Lobotomía global
Leo El filtro burbuja de Eli Pariser (editorial Taurus) y, para digerirlo, tengo que meterme en la cama durante dos días. Pariser, que se define como activista liberal, ha escrito un libro muy documentado sobre la personalización de los datos en internet. Sus reflexiones describen un mundo infernal en el que las grandes corporaciones digitales trafican con nuestra intimidad y nos reducen a potencial materia prima de un infinito mercado de datos. Nuestra relación con internet ya no es de ilusión democratizadora sino de súbditos de un imperio totalitario que, en función de nuestra navegación, nos ofrece contextos adaptados a nuestras posibilidades de consumo. La clave que abre esta cerradura es el algoritmo entendido como una fórmula maléfica que, a medida que transforma en moneda la comunicación gratuita, limita el conocimiento, castra la curiosidad y raciona las posibilidades del azar. Todo, por supuesto, en nombre de facilitarnos la selección natural de nuestras inclinaciones.
La bovina docilidad con la que aceptamos este control es proporcional al bienestar y al aislamiento cool que proyectamos hacia estímulos digitales que nos perjudican y nos anclan en la categoría de obesos intelectuales o emocionales. Sea en nombre de la información o la libertad de relaciones, nos entusiasmamos con una capacidad de movimientos que no es inocente y que, en el caso de la información, trabaja para que desaparezca el intermediario del periodismo. Resultado: datos compulsivos y guetos digitales aparentemente comunicados pero que se evitan con una reactividad robótica. La lectura del libro, que incluye conceptos tan escalofriantes como “lobotomía global”, perturba. Pero Pariser aún tiene esperanzas de cambiar la situación. Su intención es hacer pedagogía inteligente de un conocimiento crítico, que, en mi caso, me ha obligado a guardar cama durante dos días. Después, me he levantado para estudiar mi correo no deseado y extraer alguna conclusión sobre la personalización digital y sobre cómo las grandes corporaciones acaban sabiendo cómo somos.
Constato que mi papelera digital acumula una porquería aleatoria parecida a la basura cósmica que describían los primeros libros de David Cirici. Con rictus de fiscal, tomo nota del enunciado de los asuntos de los mails. Empresas de seguros me prometen una vida mejor, ortopedias anuncian un arma contra los juanetes, me instan a pedir préstamos y, al mismo tiempo, a ahorrar, a cuidar a mi familia y a comprar pisos, a ser mi guardián espiritual y a perder la barriga en tres días, a viajar con billetes gratuitos, a olvidarme del vello y a atreverme a ser feliz, a controlar la factura del gas y a compartir los “días happy” de Citroën. Eso por no hablar de las ofertas de restaurantes, la tabarra del turismo de Irlanda y los cebos de plataformas de aparejamiento de personas en celo. Si lo que explica Pariser es verdad, la idea algorítmica que los manipuladores lobotomizadores de internet tienen de mí es una auténtica mierda.
La intención del libro de Pariser es hacer pedagogía inteligente de un conocimiento crítico