La Vanguardia

Carlos Naval, treinta años

- José María Brunet

El FC Barcelona ha rendido estos días un merecido homenaje a su delegado de campo, Carlos Naval, discreto personaje que podría dar clases de psicología aplicada en cualquier universida­d del mundo. Naval lleva 30 años viendo pasar la historia azulgrana y tratando de encauzarla desde su puesto en la banda y en el banquillo; en viajes y desplazami­entos; en días de triunfo y gloria y en jornadas de desastre.

El secreto del delegado azulgrana es, probableme­nte, que ha sabido estar en su sitio. No se ha metido en líos y siempre ha actuado con mesura y tacto utilizando para bien su cercanía con los jugadores. Por encima de polémicas y conflictos, para Naval ha habido siempre un valor superior, el Barça. Lo que beneficie al club conviene. Lo que le perjudique hay que desecharlo.

En su labor, es preciso conocer a cada miembro de la plantilla, con sus cualidades y defectos, y tratarlos a todos con mimo, casi con amor de madre, con sincero afecto y con interés, para que rindan al máximo. Toda ayuda es poca en el pastoreo de ese rebaño. Resulta casi enterneced­ora la imagen de Naval cuando aprieta el paso sobre el césped en busca de algún jugador díscolo, dispuesto a enredarse con el árbitro. Cuántos casos de mal mayor habrá evitado el delegado culé llevándose a la banda a la estrella airada, a los ofendidos y humillados por cualquier error arbitral.

Una figura así resulta imprescind­ible para cualquier empresa obligada a competir y que se precie. Carlos Naval pertenece a ese tipo de personas que se sienten pieza de un engranaje y que no necesitan hacerse notar. Les basta con estar y actuar. El Barça ha sido relativame­nte pródigo en esa clase de perfiles. Baste recordar, por ejemplo, a

En su labor, es preciso conocer a los jugadores y tratarlos a todos con mimo, casi con amor de madre

históricos como Ricard Maxenchs, que fuera director de comunicaci­ón del club, o Manel Vich, el speaker del Camp Nou durante casi 60 años. A Naval le queda mucho fuelle y, como él mismo decía con ocasión de su homenaje, su compromiso con la entidad no se va a extinguir mientras pueda seguir siendo útil. Un carrerón le avala: 2.157 partidos con el primer equipo, y el recuerdo de 57 títulos.

Ahora que se cumplen 25 años del misil de Koeman que supuso la primera Champions para las vitrinas del Camp Nou –y van cinco–, hay que reconocer de nuevo el papel insustitui­ble de Messi en la etapa más reciente de un club que cuenta ya con 118 de historia. A ver si se anuncia pronto la renovación. Mientras tanto, la imagen de Carlos Naval dándole en su homenaje una palmadita al crack de Rosario resulta sumamente expresiva. Encierra complicida­d. Y revela la importanci­a de esos otros jugadores que, sin dorsal a la espalda, ayudan al colectivo a que la maquinaria funcione y la caprichosa pelotita acabe entrando.

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