La Vanguardia

“Un día perfecto para correr”

- SERGIO HEREDIA Barcelona El esfuerzo.

El sábado en el circuito de Monza, Nacho Cáceres (40) se quedó tras la valla. Corrían otros. Eso sí, se le pusieron los dientes largos. Saltar al ruedo: eso le hubiera encantado. Entre pitos y flautas, Cáceres suma trece maratones. Con resultados notables. En Rotterdam, en el 2012, había marcado 2h 11m 58s. Aquel registro le proyectó a los Juegos de Londres.

Este es un maratonian­o de talla olímpica.

–Voy loco por probar esas zapatillas –me dice.

Se refiere a las Nike Vaporfly Elite, el modelo que la firma había diseñado para Eliud Kipchoge, Zersenay Tadesse y Lelisa Desisa, los tres protagonis­tas del proyecto Breaking 2. El experiment­o. Kipchoge rozó la proeza: marcó 2h 0m 25s. –¿Tan buenas son las zapatillas? –Tuve un par en mis manos. Son como papel. No pesan nada. Parecen endebles, pero no se doblan así como así. Necesitas mucha fuerza. La suela es de carbono, y eso les da una rigidez enorme. Son un avance tecnológic­o.

–¿Tanto tienen que ver en la mejora del hombre (hasta ahora, el maratonian­o más rápido había sido Dennis Kimetto, en 2h 2m 57s)?

–Se pasaron dos años diseñándol­as. Algo habrán ayudado a Kipchoge.

Calculan que su amortiguac­ión y propulsión reducen en un 4% el gasto energético. Desde hace dos años y medio, Nacho Cáceres forma parte del Run Club de Nike. Entrena a medio centenar de atletas. Les hace trotar por el Parc Nou de El Prat y por el parque de Can Mercader, en Cornellà. A menudo corre con sus pupilos.

Como trabaja para la firma, la gente de Nike le había invitado al experiment­o.

Y allí estaba el sábado, tras la valla. Tomando tiempos junto a Luis Miguel Martín Berlanas, otro hombre de la firma. –Fue un día perfecto para correr. –¿Por qué? –Entre nueve y diez grados. Cero viento. A las cinco menos cuarto de la madrugada cayeron cuatro gotas. Pero luego, nada. –Estuvieron bailando con la fecha. –Cierto. No supe nada hasta el jueves. Estaban pendientes de la lluvia. No sabían si harían el experiment­o el sábado o el domingo. En la noche del jueves me dijeron que sería a las seis menos cuarto del sábado. –Acertaron. –A mediodía diluvió. La carrera fue un espectácul­o. En la víspera, nos habían citado en el Duomo de Milán junto a Carl Lewis y Paolo Maldini. Nos explicaron cómo sería el experiment­o. Luego nos levantaron a las 2.45 h y nos llevaron a Monza, a 20 km. En el circuito, estuve en la zona de animación, a pie de pista.

ANTE LAS SUSPICACIA­S “El rebufo de las liebres te ayuda a no pensar. Pero las piernas las mueves tú: esto no es ciclismo” Nacho Cáceres, maratonian­o, presenció

en vivo la carrera de Eliud Kipchoge en busca de las dos horas en maratón FUTURAS EXPECTATIV­AS “Decían que el hombre tardaría 30 años en bajar de dos horas en maratón; queda claro: lo hará antes”

–¿Volaban? –He corrido maratones a muchos ritmos. Rápidos y no tanto. Atreverse a hacerlo a 2m 50s por cada kilómetro... la palabra imposible es la que te viene a la mente. –No fue una carrera normal. –Evidenteme­nte. Pero Nike quería demostrar que el ser humano está capacitado para romper la barrera de las dos horas, siempre y cuando se minimicen variables como los giros, las brusquedad­es, las pendientes, el viento. Decían que el hombre tardaría treinta años en bajar de dos horas. Queda claro: lo hará antes.

–Pasaban los minutos y los kilómetros. Desisa y Tadesse empezaron a tener problemas a la hora de carrera. Kipchoge seguía en el ritmo. ¿Cómo lo vivían en el circuito?

–Más o menos, muchos entendíamo­s de la materia. Los que hemos corrido maratones pensábamos: ‘que llegue hasta el kilómetro 30, y entonces veremos’. El caso es que Kipchoge nunca pareció flojear. Yo sé qué es reventar en un maratón. Que del km 34 al 40 redujera el paso de 2m 50s a 2m 54s, eso no es reventar. Solo vimos que a partir de ahí llevaba el rictus de dolor e iba como podía. –¿Qué hacía? –Los espectador­es no teníamos variables. Solo, el tiempo de las vueltas (17). Con Berlanas, calculamos los parciales necesarios. Kipchoge tenía que ir a 6m48s cada vuelta. Al principio robó un colchoncit­o de segundos. En las últimas vueltas se fue a 6m 52s, más o menos. Ahí se le escapó: tenía menos fuerza al salir de una curva. Y las liebres debían frenarse.

–Alguno opina que las liebres, que le acompañaro­n hasta meta, fueron demasiado lejos.

–El rebufo te ayuda a no pensar. Pero las piernas las mueves tú. Esto no es ciclismo.

Dice que estamos en la antesala de un momento único. Como cuando Roger Bannister bajó de los cuatro minutos en la milla (1954). Como cuando Jim Hines rompió los diez segundos en los 100 m (1968).

 ?? PIER MARCO TACCA / GETTY ?? Eliud Kipchoge, de rojo, persigue a sus liebres durante el experiment­o Breaking 2 de Nike, el sábado en el circuito
de Monza
PIER MARCO TACCA / GETTY Eliud Kipchoge, de rojo, persigue a sus liebres durante el experiment­o Breaking 2 de Nike, el sábado en el circuito de Monza

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