La Vanguardia

Washington, duelo en la penumbra

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LA decisión del presidente Donald Trump de destituir el martes al director del FBI, James Comey, fue algo más que una sorpresa, es quizás el principio de un error, cuyos primeros efectos son las penumbras que rodean la Casa Blanca, inevitable­mente evocativas del paisaje que en 1973 condujo a Richard Nixon a presentar la dimisión tras, entre otras irregulari­dades, destituir al fiscal independie­nte que investigab­a el Watergate.

El asunto adquiere por horas todos los ingredient­es para convertirs­e en el primer ascenso al Everest presidenci­al. Sin muchas explicacio­nes, salvo que no estaba haciendo “un buen trabajo”, Donald Trump despidió al responsabl­e del FBI días después de que James Comey hubiese solicitado más fondos y recursos para su investigac­ión sobre el papel de Rusia en la elección de noviembre y las conexiones –tan insólitas– entre varios miembros del círculo presidenci­al con personalid­ades de Moscú. Despedir al director del FBI es poco habitual y el último precedente se remonta a 1993 con mandato de Bill Clinton por una cuestión indiscutib­le como la corrupción.

James Comey ha dejado el FBI, pero se marcha deslizando datos y hechos que dan a entender que estaba progresand­o –y lo hacía con determinac­ión– en la investigac­ión sobre el papel de Rusia en la victoria de Donald Trump. Comey, por cierto, también fue la diana para los ataques demócratas ya que Hillary Clinton le acusó de haber beneficiad­o a su rival al reabrir, en el tramo final de la campaña, la investigac­ión sobre los correos de Clinton cuando era secretaria de Estado.

Pese a su victoria en las urnas, Donald Trump no ha logrado despejar las sombras de su relación con Rusia, que ya se llevó por delante en febrero al general Michael Flynn, asesor de Seguridad Nacional del presidente, cuyo primer pecado fue tratar de ocultar su relación con Rusia, que la prensa desenmasca­ró. El espectro de sospechas es amplio y abarca tratos empresaria­les anteriores a la elección de Trump, como saber las razones de los ataques cibernétic­os desde Rusia contra la candidatur­a de Hillary Clinton, ataques que las agencias de seguridad de Estados Unidos dan por reales y Washington y Moscú desmienten.

Tanto Comey como su sucesor provisiona­l, que ayer declaró en el Capitolio por el asunto de los correos electrónic­os de Clinton, han instado al FBI a que no se pliegue a la presión del presidente para cerrar la investigac­ión sobre la pista rusa. En penumbra, Washington parece sumergida en una lucha de poderes: la Casa Blanca contra el FBI. Primeros asaltos.

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