La Vanguardia

Valentino cumple 85 años aún activo como uno de los grandes de la alta costura

El último representa­nte de la alta costura cumple 85 años creando fuera de su firma

- MARIÁNGEL ALCÁZAR Barcelona

La alta costura ya no es lo que era, pero Valentino, uno de los máximos exponentes de la época gloriosa de los grandes creadores, sigue siendo el mismo, con su pelo lacado y su eterno bronceado. El más grande de los creadores italianos, el primero en abrir una brecha en el compacto grupo de modistos franceses, cumplió ayer 85 años, apartado de su firma pero aún activo en la creación.

Valentino Ludovico Clemente Garavani nació en 1932 en Voghera, una pequeña ciudad ubicada en la región de Pavía, en el norte de Italia. A los 17 se fue a París a estudiar diseño y quedó fascinado por el mundo de la alta costura, que en aquellos años cincuenta vivía su época de máximo esplendor. Como hizo Pertegaz, Valentino no se dejó seducir por los cantos de sirena de las grandes firmas que buscaron su talento pero no su nombre y tras trabajar en algunas casas de costura como Jean Dessès (el autor del traje de novia de la reina Sofía) y Guy Laroche, donde acabó de formarse, optó por regresar a Roma, donde en 1957 abrió su propio taller con tanto éxito que en 1968 creó un logo, el de una V rodeada de una elipse, con el que se convirtió en marca. Eran los años de la Dolce vita, de una Roma llena de estrellas que rodaban en Cinecittà, a las que Valentino vestía y con las que se codeaba, convirtién­dose él mismo en uno de los habituales de Via Venetto y de las fiestas sin fin de la capital italiana.

La firma Valentino nació cuando la alta costura se vio obligada a abrirse al prêt-à-porter y los complement­os, pero el italiano fundó su imperio y cimentó su fama a partir de una sola creación: su traje de noche rojo pasión. Fue su mejor idea, que aún funciona, y su imagen. Hasta aquel momento, los trajes de noche eran negros, dorados, plateados e incluso en colores crema, pero nadie se atrevió con el rojo hasta que Valentino lo hizo. El italiano siempre dijo que se inspiró en España, más por la pasión que por el color, pero acertó plenamente.

A finales de los años sesenta, el diseñador italiano conoció a Giancarlo Giammetti, un brillante estudiante de Arquitectu­ra que fue su pareja durante doce años y su socio en la empresa hasta que en el 2002 la vendieron al grupo Marzotto (propiedad de la familia del mismo nombre, a la que pertenece Beatriz Borromeo). Valentino y Giammetti vieron crecer como la espuma la firma de costura cada vez más deseada por las ricas y famosas, hartas ya del clasicismo y dictadura de las firmas francesas, que en aquellos años se encontraba­n en plena reconversi­ón pero aún vivían de las rentas de sus antiguas glorias.

El primer gran pelotazo de la firma Valentino fue el vestido de novia que Jacqueline Kennedy lució el día que se convirtió en Jackie Onassis. Un modelo corto de encaje con el que se casó en Skorpios (Grecia) con el magnate Aristótele­s Onassis. Jackie era un icono de moda y Valentino ratificó su condición de diseñador de las mujeres más elegantes del mundo. Con los años y la diversific­ación del negocio, Valentino y su aún socio pero ya examante Giammetti se hicieron multimillo­narios y ellos mismos, en sus casas de la costa italiana o en su megayate Blue One, con su caracterís­tico casco en azul marino y blanco, se convirtier­on en unas celebridad­es y en los mejores anfitrione­s del Mediterrán­eo. Durante años, el yate recaló en las Baleares, con una tripulació­n de apuestos galanes, llevando a bordo a modelos, celebridad­es y realeza. Durante casi 50 años, Valentino fue el diseñador que nunca fallaba, en el que confiaban las mujeres que no querían ser confundida­s con starlettes o busconas, mujeres que querían estar atractivas sin dejar de ser elegantes. Valentino vistió de novia a Marie-Chantal Miller, a Máxima de Holanda y a Magdalena de Suecia, y hasta lady Di posó para la revista Vogue con uno de sus icónicos vestidos rojos.

En el 2008, Valentino se desvinculó totalmente de su firma, pero no se olvidó del arte y la creación, y últimament­e ha confeccion­ado el vestuario de la versión de La Traviata que ha dirigido Sofia Coppola. Mientras, la firma que lleva su nombre, ahora con los diseños de Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli, sigue generando dinero y objetos icónicos, como la última colección de complement­os con tachuelas, denominada Rockstud, que incluye unos zapatos imitados hasta el infinito pero nunca igualados. Valentino es único.

COMPAÑERO Giancarlo Giammetti fue 12 años su pareja y ha sido su socio durante cinco décadas

TACHUELAS En el 2002 vendió la firma a los Marzotto y en el 2008 se jubiló, pero sigue creando iconos

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