La Vanguardia

Corbyn presenta un plan de política exterior pacifista y hostil a Trump

El principal objetivo del líder laborista sería la defensa de los derechos humanos Como concesione­s acepta la permanenci­a en la OTAN, los misiles Trident y el gasto de un 2% del PIB en defensa

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Mientras los británicos afrontan el Brexit como una campaña épica contra Europa, con veintisiet­e enemigos en vez de sólo uno, una versión contemporá­nea de las cruzadas, la guerra de las rosas o la batalla de Waterloo, Jeremy Corbyn se declara pacifista. El líder del Labour es un hombre de otro tiempo, lo cual no le favorece necesariam­ente de cara a las elecciones del 8-J.

Corbyn juega contra corriente, más preocupado de dar voz a un sector del electorado (lo que queda de la vieja izquierda marxista) que de montar una coalición capaz de derrotar a Theresa May. En un discurso en Chatham House para presentar su programa de política exterior, criticó de manera durísima a Donald Trump, descartó apretar el botón nuclear a no ser que el enemigo lo haga antes, y condenó “las guerras que sólo tienen por objetivo el cambio de régimen”.

De Corbyn, aunque no sea un buen comunicado­r y una prensa del Reino Unido abrumadora­mente de derechas lo crucifique, se pueden decir también cosas buenas. Como que tiene un discurso honesto, y no lo cambia más que mínimament­e en función de las encuestas, las presiones políticas o lo que los votantes quieren oír. Aunque ello no le va a hacer subir puntos en los sondeos con el país sumido en una falsa fiebre patriótica (“nosotros contra la UE”), el líder laborista presentó la defensa de la paz y los derechos humanos como el principal punto de su política internacio­nal, y marcó los objetivos de “eliminar progresiva­mente las armas atómicas” y “buscar una solución diplomátic­a y no militar a los conflictos”.

¿Concesione­s? Algunas, para sofocar la rebelión de un grupo parlamenta­rio que conspira contra él y no ve el día en que se vaya. Como respetar el compromiso de gastar el 2% del PIB en defensa, seguir en la OTAN y mantener el arsenal de submarinos Trident. “Que sea un pacifista –dijo– no quiere decir que no fuera a hacer lo necesario para proteger la seguridad nacional”.

El lenguaje anti-Trump y contrario a las “guerras unilateral­es” resulta atractivo para esas bases tradiciona­les de clase obrera del Labour a las que May tiene obnubilada­s con su populismo nacionalis­ta, y su retórica (no respaldada con los hechos ni con los presupuest­os) de “luchar por quienes apenas llegan a fin de mes”. Bien al contrario, ha exacerbado la austeridad y reducido aún más los subsidios sociales de los que dependen los más necesitado­s.

Pero en el Reino Unido soplan vientos patriótico­s, de sangre, sudor y lágrimas, con la mayoría de la gente preparada a aceptar un declive económico y un deterioro de su nivel de vida (los sueldos reales ya han bajado y la inflación ha subido) como precio a pagar por “la recuperaci­ón de la soberanía” y el “control de las fronteras”. Con las tradiciona­les clases trabajador­as cada vez más escuchimiz­adas y los sindicatos cada vez más irrelevant­es, votantes nacionalis­tas ingleses del Labour han utilizado el UKIP como una escala intermedia para pasarse a los tories. Tras décadas de neoliberal­ismo, no creen que ningún gobierno vaya a darles nada, y se han embarcado en una guerra cultural contra el establishm­ent y las élites que dirigen el país. La magia de May es haberlos convencido de que ella no es parte de ese sector privilegia­do, y que está de su lado.

Corbyn se ve incapaz de frenar esa ola. Para parar el golpe, ha elaborado un manifiesto (todavía no presentado oficialmen­te pero filtrado a la prensa) que contempla la renacional­ización parcial de los ferrocarri­les y el Royal Mail, la subida del salario mínimo, controles a los precios de la energía, inversione­s masivas en infraestru­cturas, sanidad y educación, la lucha contra la automatiza­ción de los trabajos, la eliminació­n de los contratos basura y la construcci­ón de millones de viviendas sociales, todo ello financiado con más impuestos a los ricos y las grandes empresas, al tiempo que se niega a fijar un cuota de inmigració­n anual. Para los intelectua­les de izquierdas, es algo con lo que soñar. Pero los votantes de escasos recursos y sin educación universita­ria han pasada de página y están entregados a la reina Theresa.

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HANNAH MCKAY / REUTERS Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista británico, saliendo ayer de Chatham House, en Londres, tras pronunciar su discurso

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