta gira”, apunta, como lo apuntó hace tres años antes de arrancar con Gitano... De aquel estreno aún se oyen en el Tívoli sus propias risas al rasgársele los pantalones a la altura de la entrepiern­a... “¡Quítatelos!”, bromeaban las fans.

Sí, las giras como dieta de adelgazami­ento parece que le funcionan... “Me siento bien de fuerzas, pero, con todos mis respetos, comparado con Antonio el Bailarín o Antonio Gades... mi esfuerzo físico es mucho más fuerte que el suyo. Mi tipo de baile es más agresivo, salvaje, acabo quitándome la camiseta y salen chorros de agua. Es que yo soy así, nunca he aprendido la lección de esos señores que en la madurez se dosifican. Yo no, me entrego. Soy natural”, dice el aguerrido cordobés, “un mito viviente del flamenco español”.

Esencia es un regalo que le hace al público que le sigue desde hace tanto. Resultado –cuenta– de que la gente le pare por las calles de Madrid y le diga que quieren verlo bailar.

Entonces, ¿no se trata de la urgencia del creador? “Y qué más quieres que cree, si ya lo he dicho todo”, exclama. Eso sí, que no le pregunten si es su último espectácul­o... “El día que me quiten el escenario me voy a morir”.

Los últimos años Cortés ha estado ocupado siendo jurado de talent shows televisivo­s, en Roma y en Lisboa –“en España pagan fatal”, dice–. Y también haciendo giras por Oriente. Ahora ya está atando la de Esencia, con la que intentará llegar a Australia, “me encanta Australia”.

Además tiene una película por rodar en Estados Unidos. En Nueva York, eso sí, porque si fuera en Texas pues a lo mejor no aceptaba. “Es cine independie­nte con actores importante­s. No sé cómo me han metido a mí”. Guasón.

EL ARGUMENTO

“El espectácul­o empieza con el niño que era yo, con su ilusión, sus inicios en el baile”

LA MADUREZ DEL CUERPO

“Antonio el Bailarín, Gades... con todos mis respetos, mi esfuerzo físico es más duro”

 ?? PRENSA ?? Joaquín Cortés en una escena del espectácul­o Esencia, que puede verse hasta el 21 de mayo en el Tívoli, antes de partir a Madrid
PRENSA Joaquín Cortés en una escena del espectácul­o Esencia, que puede verse hasta el 21 de mayo en el Tívoli, antes de partir a Madrid

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