Dos figuras rescatadas
Ignacio Martínez de Pisón recuerda el encuentro entre Alexánder Kérenski y Manuel Chaves Nogales en la España de los años treinta, dos personajes de calado cuya labor ha sido rescatada en los últimos años: “Estoy seguro de que, a su paso por Madrid, Kérenski se encontró en algún momento con Manuel Chaves Nogales, por entonces director del diario Ahora. Hay una famosa foto en la que aparecen los dos pero es algo anterior, de 1931, de cuando Chaves visitó a Kérenski en París para escribir unos reportajes sobre los cambios experimentados en Rusia”.
Hace ahora cien años que Alexánder Kérenski se hizo cargo del Ministerio de la Guerra en el gobierno provisional surgido de la primera revolución rusa, la del mes de febrero. No era un ministerio cualquiera. Recordemos que estaba en marcha la Gran Guerra y que la participación rusa era muy impopular: entre las revoluciones de febrero y octubre desertaron nada menos que un millón de soldados. Aunque esa participación la había heredado del destronado zar Nicolás II, Kérenski, que no tardaría en convertirse en primer ministro, era partidario de respetar las alianzas internacionales y continuar en la contienda. Según los especialistas, eso debilitó su autoridad y facilitó que los bolcheviques, entonces minoritarios, se hicieran con el poder en la segunda revolución, la de octubre. Eso y la clarividencia de Lenin, que supo jugar sus cartas para aprovechar la oportunidad de crear el primer Estado socialista de la historia.
Julián Casanova acaba de publicar un esclarecedor libro sobre la Rusia de 1917 titulado La venganza de los siervos. En referencia a Kérenski dice que su figura fue vilipendiada durante décadas y que sólo empezó a ser rescatada por los historiadores en los años noventa. Es decir, cuando el experimento comunista acababa de ser liquidado. Durante todo ese tiempo había seguido vigente el viejo anatema de los bolcheviques, que lo consideraban un símbolo de la incompetencia burguesa. Pero durante todo ese tiempo había sido también objeto de la hostilidad de los sectores reaccionarios, que para descargarse de sus propias responsabilidades habían hecho de él un chivo expiatorio. En 1917 Kérenski era un izquierdista de treinta y seis años que trató de mantener la unidad nacional y de suavizar las tensiones sociales. A la vista está que no lo consiguió porque, víctima de errores propios y ajenos, su etapa al frente del gobierno duró poco más de tres meses, después de los cuales tuvo que salir de Rusia.
En la primavera de 1933, Kérenski interrumpió durante tres semanas su exilio parisino para visitar diversas ciudades españolas: Santander, Madrid, Valencia, Zaragoza... Le habían contratado para dictar varias conferencias, que en realidad eran siempre la misma, titulada “La Rusia actual y el plan quinquenal”. En Barcelona la dio el 9 de mayo en el Salón Victoria, en la calle València. Entre tanto, era agasajado por las autoridades y concedía entrevistas en las que, protagonista de una de las transiciones más sangrientas de la historia, elogiaba el sosiego con que la sociedad española había dejado atrás la monarquía: se diría que le habían traído para que proyectara la imagen más favorecedora de la joven república española.
Aunque no he localizado ninguna foto que lo atestigüe, estoy seguro de que, a su paso por Madrid, Kérenski se encontró en algún momento con Manuel Chaves Nogales, por entonces director del diario Ahora. Hay una famosa foto en la que aparecen los dos pero es algo anterior, de 1931, de cuando Chaves visitó a Kérenski en París para escribir unos reportajes sobre los cambios experimentados en Rusia. Esos reportajes se reunieron ese mismo año en un libro titulado Lo que ha quedado del imperio de los zares. No es la única obra que el sevillano dedicó a ese país. Están también algunas de títulos tan elocuentes como La bolchevique enamorada o La vuelta a Europa en avión (Un pequeño burgués en la Rusia roja), y la estupenda novela El maestro Juan Martínez que estaba allí, que recrea la revolución rusa desde la perspectiva de un bailarín flamenco que casualmente andaba por allá. Todos esos libros se han reeditado en los últimos años.
Muerto en 1944, durante el medio siglo siguiente Chaves sólo fue recordado como autor de una celebrada biografía del torero Juan Belmonte. Yo no empecé a leerle hasta que Andrés Trapiello, en Las armas y las letras, destacó su A sangre y fuego como una de las grandes obras sobre la Guerra Civil. El libro de Chaves, publicado en Chile en 1937, no tuvo edición española hasta 1993, sólo un año antes de que Trapiello diera noticia de su existencia. Luego su prestigio fue poco a poco creciendo hasta acabar convirtiéndose en un fenómeno editorial. Creo no exagerar si digo que el suyo ha sido el descubrimiento póstumo más destacado de las últimas dos décadas. Así pues, los años noventa no sólo rehabilitaron a Kérenski sino también a Chaves, el periodista que en 1931 viajó a conocerle en París y que, dos años después, encargó a uno de sus redactores un amplio seguimiento de su gira española. Que Chaves se sintiera atraído por la figura de Kérenski no es casualidad, ya que los dos combatían los extremismos totalitarios. Acabaron siendo víctimas de ellos, y el destino, juguetón, los reuniría tras su muerte. Chaves, exiliado primero en Francia y luego en Inglaterra, está enterrado en Londres. También en Londres, aunque en otro cementerio, acabó siendo enterrado Kérenski, al que la Iglesia ortodoxa le negó un entierro religioso en Nueva York, la ciudad en la que vivió sus últimos años.
Kérenski en el palacio de Invierno de San Petersburgo en 1917
Estoy seguro de que, a su paso por Madrid, Kérenski se encontró en algún momento con Manuel Chaves Nogales