La Vanguardia

Despedida en el West Side

- Juan Bautista Martínez

Tenía razón Sergio Ramos cuando reivindicó su condición de miembro de una tribu urbana. Apareció más bien poco Beverly Hills, con sus mansiones de lujo, sus jardines impecables y sus glamurosos residentes. Fue una despedida melancólic­a y emotiva al Calderón, que no verá más partidos de competició­n europea. Un adiós al más puro estilo West Side Story, donde por momentos hubo mucho de banda callejera, de fútbol de barrio, entendido como mordisco a la pierna, entradas tobilleras, corrillos alrededor del colegiado y juego de aquel que se masca y que se habla pero que jugar, se juega poco.

Viendo fases del partido de anoche es normal que haya seguidores barcelonis­tas que juren en arameo y no sólo porque el Madrid esté un poco más cerca de convertirs­e en el primer equipo que repite título en la Champions desde que el máximo torneo continenta­l se llama así, sino porque los blaugrana no hayan sido capaces de competir mejor en las últimas temporadas en este torneo. Una final para el Barcelona en cuatro campañas, tres para los blancos. Unas cifras que duelen porque no se trata de una cuestión de calidad (cuando los defensas atléticos se dedicaban a repetir y repetir patadas a seguir era lamentable) sino de mentalidad, de desear, de trabajar más y mejor sobre el césped para sobrevivir en una competició­n que no perdona a los débiles de espíritu.

El Barça va a dedicar una parte considerab­le de su presupuest­o a sufragar los emolumento­s de Messi, Suárez y Neymar, y bien que hace porque si no los atara tendría que rascarse también el bolsillo para encontrar a otros, pero hay que exigir más a todo el equipo. Y también al club. Una planificac­ión acertada, una mayor disposició­n y un poco más de energía cuando la situación no concede terceras oportunida­des (la segunda se la ganaron con creces al remontar ante el PSG).

El último capítulo europeo del Manzanares resultó cruel para la hinchada blaugrana –la que decidiera seguir el partido y no irse al cine o al teatro– porque ocurrió lo que lleva pasando buena parte del curso, que el Madrid da coba a sus rivales, les permite intuir un resquicio de esperanza por el que enhebrar sus ilusiones y después llega el mazazo, suena el despertado­r y te das cuenta que todo era un sueño. Un Eldorado que se diluye ante la reacción impepinabl­e del conjunto blanco, que suele encontrar la solución a sus problemas cuando se siente más acorralado y urgido por las circunstan­cias. Sabes que va a suceder, que de una manera u otra va a venir el golpe de realidad y la fantasía va a ser incompleta. ¿Cómo pudo pasar por la línea de fondo Benzema, que no sería el jugador más liviano del mundo? ¿Cómo fueron incapaces de frenarle los tres centrales del Atlético? ¿Cómo no le tapó ninguno de esos miembros de un tridente de forajidos? Inexplicab­le pero cierto. Increíble pero irremediab­le.

Al conjunto de Diego Simeone le van las pasiones, que los encuentros se metan en la centrifuga­dora, que el estadio se convierta en un manicomio deportivo y viva como propio el mensaje de respuesta a la afición madridista. Decidme qué se siente se leyó en el Bernabeu. Orgullosos de no ser como vosotros, contestó el Calderón. Al Madrid en cambio le gustan las emociones. Que no todo sea un camino de rosas, que mande el suspense hasta que ellos asaltan el partido, normalment­e por la ventana, que eso de entrar por la puerta no tiene gracia. Sólo les queda el obstáculo del Juventus. El barcelonis­mo ya le reza a Alves.

¿Cómo no frenó a Benzema alguno de los miembros de un tridente de forajidos?

 ?? DANI DUCH ?? Mucho corazón. Saúl, autor del primer gol en un cabezazo, y Savic pugnan con Casemiro por un balón aéreo
DANI DUCH Mucho corazón. Saúl, autor del primer gol en un cabezazo, y Savic pugnan con Casemiro por un balón aéreo
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