Observar con los sentidos
Catalunya llega a Venecia con un proyecto de Antoni Abad que da voz a personas ciegas
La escena se repite una y otra vez a lo largo de todo el día. En uno de los muelles de la Isola de San Pietro, frente al pabellón catalán, Emiliano parte con nuevos pasajeros a bordo de su sampierota, una embarcación a remo que tradicionalmente se utilizaba para pescar en la laguna y que ahora se desliza por las tranquilas aguas del Rielo de San Daniele como parte de una experiencia transformadora. Un remanso de calma en esta Bienal de los excesos donde Giulia, una joven de 22 años llegada de Trieste, y Anna, veneciana de 65 años nacida en el barrio del Arsenale, ambas ciegas, irán descubriendo a los viajeros (cuatro por trayecto) esa Venecia que no se ve pero que se puede percibir a través de los sentidos y también la que, aplastada por el tsunami del turismo, ya sólo es un recuerdo.
Las salidas en barca zarpan cada veinte minutos, forman parte de La Venezia che non si
vede, el proyecto de Antoni Abad con el que Catalunya participa en la 57.ª Bienal de Venecia y cuya onda expansiva traspasa las paredes del pabellón (en realidad un lugar de acogida, un espacio de confort pensado según los criterios de diseño universal por el estudio Avanti Avanti) y alcanza de lleno toda la ciudad. Anna y Giulia son dos de las personas ciegas o con problemas de visión (“no me gusta la palabra invidente, es como un intento de ocultar la realidad”, matiza la segunda) que en los últimos meses han estado grabando las sensaciones olfativas o auditivas que les producían los sitios por los que atravesaban, relatando anécdotas o advirtiendo
“¿Una propuesta que no se ve en una bienal de artes visuales? Estamos en un espacio ‘art friendly’”
de los peligros de las callejuelas que desembocan en los canales, “auténticas trampas para ciegos”, de la dificultad de atravesar el puente de Calatrava o adentrarse en callejuelas tan estrechas como ese “callejón de los cornudos” donde el espacio es tan angosto que no pueden mover el bastón...
Ahora, cualquier visitante -o veneciano- puede escucharlas a través de un teléfono móvil mediante la app BlindWiki y acompañar sus desplazamientos con sus relatos y redescubrir Venecia a través de su mirada sensorial. “La ciudad se ve con los ojos para quien la ve, pero se recuerda más a través del oído, del tacto. Las cosas que ves pasan, lo otro permanece”, reflexiona Anna durante uno de los viajes en barca en los que añora el bullicio de un barrio habitado por los trabajadores del vecino Arsenale, la antigua base naval hoy sede de la Bienal, y lamenta que el turismo haya inundado Venecia de terrazas y transeúntes arrastrando maletas, que la hacen intransitable “para los ciegos... y para los que ven”.
El pabellón, que ha implicado a más de sesenta personas (han colaborado también estudiantes de arte y arquitectura) y ha producido un inédito cómic táctil diseñado por Max, está abierto desde el martes pero hasta ayer no se inauguró oficialmente en su sede de Cantieri Navali. Tanto Antoni Abad como los comisarios Mery Cuesta y Roc Parés admiten la la aparente paradoja de presentar un proyecto que no se ve en una bienal de artes visuales, pero justamente de eso se trata, de generar nuevas visiones dando voz a los que habitualmente carecen de visibilidad. ¡Chapeau! No lo expresó así pero ayer Santi Vila, el conseller de Cultura que estos días ha hecho de improvisado informador ante algún turista despistado frente uno de los muchos puntos explicativos diseminados por la ciudad, los felicitó por su “audacia y valentía”. ¿Las expectativas sobre su recepción? “El arte contemporáneo es complejo, pero una bienal es un territorio amigo. Estamos en un espacio art friendly”, bromea Parés.