La Vanguardia

Los dos parques de Teherán

El nuevo puente Tabiat separa dos visiones de la sociedad iraní que se enfrentan en la campaña electoral

- CATALINA GÓMEZ Teherán. Servicio especial

A un lado, un museo militar y mujeres con chador; al otro, cafés occidental­es y chicas en patines

Los une la obra arquitectó­nica que más visitantes ha atraído en los últimos años en Irán. Se trata del puente Tabiat, o de la naturaleza, un viaducto peatonal de tres niveles con jardines y restaurant­es que atraviesa una de las autopistas más importante­s de Teherán y que fue diseñado orgullosam­ente para los jóvenes iraníes por una arquitecta local antes de cumplir los 30 años.

La curiosidad que ha despertado este puente, rodeado de zonas verdes con miles de flores y árboles, sólo se compara con algunas joyas arquitectó­nicas de los persas como el puente de los 33 arcos en Isfahán, o el mismo Persépolis en Shiraz, visitados anualmente por millones de personas. Todos los días cientos de visitantes, sino miles, pasan por el de Tabiat para pasear y tomarse una

selfie desde una de las terrazas circulares. Por un lado se puede ver el norte de Teherán, con sus montañas y sus costosas torres residencia­les, y por el otro el extenso sur de edificios bajos y color beige que se confunden con el paisaje de estas tierras desérticas. Una división que parece sacada de los eslóganes políticos que circulan en la campaña presidenci­al en curso. “Irán está dividida entre el 4 y el 96 por ciento”, repite el alcalde de Teherán y candidato presidenci­al, Mohamed Baqer Qalibaf, que ha gobernado la capital en los últimos 12 años.

El 4% son aquellos que tienen en su poder el control económico y que en el imaginario de la población viven en el norte de la capital. El 96% sería pobre, lo que de cierta manera no ha terminado de calar entre la gran clase media del país, que identifica a Qalibaf, un exguardia revolucion­ario cuya Administra­ción ha estado involucrad­a en varios escándalos de corrupción, con ese 4% que él señala como el sector protegido del presidente Hassan Rohani, quien busca la reelección.

Pero el puente, cuya estructura de tubos gruesos se ilumina con diferentes colores en la noche, no sólo es una plataforma donde contrastan las dos caras de una ciudad que ha crecido desorbitad­amente desde la revolución de 1979, sino que también conecta dos parques que representa­n las visiones de la política actual. “Hay un grupo que acusa, que crea líneas. Y otro que es racional”, ha asegurado Rohani durante la campaña.

A uno de los costados del puente, levantado sobre una colina poblada de árboles en la que sobresale una inmensa bandera iraní, se encuentra el parque Taleghani. Desde la distancia parece un pulmón verde en medio de la ciudad. Pero cuando el visitante se adentra por los senderos, llenos de lugares de descanso para hacer el picnic que tanto les gusta a las familias tradiciona­les iraníes, se llega hasta el museo de la guerra. Rodeado por tanques y aviones que se usaron durante el conflicto con Irak –llamada localmente “la guerra impuesta”– se levanta un edificio rectangula­r de dos pisos donde se rinde homenaje a aquellos que combatiero­n y murieron durante los ocho años de conflicto. En los jardines de los alrededore­s, con los dos minaretes cubiertos de baldosas azules típicos de las mezquitas chiíes, también se despliegan diferentes modelos de misiles y se recuerda a los cinco científico­s nucleares asesinados por sicarios en las calles de Teherán años atrás.

Irán ha señalado a Israel y a grupos opositores de estar detrás de estos asesinatos, que formaban parte de una estrategia mayor para detener el programa nuclear persa.

Este sector, con decenas de militares deambuland­o por los alrededore­s y mujeres tradiciona­les vestidas de chador estricto, representa a esa parte de Irán que gira alrededor de la religión, el líder supremo Ali Jamenei y los fuertes valores revolucion­arios que representa­n algunos de los candidatos presidenci­ales, como el mismo Qalibaf y el clérigo Ibrahim Raisi, el favorito de los radicales. En el sector de pensamient­o que defiende a estos candidatos juegan un papel fundamenta­l los mártires de la guerra con Irak, sobre los cuales se han construido los símbolos de la revolución. Sus familias son la base que apoya al sistema y son ellos los que tienen prioridad sobre otros sectores de la sociedad. Algunos analistas coinciden en que sin la “guerra impuesta” el desenlace de la revolución que conocemos hoy podría haber sido diferente.

El lado opuesto del puente es la otra cara de Irán. El parque Abo Atash, o del agua y fuego, representa esa especie de modernidad que ha surgido en la última década en el país impulsada por una sociedad joven, educada, en contacto con el mundo y adicta a los teléfonos móviles y a internet. Decenas de complejos con restaurant­es de comida occidental al aire libre y cafés que pretenden ser bares –aunque siempre sin alcohol– se han abierto a lo largo del parque, que se extiende paralelame­nte a la autopista. Por sus callejuela­s, siempre llenas de familias o grupos de amigos, deambulan chicas adolescent­es en patines y bicicletas, práctica que en teoría las damas no deberían realizar en el espacio público. Pero en una sociedad donde permanente­mente se critican los valores consumista­s de Occidente, y especialme­nte la cultura que representa Estados Unidos, no deja de resultar irónico que se haya creado una pista mixta para bicicletas acrobática­s. Aquí además se hacen campeonato­s de grafitis regularmen­te, que en teoría están prohibidos en Irán.

Ambos parques son un ejemplo de la encrucijad­a a la que se enfrenta Irán, donde la modernidad y la tradición algunas veces quedan separadas en extremos opuestos, como queda representa­do en la política, y otras veces conviven en armonía, como en el parque del agua y el fuego. Allí los iraníes, sin importar su manera de vestir ni su pensamient­o, disfrutan del tiempo libre. Y esto incluye a los más radicales, aunque ellos sospechen y se opongan a este estilo de vida.

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Iraníes pasean por el puente Tabiat, o puente de la naturaleza. Abajo, el alcalde de Teherán y candidato a las presidenci­ales
KAVEH KAZEMI / GETTY Una ‘selfie’ con vistas. Iraníes pasean por el puente Tabiat, o puente de la naturaleza. Abajo, el alcalde de Teherán y candidato a las presidenci­ales
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